-Me motiva en primer lugar que es una causa justa, como lo es de todas aquellas personas que, sin merecerlo, sin haber hecho daño a nadie, sin haber perjudicado a nadie, son perseguidas por el estado, por la justicia, o simplemente por sus vecinos. Pero me motiva también, en segundo lugar, que es una causa silenciada: la persecución de cristianos es, en este momento concreto de la historia, uno de los fenómenos más graves que se está dando en la tierra. Y sin embargo, los medios de comunicación pasan por encima de él prestándole una atención que ha de ser calificada como escasa, como excesivamente escasa.
-No estoy seguro de que la situación sea más grave ahora que en otros momentos. Ocurre que esa desatención de los medios de la que hablo arriba es quizás un poco menos intensa y empiezan a trascender casos. También es verdad que los medios de comunicación son ahora muchos más, y sobre todo, mucho más variados: hemos pasado de un mundo en el que sólo había prensa en papel y radio, a otro en el que amén de muchos más medios en papel y cadenas radiofónicas, hay televisión, hay medios digitales, hay teléfonos móviles, hay redes sociales… y sobre todo ¡hay más gente capaz de acceder a todos esos medios y a su vez, transmitir lo que leen, lo que oyen y lo que conocen! La persecución religiosa, y dentro de ella, la persecución de cristianos, es una constante en la historia que, a diferencia de otros procesos indeseables como, por ejemplo, la esclavitud, el ser humano no ha conseguido erradicar.
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-En primer lugar a la propia lealtad de esos cristianos perseguidos a los principios y valores que profesan, qué duda cabe: donde hay un mártir hay también un héroe. La fe, además, se vive como un proceso de pertenencia a una comunidad: fallar a la propia fe es fallar a la comunidad, lo que es tanto más difícil cuando además se trata de una comunidad sufriente, una comunidad perseguida, donde los lazos de unión y de pertenencia son muy sólidos e importantes.
-Si algo caracteriza a eso que hoy damos en llamar “Occidente”, los países ricos del s. XX y XXI, es su renuncia a la defensa de los principios y la facilidad con la que se acomoda a cualquier situación con tal de preservar los grados de bienestar alcanzados. La de la persecución religiosa, la persecución de cristianos en concreto, es una realidad incómoda, que obligaría a Occidente a un esfuerzo que prefiere no realizar. Y al mismo tiempo, -aunque podría llegar a no serlo tanto-, percibida como lejana, por lo que no siente perjudicial ni en el corto plazo ni en la corta distancia.
-Así es. Ahora bien, tan grave como de hecho es mirar para otro lado cuando de atentados lejanos se trata, sería intentar minimizar lo que acontece dentro de nuestras fronteras. Los atentados tienen consecuencias que van mucho más allá de las del propio atentado. Hemos contemplado como en Túnez con sólo dos atentados muy bien dirigidos y ejecutados, con “apenas”, si me permite Ud. el término, “unas decenas de muertos”, se ha conseguido arruinar, destrozar la industria nacional, que no es otra que el turismo: un 90% de las reservas hosteleras se han cancelado en unos pocos días: ¿somos capaces de predecir las consecuencias a las que ello va a dar lugar? En Europa cada atentado tiene consecuencias sociológicas que es imposible predecir, pero que sin duda, no han de conducir a nada bueno, no sólo para Europa, sino para el mundo en general.
-Voz que clama en el desierto, es verdad. Creo que efectivamente, el mundo, los gobiernos occidentales en concreto, tienen que aceptar la gravedad de los sucesos que están ocurriendo, y actuar en consecuencia con esa gravedad. Más allá de que se trata de eventos injustos a los que las personas de buena voluntad no puede responder con el silencio y la inacción, hoy el mundo se halla, efectivamente, muy globalizado, y lo que ocurre en países tan lejanos y desconocidos como Siria o Pakistán, tiene consecuencias en todo el planeta. No es necesario dar ejemplos.
