En el muro de este atrio cerrado, frente al ábside, están embutidos cinco cráneos humanos. Esta macabra particularidad es más o menos conocida en los municipios del sur lucense, pero ignorada en el resto de Galicia.
En una reciente visita a la iglesia, el arqueólogo Xabier Moure descubrió este conjunto de calaveras, del que no tenía ninguna referencia. El hallazgo, según explica, le causó una gran sorpresa, ya que hasta ahora solo conocía en toda la provincia otros cuatro edificios religiosos que exhiben cráneos empotrados en los muros.
Sobre tres de estos lugares hay documentación, ya que el historiador Miguel Abraira Pérez les dedicó un estudio que fue publicado en el 2005 en la revista Gallaecia. Se trata de las iglesias de San Xoán dos Vaos -en el municipio de Ribeira de Piquín-, Santa Comba da Órrea -en Riotorto- y Santa María de Conforto, en A Pontenova. Moure recuerda además haber visto otra calavera en un tragaluz de la iglesia de Santo Tomé de Recaré, en O Valadouro.
Las calaveras de las iglesias de O Incio y Ribeira de Piquín tienen en común el hecho de ser cinco en ambos casos, así como el de estar embutidas en el muro de manera que constituyen una figura regular. En Val do Mao, cuatro de los cráneos forman una especie de rombo. El quinto está a la derecha de los demás, por debajo de una pequeña ventana. En San Xoán dos Vaos, las calaveras forman una especie de triángulo. Todas ellas están desprovistas del maxilar inferior. Las de Riotorto y A Pontenova, en cambio, son una sola en cada caso.
Entre los conjuntos de cráneos de O Incio, Riotorto y Ribeira de Piquín hay otra coincidencia. Según informó a Moure un vecino del primero de estos lugares, la tradición local dice que las calaveras pertenecían a monjes de un convento que existió en la zona, desaparecido hace mucho tiempo. En Santa Comba da Órrea se dice que la calavera es de una monja de un antiguo monasterio. En San Xoán dos Vaos, los vecinos creen que los cráneos son de curas que vivieron antaño en la parroquia.
De los cenobios de O Incio y Riotorto, aunque no se sabe mucho, hay algunos rastros históricos. En cuanto al primero, el fallecido historiador y sacerdote Nicandro Ares publicó un trabajo sobre un monasterio que es mencionado en un documento del año 911 con el nombre de Sancti Salvatoris, situado en una población llamada Planeto o Flanello, cerca del río Mao. De este convento hablaron también el cronista benedictino Gregorio de Argaiz -en el siglo XVII- y el escritor Manuel Amor Meilán, muerto en 1933.
El conjunto de calaveras de la parroquia de San Xoán dos Vaos, en el municipio de Ribeira de Piquín.
Por lo que respecta a la iglesia de Santa Comba da Órrea, Abraira cree que puede ser el último vestigio de un monasterio femenino que existió en la Edad Media y que quedó deshabitado en 1481. En San Xoán dos Vaos se sabe con certeza que existió un priorato perteneciente a la orden monástica de San Juan de Malta, que administró la parroquia hasta 1867.
En ninguno de estos casos parece fácil averiguar cuánto tiempo llevan las calaveras embutidas en los muros. El vecino de Val do Mao que informó a Moure dice que estuvieron ahí «desde sempre» y que su padre -que murió con más de noventa años- afirmaba lo mismo, así como todos sus antepasados. Cerca de la iglesia de San Salvador aún pueden verse los restos de lo que según los vecinos fue una tumba quizá relacionada con el convento desaparecido.