El historiador, ensayista y periodista de Le Figaro Jean Sévillia ha sido uno de los ponentes más aplaudidos en el Congreso Internacional 50 Años de Mayo del 68, que se celebra en la Universidad Francisco de Vitoria. En su ponencia describió los sucesos de 1968, que vivió con 15 años de edad. Después respondió a las preguntas del público y de ReligiónEnLibertad, sobre cómo educar pensando en el futuro.
La prioridad de los cristianos hoy, nos dice, ha de ser reforzar y proteger las familias, crear asociaciones y redes que protejan a niños y jóvenes de una cultura dañina, anticristiana y antifamilia, que nació a raíz de Mayo del 68.
Lo que pasó en Mayo del 68
La “cosa del 68” empezó en París como una protesta estudiantil, y el 3 de mayo se produjo la primera noche de barricadas y choques violentos con la policía. Luego llegaron las manifestaciones con decenas de miles de estudiantes, y hubo 1.500 heridos entre los manifestantes “y otros tantos entre las fuerzas del orden”, explica el historiador. Los sindicatos se sumaron: en un país de 50 millones de habitantes, 10 millones se declararon en huelga.
“El Partido Comunista tenía un 25% de los votos en esa época. La derecha temía que el comunismo tomara el poder. Años después supimos que el Partido Comunista francés había recibido órdenes de Moscú, de los soviéticos, de no tomar el poder. Y el Partido Comunista, y los sindicatos, negociaron con De Gaulle mejoras de pensiones, mejoras sociales... Los comunistas no creían en la revolución, eran solo reformistas”.
“Yo tenía 15 años en mayo del 68, me empezaba a interesar en la política. Todos veíamos que la autoridad legítima parecía desarmada ante los acontecimientos. De Gaulle un día desapareció del país. Más adelante supimos que había ido a Alemania, a reunirse con el jefe de las tropas francesas allí. Y volvió, anunció que convocaba elecciones, y al día siguiente 600.000 personas salieron en una manifestación de derechas, de apoyo a De Gaulle. Y toda la revuelta se deshizo. Hubo elecciones un mes después y la derecha ganó de forma aplastante. Yo vi como los conservadores decían: 'Qué alivio, podemos volver a vivir como antes, tranquilos'. Pero ya nada fue como antes”.
Gran manifestación de apoyo a De Gaulle el 30 de mayo de 1968.
Cómo cambió la sociedad… forjándose la actual
El historiador resume por qué a mediados de los años 60 surge una nueva sociedad consumista, individualista, rebelde y alejada de la práctica religiosa.
“A partir de los años 60 la gente ya no creía que los europeos nos pudiéramos matar en guerras entre nosotros, aunque luego nos sorprendió el caso de Yugoslavia en los 90. Era por primera vez una generación acostumbrada a la paz entre europeos. En 20 años Europa Occidental pasó de rural a urbana. Y casi todos los hogares tenían ya en casa teléfonos y televisión. Las autopistas y los trenes acortaban las distancias. En los años 50 se ahorraba, había escasez, esfuerzo para poder adquirir algo; pero a finales de los 60 ya había cambiado eso”.
Cambia también la familia: “Las mujeres, que habían trabajado durante la Primera Guerra Mundial por emergencia, ahora trabajaban de forma normal, y eso cambiaba la vida familiar. Y se aprueba en Francia en 1967 la píldora anticonceptiva y se populariza. Cuando yo era adolescente la gente que vivía junta sin casarse era propia del proletariado más bajo o de artistas muy alternativos. Pero hoy, en 2018, en Francia hay más niños nacidos fuera del matrimonio que dentro. Hacia 1965 se produce también la ruptura religiosa, vinculada a las otras rupturas. Toda una parte de la sociedad deja esos años de ir a la Iglesia, no solo en el catolicismo, también en los países luteranos”.
Un momento de la intervención de Jean Sévillia ante el congreso.
El futuro: los cristianos y el populismo
Preguntan a Sévillia por “los nuevos movimientos de derecha o populistas que parecen autoritarios, a veces, en EEUU, Brasil, Rusia...”.
Él responde con ideas generales: “Vemos victorias de líderes que pensábamos que no podían ganar elecciones. Se alimentan de la incompetencia y corrupción de viejas élites políticas que dejan un vacío moral. La naturaleza política odia el vacío. Se llena, pero no necesariamente de buena manera. En general, la gente odia la corrupción y la ausencia de autoridad. En nuestras democracias, necesitaríamos personas capaces de tomar decisiones fuertes, pero alimentadas del humanismo cristiano”.
Sévillia llama la atención por la escasez de verdaderos cristianos en política.
“Es impactante ver hasta qué punto Europa Occidental no tiene políticos que se declaren cristianos. En Francia hay fuerzas más o menos ocultas que se oponen a la presencia de los cristianos en la vida pública y política. En el pasado, la Iglesia dio a Europa grandes políticos, gente de moral cotidiana y oración. Un político que reza no es un político cualquiera. No sé cuántos políticos habrá hoy que recen”.
¿Cómo formar a estos políticos? “Una universidad católica podría formar gente que se defina como cristiana y haga política. Muchos fenómenos populistas que vemos son fruto de ausencia de los cristianos. Un cristiano es una persona razonable que no entrará en violencia, el cristiano sabe que existe el pecado y que hay que dosificar lo que se pude hacer o no. La política, el servicio del bien común, sabe que trabaja con seres imperfectos”.
En diálogo con ReligionEnLibertad, el historiador profundiza más.
- ¿En qué época del pasado se pueden inspirar los cristianos de hoy?
