El poeta y periodista José Miguel Santiago Castelo, fallecido en Madrid el 29 de mayo a los 66 años, fue enterrado el pasado domingo en su pueblo natal, Granja de Torrehermosa (Badajoz), que decretó tres días de luto en su memoria.
Se le recuerda como periodista y maestro de periodistas, en el diario ABC desde 1970, y también como autor de una memorable obra poética, que repasó y depuró en sus últimos días convaleciente de su enfermedad final.
Fue reconocido con la Medalla de la Región de Extremadura por cantar a esta tierra en sus libros de poesía: Tierra en la carne, Memorial de ausencias (premios Fastenrath de la Real Academia Española), Monólogo de Lisboa, La sierra desvelada, Cuaderno del verano, Siurell, Al aire de su vuelo, Cuerpo cierto, Quilombo (premio Extremadura a la Creación), La hermana muerta, Esta luz sin contorno... y antologías Como disponga el olvido y La huella del aire.
Estilísticamente le influyeron Manuel Machado, Luis Rosales y Rafael de León, y también Jesús Delgado Valhondo, veterano poeta volcado en la loa al paisaje extremeño.
Santiago Castelo también era un hombre de fe católica, según recordó el arzobispo de Mérida, Celso Morga, en el sermón promunciado en su funeral. "Hoy a través de la Eucaristía, la Santa misa en el decir de Santiago Castelo, desde la que siempre creyó y esperó, nos ofrece el marco para dar gracias a Dios por el paso de este hermano entre nosotros", proclamó el arzobispo.
"Damos gracias porque este poeta nuestro ha sabido hablar al corazón del hombre. Si un poeta es auténtico sabe anunciar la verdad y denunciar la mentira. Es lo que ha hecho Santiago Castelo con la transparencia cristalina de su buen hablar y escribir poético. En sus poemas cumple esta misión del poeta al reclamar por el dolor de los buenos, y al gritar contra el sufrimiento de los inocentes; a la vez que invoca a Dios que vengan las buenas noticias sobre aquellos que, en cualquier parte del mundo, todavía alientan las buenas esperanzas. Aunque también tuvo su noche oscura, como San Juan de la Cruz, y así Castelo lo expresó en su poesía:
A veces tengo miedo. No sabría
decir de qué. Pero es un miedo ciego.
Miedo a la soledad, a la agonía,
miedo a perder mi parte de alegría
y a dudar de un cariño que no niego...
Tengo miedo, Señor. Y ya es de día".
El arzobispo concluyó su alocución con estas palabras: "Acabo dando gracias a Dios porque Santiago Castelo exaltó su vocación de poeta, de periodista sincero, fiel a sus principios, a los valores de su cultura de origen, a la religión católica. Ha muerto en plena comunión con la Iglesia, recibiendo los sacramentos que el mismo solicitó consciente de su paso. No es poco...especialmente hoy día. No es poco ser poeta y serlo por vocación, por vocación de servicio y acompañamiento. [...] Querido Santiago, que el Maestro Jesús, el maestro de la verdad, del amor y de la vida te acoja en su Reino para siempre. Descansa en paz con todos los tuyos".