"No he hecho nada tan grave como para confesarme", "Dios ya me ha perdonado", o incluso "Mi pecado es muy grande, no merezco perdón" o "qué pensará el sacerdote" son algunos de los pretextos más utilizados para evitar la Confesión. Pensamos o que somos lo suficientemente buenos, o que somos demasiado malos como para que Dios nos perdone. Hoy vivimos una especial dificultad para acercarnos a ese Sacramento tan evitado pero tan maravilloso, el que evidencia que Dios quiere tener una historia de amor con nosostros y siempre está dispuesto a perdonarnos.

Ricardo Reyes Castillo, sacerdote de raíces panameñas y residente en Roma, es el autor de Me dejé seducir, Viaje hacia la reconciliación (Vozdepapel) donde varias historias de vida y de amistad tienen un punto en común: Dios, creamos en Él o no, nos sale una y otra vez al encuentro pues estamos necesitados de su perdón y de la libertad que este nos da.

El padre Ricardo Reyes también ha publicado con gran éxito el libro Cartas entre Cielo y Tierra.

ReL ha entrevistado al padre Reyes, autor de Me dejé seducir, Viaje hacia la reconciliación (Vozdepapel).


- Es importantísimo no sólo confesarse, sino redescubrir el significado de cada uno de los sacramentos. Pienso que es el gran problema de hoy: tenemos una gran dificultad a la hora de comprender el valor inestimable de los sacramentos, en qué consisten, y sobre todo qué es lo que nos dan.

Vivimos muchas veces los sacramentos, sobretodo el de la Reconciliación, como un sacramento en el cual vamos a quitarnos algunos pecados, pero el sacramento de la confesión no es sólo esto, es algo mucho más profundo porque es un Encuentro con el Amor.

Todos los Sacramentos son una relación, y creo que una de las cosas más importantes es descubrirlos como un encuentro. Ante todo son un encuentro con el Señor, estar con Él, un descubrir verdaderamente quién es Jesucristo, un dialogar con el Señor.
 

- A los jóvenes, yo pienso que la cosa más importante es explicarles que la confesión nos ayuda a crecer como hombres, porque nosotros crecemos físicamente, intelectualmente, pero espiritualmente no sabemos bien cómo se crece, y el sacramento de la Reconciliación y el sacramento de la Eucaristía son dos grandes instrumentos que nos ayudan en nuestro crecimiento como persona. Son el medio a través del cual el Señor nos ilumina, nos muestra quienes somos, y al mismo tiempo iluminándonos nos ayuda a vernos y a ver a Dios en nuestra vida. En el fondo es un instrumento que nos ayuda a buscar y a descubrir un sentido a la vida.

 Mucha gente dice: ‘yo no me confieso porque no tengo muy claro cuales son mis pecados’.Hay que decirles que confesándote recibes la luz, para tener siempre más claridad, para ver tus faltas, y viendo tus faltas, entonces puedes reconocer aquella belleza del Amor que llena todas estas faltas.


 

- Le contaría mi experiencia personal; que para mí es el Encuentro con el Amor, es la única cosa que da sentido a mi vida, encontrarme con un amor que me ama en mis pecados, y que me ayuda constantemente, porque necesito continuamente experimentar la ternura del amor de Dios a través de este sacramento.
 
- Precisamente lo que hay que contar es que el Señor es un seductor. Y lo maravilloso es encontrarse con ese Dios que te viene siempre a buscar, siempre a buscar, siempre a buscar, y es eso lo impresionante. Cuando verdaderamente te encuentras en el infierno, la tristeza, la soledad más profunda, y allí experimentas que no estás solo, y entonces encuentras que ‘el seductor’ te ha buscado durante toda la vida y no te ha dejado jamás, y te maravillas de un amor tan grande que no sigue nuestros parámetros de amor ni de justicia si no que va mucho más allá.

 Y el Señor en el fondo lo que quiere es que tú lo veas como amor, que yo lo vea como amor, yo estoy llamado a anunciar el Amor de Jesucristo, estoy llamado a anunciarlo como aquel Amor que me viene siempre a buscar, a seducir, por eso el título cita a Jeremías cuando dijo: “Me has seducido Señor, y yo me dejé seducir”.
 

 - Bueno, yo espero que a las personas les ayude. Pienso que el éxito, nuestro éxito es la Cruz, no creo que nuestro éxito sea vender libros, sino anunciar la ternura del amor de Dios. Escribir no es fácil pero es una gracia y no depende de mi capacidad; la gran maravilla es ver cómo en verdad el Espíritu te guía, es Él el que escribe y sabe también para quién va a ser lo que va a ser escrito, quien va a leer aquellas palabras.
 

 - No es fácil. La gente cada vez lee menos, lee poco, pero al mismo tiempo es un medio a través del cual se llega a personas que quizás no tienen otro medio de encontrarse con una Palabra. A mí me ha llamado mucho la atención que con Cartas entre Cielo y Tierra me escribió una persona que está en la cama, que no se puede mover ni salir de la casa, y me escribió diciéndome que para él había sido fundamental poder estar ahí en su cruz en esa cama y que el libro lo acompañaba y que lo había ayudado a descubrir la belleza de la Eucaristía.
 

- Comencé a escribir sin pensar que lo que plasmaba iba a convertirse en libros. Más bien pensaba que fuera un instrumento para la parroquia y para la gente, ya que fueron las mismas personas que me pidieron en varias ocasiones que les diera un material escrito para meditar.

 Para escribirlos sigo las catequesis mientras hablo.
Este año he hablado sobre el matrimonio, ahora también tengo unas catequesis que haré en Perú sobre lo mismo y al final de todo ese proceso te das cuenta qué es lo que necesita la gente. Siempre trato de inventar una historia para que sea de fácil lectura, porque pienso que la cosa más importante hoy es encontrar el lenguaje, sobretodo en un mundo el cual hoy funciona con mensajes cortos, breves, luces fuertes.

A través de los diálogos de los personajes se explica todo, sin decir, por ejemplo de forma explícita, que el trasfondo es el Sacramento de la Reconciliación.