La página literaria de The New York Times está consagrada este fin de semana a una detallada entrevista a Bruce Springsteen sobre sus gustos literarios, que incluyen clásicos como Herman Melville (acaba de terminar Moby Dick), Gabriel García Márquez, los grandes rusos (Anton Chejov, León Tolstoi, Fiodor Dostoievski) o William Faulkner y autores de la literatura norteamericana actual como Richard Ford, Cormac McCarthy o Philip Roth.
Se revela como un lector empedernido y con mucho criterio, aunque a sus 65 años confiesa que no empezó a leer "seriamente" hasta que cumplió los 28 o 29, porque antes se fugaba de clase y luego empezó como "un músico de carretera": "Entonces llegaron Flannery O´Connor, James M. Cain, John Cheever, Sherwood Anderson y Jim Thompson. Estos autores contribuyeron enormemente al giro que emprendió mi música en torno a 19781982".
Es llamativa la presencia, como primera de la lista, de Flannery O´Connor (19251964), una de las grandes escritoras católicas del siglo XX, destacable por la forma problemática y poco complaciente, pero profundamente ortodoxa (escribía reseñas bibliográficas de lujo para dos diarios diocesanos de su Georgina natal), con la que abordaba las cuestiones de la existencia. (Pincha aquí para ver algunas de sus obras publicadas en español.)
Un poco más adelante, la implicación de The Boss con Flannery O´Connor se acrecienta cuando responde a la pregunta: "¿Si tuviera que decir un libro que le hizo ser quien es usted hoy, cuál sería?". Ahí Bruce es muy claro: "Uno, sería difícil, pero las historias breves de Flannery O´Connor me afectaron mucho. En ellas puedes sentir la incognoscibilidad de Dios, los misterios intangibles de la vida que confundían a sus personajes, y con los que yo, por mi parte, me encuentro diariamente".
Comentando esta entrevista, L´Avvenire, diario de los obispos italianos, encuentra esos ecos de Flannery O´Connor en un tema concreto de Springsteen, My father´s house [La casa de mi padre], que evocaría la parábola del hijo pródigo. En ella, el cantante sueña con que regresa al hogar de su infancia para "sentirse sacudido en sus brazos": "Me desperté e imaginé los enfrentamientos que nos separaron", cuenta la letra. Pero cuando llega de nuevo a la casa, hay otra persona, una mujer, que le dice que allí ya no vive nadie que responda a ese nombre. Y la casa se queda ahí, "fría y solitaria", mientras el cantante "atraviesa esa autopista oscura en la que nuestros pecados aún no han sido expiados".
Un sueño sobre la culpa y el perdón, sobre el pasado y el regreso, sobre las propias raíces y el origen del dolor, que desde luego Flannery O´Connor habría firmado.