El acto de presentación del libro tuvo lugar en Madrid, en el salón de actos de la Fundación Pablo VI: de izquierda a derecha: Eugenio Nasarre, vicepresidente de la Fundación Valores y Sociedad; Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española; Fernando Sebastián, autor del libro; y José Miguel Oriol, presidente de Ediciones Encuentro. (Foto: Zenit.)
El 22 de febrero de 2014 fue elevado al cardenalato. Una púrpura que, estando él ya jubilado y habiendo superado incluso la edad para participar en el cónclave, supuso un reconocimiento a una intensa trayectoria dentro de la Iglesia española. Y un reconocimiento muy específico de Francisco, quien le tiene en alta estima.
Cuando en 2006 el entonces cardenal Jorge Bergoglio dirigió unos ejercicios espirituales a los obispos españoles, monseñor Sebastián se acercó a saludarle unos minutos y se encontró con que el arzobispo de Buenos Aires le saludaba efusivamente: "¿Que de qué le conozco? ¡Pero si es usted mi maestro! Desde hace tiempo he leído todo lo que usted escribe".
Ya tras su elección como Papa, "un grupo de obispos" (Sebastián no aporta más datos) le pidieron que hablase con él "para explicarle la situación de nuestra Iglesia". El encuentro tuvo lugar semanas después: "Él me escuchó con atención y paciencia, me hizo unos cuantos comentarios y me demostró que conocía bastante bien nuestros valores y debilidades". Del contenido de la conversación, lógicamente, no revela nada más. Pero ahí está el dato del encuentro y de su origen.
Las Memorias con esperanza del cardenal Sebastián son muy ricas en datos y en perspectivas, pues su autor ha estado situado en un lugar de privilegio durante casi medio siglo de vida eclesiástica española. Y hace algunas aportaciones al mejor conocimiento de bastantes momentos que gracias a estas páginas se conocen un poco mejor.
Por ejemplo, la constitución del Opus Dei como prelatura personal. El cardenal Sebastián cuenta las dificultades que el entonces presidente de los obispos españoles, Gabino Díaz Merchán, y él encontraron para entrevistarse con el Papa. Querían transmitirle el disgusto de los obispos españoles por no haber sido consultados para una decisión pontificia que el mismo Sebastián considera controvertida. En su opinión, la Obra no encaja en esa figura canónica, sino como asociación pública de fieles.
El cardenal Sebastiano Baggio, a la sazón prefecto de la Congregación de Obispos, quiso que se diesen por atendidos tras recibirles. Pero, con toda cortesía, monseñor Díaz Merchán le respondió: "Señor cardenal, nosotros le agradecemos que nos haya recibido, pero tenemos el encargo de los obispos de España de hablar con el Santo Padre y no nos iremos de Roma hasta que pueda recibirnos. Esperaremos lo que sea necesario".
Llevaban ya tres días aguardando, y San Juan Pablo II les recibió al quinto. La sensación que le quedó al cardenal Sebastián, y así lo sugiere, es que la Congregación de Obispos había modificado "algo" los procedimientos establecidos por el Papa para comunicar este asunto a la Iglesia española.
Monseñor Sebastián no muestra antipatía hacia el Opus Dei, al contrario, aunque sí señala las complicaciones en sus relaciones y los puntos que matiza en la institución. Como con el Camino Neocatecumenal. Relata un desencuentro con Kiko Argüello a raíz de dos decisiones suyas cuando era arzobispo de Pamplona: nombrar, como párroco de una parroquia en la que trabajaban varias comunidades neocatecumenales, a un sacerdote contrario a ellas; e impedir una misión del Camino en Tudela, localidad natal de Carmen Hernández, colaboradora de Kiko en la fundación del Camino. El cardenal apunta las razones, que no fueron entendidas por sus destinatarios.
Argüello le encontró en Roma poco después y le dijo: "Nos has decepcionado", algo que al obispo le sentó "muy mal". Pero tiempo después llegó la normalización. Kiko acudió a saludarle ya como cardenal, éste le dijo que tenían que reconciliarse, y el iniciador del Camino, tomándole de las manos, lo dio por hecho: "Estamos reconciliados, nos queremos, somos hermanos".
