Su director, Giacomo Campiotti, explicó a ReL que se trata de una historia de amor, humor y dolor entre adolescentes con un fuerte componente espiritual.
"Blanca como la nieve, roja como la sangre" es una comedia adolescente, una historia de superación, un triángulo amoroso y una de esas películas de maestros que avivan al joven dormido.
"El joven necesita cercanía, contacto físico", insiste Campiotti... Por eso Leo, uno de los protagonistas, no se "soltará" hasta estar en un entorno tan físico como un ring de boxeo. Hasta entonces, los profesores le parecerán "vampiros" insulsos que chupan 5 horas de su vida cada día.
"Cuando decimos que el joven busca ejemplos y modelos... ¡miremos lo que pasa con el Papa Francisco! Él sabe comunicar ese ejemplo y esa energía. La espiritualidad se lleva dentro, y es de Dios. Lo que les cuesta a los chicos es la religión, que es la expresión humana de la espiritualidad. Les molesta ver la incoherencia, ver que los mayores hablan de una forma y viven de otra. Les escandalizan las divisiones. Y un año de Papa Francisco ha cambiado el ambiente de la Iglesia, al menos en Italia".
Al final, asegura el cineasta, "todos buscamos la felicidad en la vida: los santos, los actores, los ladrones… Y acabamos viendo que la felicidad no es de este mundo, porque es de Dios, y así la buscamos en Dios".
Pero como la felicidad y la "belleza para siempre" -así la llama una de las protagonistas pensando en la eternidad- no son de este mundo, el cine tiene que aludir a ellas con lo que puede: una cámara que asciende al cielo, unas imágenes simbólicas... "Una película puede estimular, plantar semillas, tocarte hasta cierto límite… pero no puede decirlo todo", admite el director, autor de tres películas sobre santos: "Prefiero el Paraíso", "Moscati" y "Bakhita".