La Alemania nazi invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939. Unos días después, el 17 de septiembre, los soviéticos invadían la Polonia oriental.
El mundo no lo sabía, pero nazis y comunistas, que en teoría se profesaban un odio feroz, habían firmado el 23 de agosto el pacto Ribbentrop-Mólotov repartiéndose Polonia y los países bálticos.
Los soviéticos entraron en Polonia declarando que el país ya no tenía gobierno y que sólo pretendían proteger las minorías ucranianas y bielorrusas.
Hubo escenas que quedaron para la Historia, algunas de ellas bien simbolizadas en la película de Andrej Wajda “Katyn”, con la esvástica y la hoz y el martillo ondenado juntas, como sucedió en Brest.
La Wehrmacht nazi, de hecho, capturó la Fortaleza de Brest a los polacos con la ayuda de la 29º Brigada de Tanques Soviética, tras la batalla de Brest Litovsk, el 17 de septiembre.
La foto del general alemán Heinz Guderian y el brigadier soviético Semión Krivoshein en su desfile conjunto en Brest es antológica.
El alemán Guderian y el soviético Krivoshein
confraternizan en Brest, que juntos
han conquistado a los polacos
En noviembre la URSS declaró que 13,5 millones de ciudadanos que antes eran polacos ahora serían soviéticos.
En lo religioso, sobre todo en las zonas más orientales, muchos de estos nuevos “soviéticos” eran cristianos ortodoxos, pero la mayoría eran católicos (6,5 millones de rito latino; 3,2 millones de rito bizantino): casi 10 millones de católicos de repente bajo el régimen de Stalin. Y empezó la represión religiosa.
Tanqueta soviética y motoristas alemanes,
juntos en la parada de Brest del 22 de septiembre de 1939
Si de la persecución religiosa en la ocupación nazi en la Polonia occidental tenemos bastantes datos (miles de iglesias y monasterios confiscados, obras de arte expoliadas y perdidas para siempre, 3.000 clérigos católicos asesinados y de ellos al menos 1.811 en campos de concentración, sobre todo Dachau), de la persecución en la zona soviética faltan muchos datos.
Polonia no pudo empezar a investigar sobre las atrocidades soviéticas en ese territorio (la mayor parte del cual nunca recuperó y hoy pertenece a Bielorrusia) hasta que cayó el Muro de Berlín en 1989: el control comunista del país declaró “tabú” el tema, para mantener la “amistad” con la URSS.
Aún hoy los estudios no han avanzado mucho sobre el tema, ya que mucha represión sucedió en lo que actualmente es Bielorrusia, país que hoy no renuncia aún a su pasado comunista y no favorece la investigación..
En cualquier caso, la Unión Soviética nunca llegó a declarar la guerra a Polonia ni reconocía el Estado polaco, así que no trató a los prisioneros militares polacos como prisioneros de guerra sino como rebeldes contra el nuevo gobierno de la Ucrania y Bielorrusia Occidental.
Durante los dos años que siguieron a la invasión y anexión de Polonia, los soviéticos arrestaron a unos 100.000 ciudadanos polacos y deportaron a un total de entre 350.000 y 1.500.000, de los cuales entre 250.000 y 1.000.000 murieron, la mayoría de ellos, civiles. Como los nazis, también ellos buscaban a las élites, líderes e intelligentsia, y eso incluía al clero.
Contar muertos siempre es difícil, pero los historiadores polacos creen que de 1939 a 1945, entre las persecuciones de nazis y soviéticos y la guerra, Polonia perdió:
-el 45% de sus médicos
-el 57% de sus abogados
-el 40% de sus profesores
-el 30% de sus técnicos
-más del 18% de su clero
Se sabe que en el territorio ocupado por los soviéticos la persecución fue especialmente dura contra los grecocatólicos (excepto los de etnia ucraniana al principio) y que las deportaciones de sus clérigos empezaron ya en 1939.
Después de la guerra, la URSS forzó más aún esta persecución obligando a las comunidades y clero grecocatólico a declararse ortodoxas (y bajo control del Partido)… o disolverse o vivir en la pura clandestinidad.
En 1939 un folleto de propaganda británica titulado “The Soviet Occupation of Poland” afirmaba que “la Liga Atea Soviética se desencadenó sobre Polonia y su presidente recientemente presumía de que 4.000 curas polacos habían sido enviados a Siberia”. Parece una cifra exagerada. Aún hoy, faltan cifras contrastadas y una historia detallada de lo que los soviéticos hicieron con “su trozo” de Polonia en sus años de convivencia con el vecino nazi.
En España, el líder de la formación de ultraizquierda populista Podemos, Pablo Iglesias, ha escrito un libro sobre política y cine titulado “Maquiavelo frente a la gran pantalla”, cuyo segundo capítulo habla de la película de Andrzej Wajda, ´Katyn´. Para Pablo Iglesias, la escena de los polacos huyendo en un puente, con nazis a un lado y soviéticos al otro es “inverosímil”, y aunque admite -muy a regañadientes- que la matanza de 22.000 presos polacos por parte de los soviéticos no le gusta la escena en que confraternizan soldados de ambos regímenes.
Y sin embargo, eso fue lo que se dio: dos Estados de poder omnímodo, que no valoraban la vida, la libertad, la religión ni el individuo, repartiéndose un país. Una foto incómoda para los neo-comunistas.