Su Carta Abierta a Melinda Gates del 6 de agosto de 2012 hizo célebre a la microbióloga nigeriana Obianuju Ekeocha, presidenta de Culture of Life Africa. Se consagró entonces como una de las voces de referencia en África contra el neocolonialismo ideológico que intenta imponer allí la cultura de la muerte, a pesar de la evidente resistencia de sus sociedades.
Acaba de publicarse en español su alegato más completo y contundente contra esa imposición: Objetivo África (Homo Legens), con prólogo de Gabriele Kuby, autora de La Revolución Sexual Global.
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A pesar de su tono reivindicativo, Ekeocha no es victimista. Reconoce que el daño que están haciendo a África la introducción masiva de anticonceptivos o las presiones a favor de la legalización del aborto es un daño "en gran parte autoinfligido". Los organismos internacionales se aprovechan, por un lado, de la nefasta gestión económica de algunos gobiernos, que se endeudan hasta ser esclavos de los tenedores de la deuda; por otro, de la corrupción, "profundamente arraigada", de la clase dirigente; y por último, de que esos funcionarios corruptos se hayan convertido en "yonquis de la ayuda", que condiciona sus políticas porque el socorro económico que reciben suele llegar de las mismas fuentes que las imposiciones ideológicas.
Además, la idea de que estamos ante un "neocolonialismo" tiene raíces históricas por el proceso de independencia de los países africanos respecto a los países europeos, pero Ekeocha es consciente de que la cultura de la muerte es tan postiza en África como en las naciones cuyos gobiernos e instituciones la promueven. Estos "amos coloniales" que "destruyen las culturas e instituciones de los países a los que dicen estar ayudando", hacen "el mismo trabajo de deconstrucción en sus propios países".
Obianuju, durante una concentración contra la imposición del aborto en Ghana. Foto: The Epoch Times.
Esa deconstrucción alcanza incluso el lenguaje. Ideas como "igualdad", "elección", "diversidad" o "derechos reproductivos" no tienen otra finalidad, "en la guerra contra la moralidad tradicional", que encubrir los aspectos más siniestros de la cultura de la muerte "a fin de que no sean cuestionados en el debate público".
Durante la conferencia organizada el 17 de marzo de 2016 por la misión de la Santa Sede en las Naciones Unidas sobre Mejores prácticas para el cuidado de la salud materna, Ekeocha explicó que algunos conceptos de la cultura de la muerte encuentran dificultades en África incluso para ser traducidos.
Los órganos del mundialismo sentaron las bases de esta ofensiva en la Conferencia de El Cairo sobre Promoción y Desarrollo de 1994 y en el Protocolo de Maputo de 2003, cuyo artículo 14 sobre "salud y derechos reproductivos" es la vía de entrada del aborto y de la cultura contraceptiva.
Se trata de presentar África como un continente en el que la mujer está oprimida y esclavizada, y el aborto y los anticonceptivos como los arietes de su liberación. Pero Obianuju recuerda que desde la descolonización ha habido en el continente siete presidentas y doce vicepresidentas, y el porcentaje de mujeres en algunos parlamentos es superior al de los europeos: el 64% en Ruanda, por ejemplo, frente al 29% del Reino Unido.
Uno de los instrumentos privilegiados para deformar la realidad africana a través del lenguaje son los medios sistémicos, que "raramente dan buenas noticias" sobre África, resaltando sin embargo "todos los parámetros del fracaso". Las élites africanas se informan sobre todo a través de la CNN, que llega al 75% de las personas con ingresos altos y al 79% de los líderes de opinión.
Una intervención de Obianuju Ekeocha en la BBC que expresa muy bien, con pasión y polémica, la dinámica de imposición ideológica de los organismos mundialistas y los medios sistémicos y su rechazo por la sociedad africana.
Los datos que aporta Ekeocha en Objetivo África son apabullantes, y no tienen que ver solo con las ingentes cantidades de dinero invertidas en condones, dispositivos intrauterinos (abortivos) o abortos. Conciernen, por ejemplo, a la misma "redefinición de los derechos humanos" para promover el aborto o la homosexualidad.
Una muestra. La Revisión Periódica Universal sobre los derechos humanos es un mecanismo de la ONU mediante el cual los Estados miembros hacen "recomendaciones" con destino a otros Estados miembros. Pues bien: en los dos últimos ciclos de evaluación, 25 países asumieron el 90% de las recomendaciones sobre los llamados "derechos sexuales", con Canadá, Holanda, Francia y España a la cabeza. Europa emitió el 76% de las recomendaciones, la mayor parte dirigidas a África, mientras de África no salió ni una sola. Esto indica que "el discurso internacional de los derechos humanos está desproporcionadamente polarizado por la experiencia de los países occidentales y sus paradigmas regionales y domésticos".
El choque con la realidad africana no solo se da ahí. Un estudio de 2010 de USAID (agencia estadounidense para la ayuda al desarrollo) sobre el número de hijos deseados en todo el mundo ofrecía solo un 6% de hijos no deseados en África, con índices desde los 4,8 hijos en Ghana a los 9,1 en Níger y 9,2 en Chad. Obianuju se esfuerza en hacer comprender a la mentalidad occidental que cifras como las de Níger muestran que las mujeres en África, en general, "consideran que todos sus bebés son deseados, incluso cuando no se ha planificado el embarazo". ¿Dónde está la urgencia anticonceptiva, sino en los organismos mundialistas y en su obsesión por el control de población? En las mujeres africanas no.
También aborda Objetivo África el argumento de las muertes de mujeres. Menos del 8% están relacionadas con el aborto, pero es algo independiente de su legalización y tiene más que ver con las hemorragias y la carencia de donaciones de sangre. Todos los países del África subsahariana están por debajo del umbral mínimo de sangre necesario. Un dato elocuente: Suráfrica, que tiene una de las leyes abortistas más laxas del mundo, promulgada en 1996 por Nelson Mandela, tiene una tasa de mortalidad materna en el parto de 138 por 100.000 nacidos vivos, más alta que la de Botsuana (129), donde el aborto es ilegal.
Otra denuncia de Ekeocha es que la imposición de planes de contracepción no informa de sus efectos secundarios. En los países occidentales que imponen esos planes, las mujeres tienen una atención sanitaria de seguimiento que permite controlar y tratar esos efectos. Pero "si las mujeres africanas sufren las consecuencias del uso de anticonceptivos, las sufrirán sin que haya una atención médica de seguimiento".
De ahí que Obianuju no dude en hablar de "racismo filantrópico" y en afirmar que "las naciones, organizaciones y fundaciones occidentales le hacen la guerra a los cuerpos de las mujeres africanas", al combatir sus deseos de fertilidad, y además con prácticas que tienen efectos negativos sobre su salud que los sistemas sanitarios africanos no están preparados para abordar.