En la España del siglo XXI, en la que apenas un 3% de los hogares cuentan con una madre, un padre y tres o más hijos, puede resultar difícil imaginar cómo eran las familias numerosas en la España del siglo XVI en la que vivió Santa Teresa de Ávila.
Teresa era la tercera de 10 hermanos. Su madre murió cuando ella tenía unos 12 o 13 años, y a esa edad adolescente se encargó de cuidar a su hermanita Juana, la más pequeña, que tenía entonces un año. Tenían además dos hermanos mayores por parte de padre, hijos de un matrimonio anterior.
Teresa es famosa como escritora incansable de cartas. Buena parte las dirigió a sus hermanos, con su cariño y sus preocupaciones: siete probaron fortuna en América. El librito Los hermanos de Santa Teresa en América, de Asunción Aguirrezábal, repasa con agilidad la experiencia de cada uno de ellos.
Este libro nos lleva a otra España, una época ambiciosa, en que unos buscaban conquistar el Cielo, otros las tierras inabarcables de América, y algunos más ambas cosas a la vez.
Teresa pensó mucho en la lejana América: tenía 7 hermanos allí,
a los que escribía y por los que rezaba; también oraba por los indios;
la primera carmelita nacida en suelo americano era sobrina suya
Es conocida la anécdota de su infancia, cuando Teresa se fugó de Ávila con su hermano Rodrigo tras leer historias de niños mártires, buscando moros malos que los hicieran mártires y les llevaran al Cielo.
Ya más mayor, Teresa se fugó de casa porque su padre no dejaba que se hiciera monja: su hermano Antonio la acompañaba. También él intentaba entrar en vida religiosa, aunque sin éxito por su mala salud.
Siete hermanos en América... y la familia Núñez de Vela
Al final, 7 hermanos varones de Teresa probaron fortuna en América, especialmente acompañando al que sería virrey de Perú, Blasco Núñez de Vela, amigo de la familia. Un hermano de Don Blasco fue padrino de Santa Teresa. Un hijo de Don Blasco fue obispo de Burgos. Los hermanos de Teresa ayudarían a Don Blasco en sus guerras (fracasadas) contra los gonzalistas, encomenderos y conquistadores rebeldes en América.
Rodrigo, su compañero preferido de juegos en la infancia, fue uno de los fundadores de Asunción y de Buenos Aires, hoy capitales de Paraguay y Argentina. Luchó, como varios de sus hermanos, en la batalla de Iñaquito, cerca de Quito (Ecuador) contra los rebeldes gonzalistas (seguidores de Gonzalo Pizarro, hermano del famoso conquistador). Allí murió Don Blasco, decapitado en plena batalla. Rodrigo no moriría con su protector, sino tiempo después muy lejos, al parecer, en las guerras contras los araucanos en Chile.
En la casa de Santa Teresa, en Ávila, unas esculturas recuerdan a Teresa y Rodrigo niños, soñando con morir en tierra de moros como mártires; parece que Rodrigo murió en las guerras contra los araucanos
Hernando de Ahumada, el mayor de los diez hermanos, viajó con Francisco Pizarro a la conquista de Perú y quizá estaba con él cuando apresó al inca Atahualpa. En Iñaquito fue seriamente herido con una lanzada en el vientre, pero sobrevivió y viviría luego tranquilo en Colombia, donde falleció de muerte natural.
Antonio, el hermano que había acompañado a Teresa en su fuga, intentó dos veces ser religioso, pero su mala salud lo impidió. Acudió a América y murió en la desastrosa batalla entre españoles en Iñaquito.
Cuatro hermanos de Santa Teresa lucharon (y perdieron) en la
batalla de Iñaquito: Gerónimo no tuvo daños graves, Lorenzo y Hernando fueron heridos de gravedad y Antonio murió
Lorenzo de Cepeda, cuatro años menor que Teresa, también sobrevivió a sus heridas de Iñaquito. Vivió un tiempo en Quito y en Lima se casó con una mujer rica. Tenía cargos en la administración y prohibía que se usase a los indios como animales de carga (cosa común en un país montañoso con pocos mulos y burros). Envió dinero a su hermana para fundar San José de Ávila. Pudo volver a verla en España, y su hija Teresita se haría carmelita: la primera carmelita nacida en América.
Pedro estuvo en América con Lorenzo. Tenía problemas mentales y de hecho dependía de Lorenzo. Con él volvió a España y era fuente de problemas para la familia, que Teresa intentaba solucionar o mitigar.
Jerónimo llegó con Lorenzo a América, pero se quedó en Panamá o Nicaragua, donde tuvo dos hijos naturales y murió con 53 años.
Agustín tenía 8 años cuando Teresa entró en la vida religiosa. A los 19 años fue a América, participó en varias batallas y tuvo una hija natural (que Lorenzo, el rico de la familia, se encargaría de casar correctamente). Participó en la fundación de Cañete y la primera expedición a Chiloé. Teresa se preocupaba mucho por Agustín y sus devaneos en sus cartas y oraciones.
Los hermanos de Santa Teresa en América dedica un capítulo también a Juana, la hermana pequeña que Teresa crió y cuidó toda la vida, también ya como religiosa.
Es un librito sencillo, con dibujos evocadores y fotos de los lugares teresianos, obra de una buena conocedora de la vida y el pensamiento de Santa Teresa. El libro abre el deseo de conocer más una época que hoy nos parece desmesurada en sus tamaños, espacios y deseos apasionados, época de santos y hombres con arrojo.