Pero el arte cristiano occidental ha representado a la Virgen María de otras muchas maneras, que antes fueron bastante populares pero hoy muchos desconocen (excepto los visitantes de buenas pinacotecas). En el blog ChurchPop.com han seleccionado estas 6 peculiares escenas.
Bernardo de Claraval, difusor del Císter y organizador de los Templarios en el siglo XII, fue un gran santo y doctor de la Iglesia. Se dice que sufría en sus últimos años de una dolencia en un ojo y que la Virgen María se le apareció con el Niño y le salpicó con leche materna (unos dicen que en el ojo, otros que en la boca) y que eso le curó.
No está muy claro el grado de credibilidad que hay que dar a la historia o su nivel místico, pero a los artistas posteriores les inspiró en muchas ocasiones: lo masculino y lo femenino; el anciano, la Infancia y la maternidad; el sabio y lo corporal... tiene resonancias profundas.
En Juan 19, 26-27 Jesús entrega a María a su iglesia (simbolizada en Juan, el apóstol junto a la Cruz) como Madre. También es la nueva Eva que vence a la serpiente (Génesis 3,15). Como tal, protege a sus hijos del Maligno y sus insidias, especialmente de sus engaños.
Muchos artistas la representan con un palo (a veces de aspecto muy doméstico) con el que protege a unos niños de demoniejos de feo aspecto.
La Escritura habla de la túnica sin costuras de Jesús (Juan 19, 23-24), que todos suponen que tejió con amor su Madre. Esta reflexión llevó a muchos artistas a representarla tejiendo la túnica.
También es símbolo de que ella "vistió" de carne al Verbo Eterno, a Dios Hijo ("y tomó carne de María Virgen y se hizo hombre"). Tanto el vestido de tela como el de carne que ella le dio, le sería arrebatado en la crucifixión y muerte. Pero ahora, resucitado, reina vestido de majestad. Cientos de generaciones de mujeres que han tejido y cosido para sus hijos pueden haber reflexionado con estas imágenes.
La lógica narrativa parecía pedir que Cristo pudiera despedirse de su Madre, como lo hacía de sus discípulos en varias ocasiones, en su subida a Jerusalén y la Última Cena. Sería una escena muy emotiva y humana. Si los Evangelios estuvieran inventados por autores de ficciones, lo habrían incluido. Pero los Evangelios no son ficciones y recogen hechos constatados y con relevancia teológica.
Con todo, los artistas en la Alemania del siglo XV y XVI empezaron a dibujar escenas en las que Jesús dice adiós y abraza a su Madre, sabedor de que la muerte se le acerca. Es una época de arte más naturalista, la del Renacimiento.
Es un tema que el Barroco español ha trabajado muchísimo por su devoción a la Inmaculada Concepción de María y su tradición realista, incluso costumbrista, que ha buscado Marías niñas, infantiles, en escenas caseras y tiernas, o en advocaciones de María como Divina Pastorcilla. Pero en otros países y ambientes se ha tratado mucho menos, especialmente en arte para iglesias.
Con todo, el reto para los artistas siempre ha estado ahí: mostrar a una Niña sin Pecado, llena de Gracia, la Muchacha nunca tocada por el mal... en familia, por ejemplo, con San Joaquín y Santa Ana.
Aunque la Biblia no menciona a Santa Ana, la madre de María (aparece mencionada en algunos apócrifos y la Tradición cristiana lo ha recogido) es un tema pictórico hermoso: la Madre (una humanidad nueva, perfecta, llena de gracia) y la abuela (una humanidad corriente, quizá más cercana a nosotros, pueden pensar algunos artistas y espectadores) contemplan, juntas al pequeño Niño Jesús, que a menudo juguetea bajo la mirada atenta de las mujeres. Una y otra parecen indicar siempre lo mismo: "Contempladle, es Jesús, es Él".
Artículo publicado originalmente en Cari Filii.