Un día se encontraron el monje cisterciense de Poblet, Agustí Altisent, y Paco Segarra, escritor y fundador de la agencia Kolbe de Publicistas Católicos y bloguero en ReL. Ambos eran amigos de leer y de escribir, ambos buscaban comunicar de forma directa, eficaz, despojada de oropeles inútiles. Altisent acompañó a Segarra en su depresión con un "leit motiv", un eslógan constante: despojarse. ¿De qué? Sobre todo, de la soberbia de tomarse uno mismo y las propias tristezas demasiado en serio.
Así surgió el libro que ahora llega a las librerías, Había una vez un monje, que, como dice su portada, es "una ayuda para deprimidos", con diálogos y textos que, leídos y releídos, incluso en voz alta, nos ayudan a situarnos en nuestro lugar.
"No le dé importancia", repite el monje Altisent. ¿A qué? A casi nada: a la depresión, a la tristeza, al pecado, a usted mismo...
"No se turbe, no pierda la paz, ni siquiera por el pecado. Nuestros pecados no son tan importantes. Ninguno de nuestros pecados puede alterar el orden cósmico. Dar demasiada importancia a nuestro pecado es caer en la soberbia. El demonio, a quien por otra parte no debemos adjudicar horas extras de actividad, quiere que pensemos mucho en nuestros pecados y que no pensemos en absoluto en la Misericordia del Buen Dios", explica Altisent al atribulado Segarra.
"Lo que está en el momento presente es lo que toca. Esa es la voluntad de Dios. No la busque en el pasado ni en el futuro. Ni siquiera la busque un minuto después de ahora. Lo que sucede ahora es la Voluntad de Dios. Si lo que sucede nos cuesta, duele o nos atormenta, entonces se llama Cruz". Altisent admite sin dificultad que "la Cruz es muy difícil llevarla bien si es Cruz de verdad. Jesús cayó 3 veces bajo el peso de la Suya".
Los deprimidos, y también muchas otras personas, atadas a veces por pecados, y otras veces por heridas, tienden a ensimismarse en su dolor. Altisent, que ha pasado por ello, insiste: "Todos sufrimos, no le dé importancia. No conceda demasiada importancia a ningún sufrimiento, son todos pasajeros. Es usted un poco exagerado. Yo también lo era, pero Dios nos va puliendo si le dejamos hacer en paz. Si no le dejamos hacer, también nos pule, porque nos ama infinitamente, pero es más doloroso. Deje que Dios sea Dios, y usted sea débil".
Agustí Altisent en su ancianidad; murió en 2004, con 81 años
El monje con doctorados y medallas... y su escoba
A Segarra le hacía gracia ver barrer con su escoba a Altisent, doctor en Historia, Medalla de Oro de la Universidad Rovira i Virgili, Cruz de Sant Jordi de la Generalitat, profesor y columnista reconocido. Pero el monje aprovechaba para hablar del polvo. "No anticipe lo peor porque nunca le ha ocurrido lo peor. Los acontecimientos levantan polvaredas aparatosas. Espere usted a que el polvo desaparezca y verá que se trata de un solo caballo, no de un escuadrón completo de jinetes".
Presentado el personaje de Altisent, el lector quiere conocerle mejor, beber de su sabiduría serena. Para eso, Segarra selecciona 66 artículos cortos escritos por el cisterciense, llenos de frescura y serenidad. Todos son edificantes, todos tienen una chispa de humor inteligente. Varios tratan sobre la muerte, el envejecer, la fragilidad, siempre con sensatez tranquila.
Pida aquí en OcioHispano "Había una vez un monje"
En otro admite que nunca tocó una escoba hasta hacerse monje, que "ha habido épocas en que este ejercicio me ha resultado especialmente ingrato" y que "ahora voy aprendiendo a tomarlo como ejercicio de ascética mezclado de yoga mental", comenta con humor. Así se puede hacer con muchas cosas de la vida.
Altisent murió en 2004 y surgieron artículos bellamente escritos acerca de su vida bellamente vivida. El libro recoge 9 de ellos, que nos ayudan a perfilar su personalidad.
Después, Segarra recopila sus propios artículos y cuentecillos sobre Altisent. A veces, Segarra escribe de su maestro Altisent como Platón de su maestro Sócrates. Leemos palabras del maestro que probablemente son del discípulo intentando revivirlo.
En otras ocasiones, a Segarra se le aparece Altisent como una musa y le dice las cosas que a lo mejor a él le gustaría decir pero no se atreve. Por ejemplo, Altisent (el de Segarra) regaña a Juan Manuel de Prada: "No escriba enfadado; la mayoría de la gente no cree porque no puede. Desde aquí [el Cielo, el otro lado del espejo] se ve que ellos quieren. Y se ve también que el Señor quiere que ustedes sean más poetas, más vividores y bebedores de verdades".
En realidad el lector sabe que el Altisent que se aparece a Segarra regaña, es decir, exhorta y anima, a Segarra. Y con él, a todos los lectores que necesitamos ser exhortados, animados, edificados, que es la definición de San Pablo de lo que hace un profeta.
La leyenda del santo bebedor
Los vividores y bebedores figuran también en el prólogo de Álex Rosal, editor de LibrosLibres. Rosal recupera la historia del santo bebedor y Santa Teresita de Lisieux, un paradójico cuento de 50 páginas de Joseph Roth. El tema es el mismo: no pasa nada por ser débiles y frágiles. "Te basta mi gracia, la fuerza se manifiesta plenamente en la debilidad", le dice Dios a San Pablo, que quería hacer mil cosas.
"Mi elección está entre vivir todos los días con mis fuerzas o acoger la fragilidad con paciencia y una dosis de humor y pedir a Dios que Él sea quien me rescate con su gracia", explica Rosal. Este libro ofrece eso: paciencia, humor y petición a Dios. "Deje que Dios sea Dios y usted sea débil. Con Dios el secreto es ser débil", constata Altisent.
(Pida aquí en OcioHispano "Había una vez un monje")