El cardenal Sebastián cuenta estas historias porque no rehúye ninguno de los puntos en los que su actuación ha resultado controvertida. En 2008, ya emérito, fue nombrado comisario pontificio para Lumen Dei. En las memorias da cuenta de la situación de esta obra fundada por el jesuita Rodrigo Molina y justifica su actuación, que resultó fallida porque entiende que Roma prestó más atención a los dirigentes de Lumen Dei cuestionados.
Se sintió desautorizado y renunció: "El grupo dirigente de Lumen Dei, que nunca había aceptado mi nombramiento ni había reconocido la autoridad de la Santa Sede, había sido escuchado y me había vencido en toda línea".
Tiempo después "volvieron las resistencias y las rebeldías", y el cardenal Sebastián entiende que los hechos dieron la razón a su forma de proceder. Se sintió reconocido cuando, ante otros obispos, el cardenal Franc Rodé, entonces prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, dijo lo siguiente: "Tengo que agradecerle sus gestiones con Lumen Dei. Tenía toda la razón. Y lo quiero decir en voz alta para que se enteren los obispos".
En sus Memorias con esperanza, su autor no escatima su admiración por San Juan Pablo II y por Benedicto XVI, en este caso en su triple faceta de Papa, de prefecto de la Doctrina de la Fe y de teólogo.
Defiende al cardenal Joseph Ratzinger de la acusación de "inquisidor, de intransigente, de autoritario": "Le han acusado de condenar a las personas sin escucharlas previamente. Yo puedo asegurar que uno de los que han dicho esto recibió varias advertencias y tuvo ocasión de explicar sus puntos de vista antes de ser sancionado". Y dice más: "Me alegré mucho cuando fue elegido Papa y he seguido con verdadera devoción todo su magisterio".
Sin embargo, Sebastián no oculta su preferencia por la Iglesia de los años 70 y 80, con la que se sentía más identificado. En numerosos pasajes de la obra marca distancias respecto a los teólogos de la liberación y otras tendencias progresistas, aunque también se encuentra una opinión favorable a la ordenación de mujeres y de hombres casados: "No veo con claridad que tengamos que considerar como algo definitivamente cerrado la cuestión de la ordenación sacerdotal de las mujeres. No parece que sea una cuestión de fe. Pienso que si, pasado el tiempo, la Iglesia lo ve conveniente para el bien de las almas podría reconsiderarlo. Pero sin entrar en esta cuestión, con la debida preparación, podríamos ordenar a algunos viri probati, solteros, viudos o casados, como presbíteros de segundo grado y ministros de la Eucaristía... Ministros de la Eucaristía casados que, bajo la dirección y la autoridad de un presbítero, celebren la Eucaristía en varios puntos dentro de una misma parroquia".
Respecto a la realidad política española, el cardenal Sebastián relata cómo participó en la configuración de la posición de la Iglesia española en la Transición. Muy vinculado a la línea del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, apoya las conclusiones de la polémica Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes de 1971, un hito en la historia de la Iglesia española contemporánea porque definió un cambio de rumbo absoluto en cuanto al papel asumido en la vida pública nacional.
Tiempo después hubo intensos rumores de que sería desautorizada por la Santa Sede por un documento de la Congregación del Clero que, dice, no era tal. Sebastián convocó a Antonio María Rouco Varela, José María Setién (futuros obispos) y Olegario Fernández de Cardedal (uno de los teólogos de referencia de la conferencia episcopal durante décadas) para contrarrestar ese movimiento, preparando durante un fin de semana completo la respuesta. Lograron desactivarlo, evitando la desautorización que habría supuesto para los obispos españoles.
El cardenal Sebastián, quien afirma que empezó a distanciarse del régimen de Francisco Franco a partir de 1955 para reclamar "derechos políticos para todos los ciudadanos", justifica absolutamente el Alzamiento Nacional desde su propia vivencia infantil y juvenil y con los hechos en la mano: "No se puede decir que la derecha o la Iglesia estuvieran contra la República... Franco, hasta última hora, intentó respaldar al gobierno exigiéndole el restablecimiento del orden. Intentó evitar la insurrección hasta el punto de irritar a Mola. Pero fue imposible. El asesinato de Calvo Sotelo con la colaboración personal de la escolta de Prieto fue el punto de no retorno".
