"Ella te aplastará la cabeza" (Gn 3,15), le anuncia Yavé a la serpiente: la mujer, la nueva Eva, su linaje... La Tradición ha considerado siempre ese versículo del Génesis como una profecía mariana, y por eso la iconografía cristiana  representa con frecuencia al demonio bajo los pies de la Santísima Virgen.

Pero no han sido sólo los pies. Tampoco es infrecuente que María aparezca en cuadros y frescos alzando su mano armada, a punto de descargar el golpe fatal sobre el Enemigo con mayúsculas, el diablo, o también sobre e enemigo con minúsculas, los numerosos que ha tenido la Iglesia a lo largo de los tiempos, principalmente el agresor mahomentano.

Estas representaciones de la Virgen portando una espada, un bastón, una lanza o un látigo no son solamente vestigios de un pasado cristiano guerrero. Son, sobre todo, apelaciones espirituales, para transmitir a los fieles que ella, como madre nuestra, siempre está vigilante para rechazar a quien nos haga daño, como haría cualquier madre, tan capaz de ofrecer la ternura de su abrazo a sus hijos como la energía más extrema ante quien pretenda herirlos. Como el Padre de la Mentira, que aspira a arrebatárselos todos.


Numerosas representaciones de la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571, "la más alta ocasión que vieron los siglos", según Miguel de Cervantes, que allí perdió un brazo) sitúan sobre la escena una imagen de la Santísima Virgen. No en vano el Papa San Pío V le confió aquella batalla decisiva para la Cristiandad, e instituyó la festividad de Nuestra Señora del Rosario en agradecimiento por la victoria. Alguna hay que, incluso, nos la representa espada en mano, guiando a los soldados cristianos.



Aún más militante es Nuestra Señora en la advocación de la Virgen de las Milicias de Scicli (Sicilia). El sábado antes del Domingo de Pasión de 1091, Nuestra Señora se involucró en los combates, como un guerrero más, en apoyo del normando Roger (Ruggero), primer conde de Sicilia, que se enfrentaba a los sarracenos con fuerzas inferiores y estaba a punto de sucumbir. Cada año sale en procesión su estatua a caballo blandiendo la espada con la que decidió la suerte de las armas cristianas.


El cuadro se encuentra en la iglesia romana de Santa María de Nazaret (Via Boccea), y se le atribuye a Bartolomeo Pascucci.


Pero, salvo esos casos y algunos otros, cuando la iconografía nos presenta a la Madre de Dios con un arma de doble filo en la mano, es para asestar un mandoble al diablo, en forma de macho cabrío o de dragón.


Ésta es la Madonna della Difesa, Virgen de la Defensa o de Espada, fresco en una pequeña iglesia de Cortina d´Ampezzo atribuido al Tiepolo.


Y aquí otra representación de la Madonna della Difesa (Sa Defentza), Donori (Italia), en Donori (Cagliari, Cerdeña)

Cuando no es a espada, la Santísima Virgen no duda en empuñar una lanza para atravesar sin piedad el corazón del dragón:


Y hasta la dulcísima Guadalupana, impulsora de la Evangelización que acabó con el dominio del dragón en América con sus sacrificios humanos, la hunde en su boca, como bestia del Apocalipsis llamada a ser humillada por la Mujer:


En 1306, Nuestra Señora se apareció a un monje agustino, Nicola la Bruna, quien gravemente enfermo estaba a punto de morir cuando fue curado milagrosamente por ella. A cambio, le pidió que difundiese la devoción de la Virgen del Socorro, y no sólo él, sino toda la orden de los agustinos lo hizo.

Curiosamente, la iconografía que popularizó esta advocación no es la de una curación, sino la de María empuñando un bastón o un látigo para castigar al demonio, empapando así a los cristianos en la idea de que la Madre de Dios es el refugio mejor contra las tentaciones y contra cualesquiera otras manifestaciones diabólicas.

La devoción se extendió por toda Europa.

En España, en el monasterio de las benedictinas de San Pelayo de Antealtares (Santiago de Compostela), se encuentra una talla con la Virgen del Socorro en esa actitud:


Y es la patrona de Benetúser (Valencia), donde la vemos abajo representada en azulejos según copia de una imagen medieval, y donde también sacan en procesión una imagen de Nuestra Señora en tan amenazante gesto contra Lucifer.


Pero es sobre todo en Italia donde las representaciones abundan y son realmente variopintas dentro de algunas constantes.


Como esta Madonna del Soccorso (Virgen del Socorro), tabla de Domenico di Zanobi que se encuentra en la iglesia del Espíritu Santo de Florencia.


O la Madonna del Soccorso de Sciacca, con la singularidad de que aquí la Virgen no levanta el palo porque el diablo yace ya inerme a sus pies.


En esta imagen, Lucifer intenta llevarse al niño con una vara, y Nuestra Señora responde con un garrote de considerables dimensiones.


Una escena similar nos presenta Giovanni Pagani en su Madonna del Soccorso.


En la iglesia-museo de San Francisco en Montefalco, encontramos esta pintura de Francesco Melanzio, en la cual Satanás ha logrado agarrar al niño y le está tirando de la ropa, así que el pintor no duda en colocar en manos de la Madre de Dios un nudoso garrote de apariencia terrorífica. ¿Qué madre no haría lo mismo??


Y ésta es una estampa devocional de principios del siglo XX que demuestra la extraordinaria popularidad de la Virgen del Socorro en Italia bajo esta contundente iconografía.

Cuando no se trata de un palo, los artistas no regatean sufrimientos al Maligno, y sitúan en manos de la Señora un látigo con el que aleja de nosotros ese peligro, como la Virgen del Socorro del santuario de Castiglione del Lago (Perugia), de Adriano Zabanelli...


...o la Madonna del Flagello de Foligno, atribuida a Lattanzio dei Niccolò:


El mensaje espiritual de todas estas pinturas y esculturas está claro: no importa quién conspire contra nosotros, Ella siempre es más fuerte.

Artículo publicado originalmente en Cari Filii.