Luis Antequera es escritor y periodista. Ha dirigido los programas de radio Iglesia perseguida y Con otros ojos, y ha escrito más de dos mil artículos en su blog de ReL En Cuerpo y Alma. Es autor de los libros Jesús en el Corán, El cristianismo desvelado y Derecho a nacer. | ||||
-Como le he dicho un poco antes, es muy importante que los medios de comunicación tomen conciencia de la gravedad del fenómeno y le den un tratamiento adecuado a esa gravedad. Pero además y como Ud. dice, es importante que se plantee correctamente la cuestión: no se trata de un “enfrentamiento” religioso, se trata de “persecución” religiosa. No tenemos, por lo tanto, dos partes en conflicto que se agreden mutuamente, sino una situación unilateral e injusta, donde unos ponen las balas y otros ponen los muertos.
-Se trata indudablemente de una medida bienintencionada que desde ese punto de vista, no puede ser en modo alguna censurada. Pero hay que estar muy atento a todas las consecuencias que tienen las acciones que se llevan a cabo. En un plazo inusitadamente corto, más corto de lo que habría previsto hasta el más pesimista de los observadores, ya hemos visto algunas de las terribles consecuencias que la acogida indiscriminada ha traído consigo, no hace falta mencionarlas. Peores son aún las que el ojo humano no acierta a identificar por producirse en plazos menos cortos, las cuales, no por ello dejan de producirse inexorablemente: la aparición de nuevas fuerzas de extrema derecha y de extrema izquierda, las consecuencias que ello puede tener de cara al proceso de unidad (y reconciliación) europea. Atención a los perseguidos sí, claro que sí, pero con orden, con control y con responsabilidad: atención, sobre todo, en el foco de origen. Europa no sólo tiene derecho a hacerlo así, está obligada y, fíjese lo que le digo, no sólo por su bien y por su seguridad, lo que ya sería suficiente argumento, sino por la del entero planeta. A nadie ha de beneficiar una Europa desestabilizada como la de la primera mitad del s. XX. Por otro lado, cabe preguntarse también qué es lo que algunos países mucho más cercanos a los hechos y mucho más involucrados en ellos, con medios financieros y recursos de todos conocidos, están haciendo por los que, por otro lado, no se cansan de denominar como sus “hermanos”.
-Un papel mucho más importante de lo que nadie pueda imaginar. Ayuda a la Iglesia Necesitada pone el acento en ayudar a las personas perseguidas a llevar a cabo una cosa que para ellos tiene una importancia que en occidente no somos capaces de calibrar, precisamente por tenerla por descontado: el culto, la asamblea el “encuentro” en torno a los lugares de culto, algo sin lo cual, las comunidades perseguidas sufrirían el cruel azote del abatimiento, de la depresión, de la soledad, de la incomunicación interna, que puede llegar a ser aún menos llevadero que el de la persecución propiamente dicha.
-Indudablemente. Se trata de una forma de intolerancia religiosa de naturaleza totalmente diferente en sus formas y en sus consecuencias. Acostumbro a denominarla “persecución de cristianos por cristianos”, porque los perseguidores, que evidentemente no son personas “de misa diaria”, sí son, en cambio, originaria, sociológicamente cristianas, herederas por lo tanto de un acervo cultural que se nutre indiscutiblemente del pensamiento cristiano, el cual ha dado lugar a fenómenos importantísimos, tan arraigados en el mundo cristiano que nos puede llevar al espejismo de que siempre existieron y de que son connaturales a todas las sociedades que en el mundo son, cuando no es así: la libertad de las personas; la igualdad de todos en dignidad, que se trate de hombre y mujeres, que se trate de buenos y malos, que se trate de blancos y negros, de ricos y pobres; la responsabilidad individual; los derechos universales, son fenómenos que han nacido y se han desarrollado gracias al pensamiento cristiano y dentro de sociedades cristianas. Se trata, por lo tanto, de una forma de persecución “paradójica”, ésta de los cristianos por los cristianos, si me permite la expresión. Al escribir mi libro tuve que tomar una decisión primaria y original: ¿planteo la intolerancia religiosa desde el punto de vista más estricto de los que se juegan la vida en ello, o también desde el punto de vista más amplio de los que se juegan en ello su cosmovisión y su manera de contemplar el mundo? Y opté por lo segundo. Por eso dividí la intolerancia religiosa en tres tipos: persecución propiamente dicha -la de los mártires-, pero también acoso y hostigamiento. Y a todos di cabida en mi libro.
Publicado en Uno más Doce.