«La Iglesia nos vende un Jesús que no era real, y nosotros, los inteligentes revisionistas alternativos te lo podemos mostrar incluso en detalles. ¿Sabías que "en realidad" Jesús estaba casado, que no tenía el pelo largo sino corto, que lo colgaron en un palo y no en una cruz, que era más bien bajito y no alto, que nació en una casa y no en un establo, que se llamaba Joshua y no Jesús, que no hubo doce apóstoles porque es un número astrológico, que las profecías bíblicas son posteriores a los acontecimientos predichos y que muchas citas de Jesús no son reales

He aquí, resumido en un párrafo, un ramillete de temas (9 en concreto) que de vez en cuando aparecen en la prensa generalista y en Internet, como queriendo demostrar que la Iglesia está muy equivocada o se inventa las cosas (todas las iglesias, y los cristianos en general desde antiguo)… mientras que algunos periodistas espabilados que saben teclear “Jesus” en Google saben mucho más.

¿Qué importancia tiene el pelo o la altura de Jesús?, pueden preguntar algunos. Desde un punto de vista dogmático, no mucho, pero ayuda a dar confianza sobre la capacidad de los cristianos antiguos de recordar y transmitir con fidelidad los hechos de la vida, muerte y resurrección de Cristo.

Además, el mismo Jesús animaba así: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”. Y no sólo las Escrituras nos acercan a los hechos de la época de Jesús: la historia, la arqueología, y el mismo sentido común nos pueden ayudar.

Jon Sorensen, que mantiene un popular blog en inglés sobre apologética católica (www.jonsorensen.net) cree que estos 9 temas son emblemáticos de cierta crítica superficial y mediática contra el cristianismo. La selección de temas la ha realizado, en realidad, la antigua evangélica y hoy “librepensadora” Valerie Tarico, en un artículo titulado “9 cosas que pensabas saber sobre Jesús que probablemente están equivocadas”. Pero, probablemente, lo que está equivocado es lo que propone Valerie Tarico. Siguiendo a Sorensen, repasamos los 9 temas.


Es un bulo antiguo y refutado mil veces; en Internet es popular desde que se publicó la fantasiosa novela El Código Da Vinci. Tradicionalmente se ha mantenido con un solo argumento: los judíos valoraban el matrimonio y la fertilidad, y sus líderes religiosos eran también hombres casados. Normalmente los cristianos responden que también había personajes religiosos judíos no casados, como el profeta Jeremías, San Juan Bautista (que era un líder que creó escuela), algunas corrientes como los esenios o San Pablo.

También se responde que Jesús era, desde luego, una personalidad especial y bastante rompedora, que no tenía ningún interés en ser una fotocopia o un modelo de lo que debía hacer el “judío estándar del siglo I”.

Aunque la mayoría de los judíos se casasen, él no tenía por qué hacerlo, y menos si tenía conciencia de tener que realizar una misión especialísima.

Otra respuesta lógica es que si Jesús hubiera tenido una mujer, los Evangelios lo habrían recogido.

Tarico se remite a un supuesto papiro publicado en 2014 que habla de “la esposa de Jesús”. Pero Sorensen recuerda que, como escribe Owen Jarus en Livescience, “un número creciente de estudiosos han denunciado el papiro del tamaño de una tarjeta de visita como una falsificación”.


La mayoría de la gente que no lee la Biblia y no va a la Iglesia no sabe casi nada de Jesús, excepto por lo que han visto en la TV, las películas, los cuadros de arte y, en países hispanos, en las esculturas que se sacan a la calle en Semana Santa y procesiones. Saben que estaba en una cruz y tenía el pelo largo.

Por eso, parece rompedor e iconoclasta decir que “casi seguro que Jesús no tenía el pelo largo”. Tarico dice que tener el pelo largo era mal visto por los judíos antiguos, como indica San Pablo en 1 Corintios 11,14: “¿Es que acaso la naturaleza misma no enseña que si un hombre tiene el pelo largo es una deshonra para él?”

Pero, ¿a qué llamaba San Pablo “pelo largo”? Los Beatles eran criticados en su primera época por tener “pelo largo”… aunque apenas les rozaba los hombros. Un “heavy” o metalero, con melenas por debajo de los hombros consideraría que eso es corto. De una mujer que lleva “melenita” nadie diría que lleva pelo largo.