- No hubo nunca un periodo ideal, siempre el hombre ha sufrido el pecado, en ninguna época se han cumplido todos los mandamientos de Dios. Pero hubo épocas con políticos animados por la fe. En la época de San Luis, Rey de Francia, la fe era fuerte, había catedrales, etc… pero no podemos nunca volver al pasado. Pero podemos inspirarnos en grandes hombres.
- Sin embargo, habrá épocas pasadas que nos den enseñanzas para hoy…
- Bueno, quizá nuestra época se parece a la Caída del Imperio Romano, el final de una época, grandes migraciones, un periodo de hundimiento, un cristianismo minoritario… en eso hemos vuelto al siglo V. Somos minorías cristianas ante mayorías paganas, hoy con un martirio menos cruel, un martirio moral, porque la moral del mundo contemporáneo va contra la moral cristiana. En este contexto, hemos de inventar nuevas formas de vida cristiana adaptada. Como historiador sé que la historia nunca se repite igual, la mera nostalgia del pasado no es buena.
- ¿Qué santos del pasado nos deberían inspirar, entonces?
- Todos los santos de Europa, innumerables. Necesitamos más espíritu de sacrificio, volver a los fundamentos de la fe, como pedía Benedicto XVI.
- Como historiador, ¿qué le parecen los recientes aniversarios de la Primera Guerra Mundial, la Caída del Muro de Berlín, la Revolución Rusa y este Mayo del 68?
-En nuestra sociedad de inmediatez y superficialidad, estos aniversarios dan a la gente puntos de referencia y reflexión. Por ejemplo, aprendemos que después de épocas de desórdenes, la gente pide orden y control. No entendemos el siglo XX si no entendemos la Primera Guerra mundial, porque de ella nacen el comunismo, el nazismo, la Segunda Guerra Mundial.
- ¿Y las celebraciones sobre la Revolución Rusa o la caída del comunismo en 1989?
- Hay una mala conciencia de la izquierda europea. Sí, hubo alguna izquierda anti-comunista, pero también hubo siempre una alianza entre comunismo y socialistas, en España como en Francia. Tienen mala conciencia y les cuesta reconocer el totalitarismo del comunismo. Hay muchos libros sobre los crímenes del nazismo, crímenes muy reales, pero hay muchos menos libros de crímenes del comunismo. No se trata de hacer contabilidades sórdidas y macabras pero el comunismo generó millones de muertos...
- ¿Estos horrores del comunismo llegan al cine, a las teleseries?
- Hay una gran película: Katyn, la película de Wajda, sobre la alianza entre nazis y comunistas en Polonia en 1939 y la matanza de miles de oficiales polacos prisioneros. Durante años se dijo que los nazis mataron a la oficialidad polaca, luego se supo que fue el Ejército Rojo. El cineasta polaco hizo esta película magistral… y le pusieron problemas para distribuirla en Francia.
- ¿Qué nos va a dañar más como civilización en el futuro: las ideologías utópicas, el transhumanismo, los populismos, el mero ocio consumista…?
- Lo que llaman "populismo" a veces es un peligro ilusorio evocado por las izquierdas para que los pueblos no se hagan preguntas sobre sus identidades. No, yo creo que el peor peligro en el futuro es la crisis de la familia. Llevan 30 años dedicando leyes y recursos a destruir la familia. Eso dañará a los niños, su educación, su capacidad asociativa, luego al mundo laboral, etc… Hasta la delincuencia: hoy te pueden apuñalar por una tontería. Consideraron opresiva la familia y la desmantelaron. ¡Y es el lugar donde aprendemos a respetarnos, a madurar, a amar!
- ¿Qué podemos hacer los cristianos?
- Reconstruir la familia es lo más importante. Además, entendamos que el individualismo no va a desaparecer de la noche a la mañana. Hay que vivir en esta cultura que nos ha tocado, pero reforzando la familia, creando asociaciones de jóvenes, creando entidades católicas. Hay que defender al hombre, con redes de apoyo, frente a esta sociedad tan dura. Hay paradojas, como que una Iglesia pobre quizá puede defenderse mejor que una rica, porque la Iglesia alemana es muy rica y es un desastre en teología, en fe, en impulso misionero, etc…
- Las familias cristianas, ¿cómo deberíamos educar a los niños en este contexto?
- Los niños reproducen lo que ven en sus padres. Si ven que sus padres usan Internet de forma razonable, ellos harán lo mismo. Si ven que sus padres ven cosas sucias en Internet, o pierden horas en la red, ellos harán lo mismo. Lo primero es dar ejemplo con la vida cotidiana. Que vean a sus padres rezar, ir a misa a alimentarse, no por cumplir. Transmitiremos lo que vivimos.
La biografía Zita. Impératrice courage es una de las obras más celebradas de Jean Sévillia.
- Usted está difundiendo además la figura cristiana de la Emperatriz Zita, expulsada de Austria tras la Primera Guerra Mundial…
- Fue la esposa del beato Carlos de Austria, el último emperador austro-húngaro. Escribí un libro sobre ella. La Iglesia ha abierto su causa de beatificación. La familia imperial austriaca me pidió que investigara sobre su vida y presido la asociación para su beatificación, que busca financiación para el proceso. Perdió su trono cuando cayó la monarquía en 1918. Después su marido murió pobre, en el exilio en la isla de Madeira. Quedó viuda a los 30 años con 8 hijos. Se quedó sin corona, sin marido, sin dinero (la fortuna de la familia Habsburgo la confiscó Austria)… Educó a sus hijos como viuda, con una vida cristiana de oración. Todos estamos llamados a la santidad, seamos reyes u obreros. Ella se dio a los demás y sirvió a Cristo, fue ejemplo de madre ejemplar y esposa modelo. En Francia hay una espiritualidad de asociaciones que rezan por ella, con madres de familia viudas... Su vida daría para una teleserie.