Y añade que la persecución religiosa, que tanto se cebó en su orden y en su región, "no fue consecuencia de la guerra aunque se desarrollase con ocasión de ella. De las centrales mundiales del marxismo había venido la consigna de eliminar físicamente a la Iglesia como el más firme enemigo de la revolución y de la nueva sociedad soviética". No puede, pues, explica, reprocharse a la Iglesia que apoyase a quienes la defendían de esa masacre.
A Franco, a pesar de las distancias que marca respecto a su régimen, "no se le puede negar", añade, "el mérito de dos cosas importantes: impidió la expansión del comunismo y la sovietización de España; y en los años de su gobierno impulsó decisivamente el desarrollo social y económico de los españoles".
En cuanto a los intríngulis de la Transición, el cardenal Sebastián refiere el encuentro de principios de 1976 entre el cardenal Tarancón, acompañado por el sacerdote José María Martín Patino y él mismo, y Santiago Carrillo, acompañado por Alfonso Carlos Comín y Manuel Azcárate: "Recuerdo que [Carrillo] nos dijo que el PSOE era bastante más anticlerical que el PCE".
Más adelante les prometió que su partido apoyaría la redacción del artículo 16 de la Constitución: "Cumplió su promesa, él personalmente defendió en el Congreso la mención explícita de la Iglesia católica, que los socialistas no querían aceptar".
También relata sus encuentros con Felipe González y Alfonso Guerra. Ante la visita de San Juan Pablo II, el inminente presidente del Gobierno le dijo que "mientras gobierne el PSOE, el Papa será siempre bienvenido a España".
Y, ya con los socialistas en La Moncloa, tuvo como interlocutor al todopoderoso vicepresidente: correctas pero tensas en algunos momentos, y tendentes ambas partes a solucionar problemas concretos. "A vosotros (refiriéndose a los obispos) os conviene llevaros bien con nosotros, pues la llegada de los socialistas al poder es irreversible", le dijo Guerra una vez. "Bueno, ya veremos", contestó el secretario de la conferencia episcopal: "La Iglesia ha tratado con varios ´Imperios irreversibles´ que luego se han quedado en el camino".
Años después, como arzobispo de Pamplona, Sebastián tuvo que enfrentarse al problema del clero nacionalista y al problema conexo de las simpatías de algunos sacerdotes hacia ETA. Cortó de raíz toda iniciativa tendente a enfeudar a la Iglesia navarra al nacionalismo vasco. Y presidió todos los funerales por las siete víctimas mortales que causó el terrorismo en su diócesis durante su pontificado.
En una reunión "con los obispos de la zona", "alguien" le preguntó qué haría si mataban a un etarra: "Si matan a un etarra y su familia nos lo pide, celebraremos una misa por él, pero en su parroquia y sin ninguna solemnidad especial. No es lo mismo rezar por una víctima que por su verdugo". El cardenal Sebastián detalla varias muestras de gratitud de la Guardia Civil y de la Policía Nacional por su actitud inequívoca en unos años en los que no era lo corriente.
Junto a estos y otros hechos importantes que reciben una luz nueva en estas Memorias con esperanza, el cardenal Sebastián aporta sus pareceres sobre multitud de aspectos de la vida interna de la Iglesia, también en la retrospectiva de lo que fue su propia formación.
Destacan su apuesta por la ruptura con el mundo propia de la vida religiosa (para no "suprimir las consecuencias y los signos de nuestra consagración y asimilarnos a los seglares en nuestras formas de vida"); su crítica a la proliferación innecesaria de centros católicos de formación universitaria y teológica; y su opinión de que debe vincularse más explícitamente la administración de los sacramentos, en particular el bautismo de infantes, la primera comunión y el matrimonio, a una verificación rigurosa de la fe y de su práctica, para evitar que se conviertan en meros actos sociales que dibujan una Iglesia ficticia.
Al conocimiento de la Iglesia real pasada y presente, en la perspectiva de quien la ha vivido de cerca, contribuyen decisivamente estas páginas.
FICHA TÉCNICA | COMPRA ONLINE | |||
Título: | Memorias con esperanza | Ocio Hispano | ||
Autor: | Fernando Sebastián | |||
Editorial: | Encuentro | |||
Páginas: | 469 páginas | |||
Precio | 22,00 € | |||