Tarico apunta además a la famosa imagen grabada en el Arco de Tito de prisioneros judíos llevando la menoráh y otros tesoros del Templo tras la caída de Jerusalén en manos de los romanos en la guerra del año 70d.C. Los prisioneros no llevan barba. Sin embargo, dos de ellos sí llevan pelo hasta los hombros. Que no lleven barba puede deberse a un convencionalismo del escultor; o quizá los romanos se la quitaron a los rebeldes judíos prisioneros como humillación.




Además, Sorensen apunta a un artículo de la Enciclopedia Hebraica en inglés sobre la historia de la barba en el judaísmo para apuntalar que los judíos sí usaban barba. Parece que en la Palestina de Jesús las clases más helenizadas y élites comerciales (saduceos, por ejemplo) no usaban barba, mientras que un predicador itinerante de la apartada y rural Galilea, que era llamado “rabí” (maestro) casi seguro que sí la usaba. En cualquier caso, no afecta a ninguna enseñanza importante de la doctrina cristiana.


Tarico aquí bebe de las mismas desacreditadas fuentes que los Testigos de Jehová para intentar mostrar que la cruz no era una cruz, que era sólo un poste vertical, y que los cristianos inventaron la cruz influidos por religiones paganas que usaban este “signo pagano”.

Jon Sorensen ha escrito artículos refutando las supuestas “importaciones de signos paganos” en los textos o doctrinas cristianas y no ve base para esta acusación. La palabra “stauros” en griego significa “cruz”.

Además, recuerda que sabemos que los romanos sí crucificaban en cruces. Cita una carta de Séneca el Joven: La Consolación de Marcia, Ensayos morales, 6,20: “veo cruces de muchos géneros, que varían según el capricho de los tiranos. Este pone cabeza abajo a los que quiere colgar […] este otro les extiende los brazos en el patíbulo”.

El patíbulo era el palo horizontal de la cruz, así que queda claro que había crucifixiones con brazos extendidos (y también cabeza abajo, como la tradición dice de la muerte de San Pedro).

Por otra parte, la Biblia es clara al decir sobre la crucifixión de Jesús (por ejemplo, en Mateo 27,37): “Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ‘este es Jesús, el Rey de los judíos”. El texto dice que el cartel estaba “sobre su cabeza” porque tenía los brazos extendidos en cruz. Si hubiera estado en una cruz en aspa no habría tenido letrero sobre la cabeza. Si hubiera colgado en un poste como dice Tarico y los Testigos de Jehová sobre la cabeza tendría las manos de las que colgaría, y el letrero estaría sobre las manos, no sobre la cabeza.


La acusación de Tarico es que en el arte Jesús aparece como una persona alta (incluso en novelas gnósticas y nada cristianas como “Caballo de Troya” Jesús es un hombre alto y llamativo), mientras que la estadística y la arqueología dicen que los habitantes de la zona en su época eran más bien bajitos. La Biblia no dice nada del aspecto físico de Jesús: no dice ni que fuera alto ni que fuera bajo. Tampoco la Iglesia enseña que fuera alto, aunque ser alto ayuda a ser predicador rural al aire libre. Tarico tampoco tiene datos para demostrar nada sobre la altura de Jesús, excepto la afirmación estadística de que la estatura media en esa época, a nosotros, habitantes de Occidente del s.XXI, nos parecería baja.


Tarico opina (sin prueba alguna) que la historia del nacimiento milagroso de Jesús “es una adición tardía, quizá del segundo siglo, a la Biblia y contiene muchos elementos míticos y peculiaridades. Y la idea de que Jesús nació en un establo se añadió aún más tarde”.

Lo cierto es que la Biblia no habla de un establo, pero sí dice que María puso a Jesús en un pesebre (el lugar donde se pone la comida de los animales… que suele estar en establos). Benedicto XVI lo escribe así en su libro sobre la infancia de Jesús: “María puso al niño recién nacido en un pesebre –Lucas 2,7. De este detalle se ha deducido correctamente que Jesús nació en un establo, en un lugar poco acogedor, uno podría incluso decir que indigno”, escribe Benedicto XVI.

Jon Sorensen añade que el versículo del pesebre (Lucas 2,7) se ha encontrado en el manuscrito Payrus 4, que data de la primera mitad del siglo II, y que probablemente es copia de un manuscrito anterior. No hay evidencia para deducir que no fuera parte de la narración original más antigua.


Ese “gran descubrimiento” de la señora Tarico es como descubrir que Julio César se llamaba Gaius Iulius y que Gengis Kan en mongol se pronuncia “Chinguis Jaan” (y su nombre real era Temüdyin). Es evidente que los nombres de los grandes personajes se adaptan a los distintos idiomas: pocos hispanohablantes pronuncian bien el nombre del político catalán Jordi Pujol, pronunciando más bien “Yordi Puyol”, pero nadie duda de quién se trata. Los nombres también cambian ligeramente con los años. Por ejemplo, Santiago, Yago, Jacobo y Jaime son el mismo nombre en español, y en realidad son variantes del hebreo Yakob. Wikipedia tiene detallados artículos sobre la etimología del nombre “Jesús”, sin que se evidencie que la Iglesia haya intervenido en conspiraciones misteriosas para cambiar el nombre de su fundador. Los nombres cambian solos por razones sociolingüísticas. Los católicos de lengua árabe, por ejemplo, rezan a “Isá”.

Tarico sospecha que el número de los 12 apóstoles se debe a la influencia de la astrología en las religiones antiguas, señalando que hay “12 dioses olímpicos, 12 hijos de Odín, 12 días de navidad y 12 sucesores legítimos del profeta Mahoma”.

Pero el caso es que nadie duda de que, muchos siglos antes de Jesús, Israel ya estaba organizada en 12 tribus. Jesús elige a 12 apóstoles expresamente como símbolo de las 12 tribus. En Mateo 19,28 Jesús dice a los doce: “Cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”, sin aludir a nada astrológico.

En Marcos 3,13 está el texto que explica que eran doce y quienes eran los doce: “Subió al monte, llamó a los que El quiso, y ellos vinieron a El. Y designó a doce, para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar, y para que tuvieran autoridad de expulsar demonios. Designó a los doce: Simón (a quien puso por nombre Pedro), Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan hermano de Jacobo (a quienes puso por nombre Boanerges, que significa, hijos del trueno); Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananita; y Judas Iscariote, el que también le entregó”.

Es evidente que se trata de gente real, con actividades y personalidades reales, no están inventados para rellenar un número, y no tienen nada que ver con que el número 12 sea un número bonito y frecuente en otros sistemas rituales. Expresan la Iglesia, el nuevo Israel, que tiene 12 "hermanos" en su origen, igual que el antiguo pueblo israelita nace de los 12 hijos de Jacob.

Jesús no estaba influido por los dioses olímpicos (era un judío monoteísta) ni mucho menos por Odín de los vikingos o Mahoma, 6 siglos posterior a él.

Tarico en realidad lo que afirma es que muchas cosas escritas en los Evangelios se han inventado o retorcido para que encajen con las profecías del Antiguo Testamento. La respuesta cristiana es que más bien los autores del Nuevo Testamento, cuando ven algo que les llama la atención, les parece que encaja con alguna profecía anterior y así lo dicen. Por otra parte, ninguna profecía del Antiguo Testamento avisaba de que el Templo de Jerusalén sería destruido en época romana. Pero Jesús profetizó que así pasaría, y pasó en el año 70.

Tarico es muy escéptica con las frases que los Evangelios dicen que son de Jesús porque “no había tecnología para grabar las enseñanzas en tiempo real”. Claro que lo mismo podría decirse de cualquier enseñanza de cualquier personaje hasta el siglo XIX.

Evidentemente, Jesús vivió en una cultura memorística y oral. Un rapsoda griego podía recitar de memoria poemas larguísimos como la Odisea o la Ilíada. Un estudioso hebreo podía memorizar entera la Biblia (aún se hace).

Era posible tomar notas escritas durante las enseñanzas, que además en el caso de Jesús usaban técnicas de memorización (parábolas, repeticiones…) y el nivel de alfabetización básica entre los hebreos podía ser muy alto. No muchos podrían ser grandes lectores capaces de leer las Escrituras con buena recitación en la sinagoga en voz alta y clara, pero muchos podían escribir notas básicas en sus negocios. (Sobre esto, lea este artículo de ReL).

Tarico señala un pasaje especialmente conflictivo, el caso de la mujer cogida en adulterio, que falta de algunos manuscritos antiguos (Juan 8, 111). Pero incluso muchos de los especialistas que sospechan que se pudo añadir en épocas más tardías creen igualmente que se refiere a un suceso real que sucedió con Jesús y se recordó de generación en generación. (A favor de que este pasaje no es un añadido tardío hay este artículo en inglés).

La capacidad de la memoria en una cultura memorística es más grande de lo que creen muchos personajes del s.XXI que dependen de su grabadora y de Google.
Jon Sorensen concluye: “hay respuestas razonables a cada uno de los puntos que Tarico señala”. A los interesados en la investigación bíblica moderna que lean inglés les recomienda www.thesacredpage.com