La pasada semana se presentó en una abarrotada librería Neblí de Madrid el libro Jérôme Lejeune: amar luchar, curar (Libros Libres), obra del escritor y periodista José Javier Esparza. En la presentación estuvo presente además del autor, la viuda del profesor, Birthe Lejeune, así como Aude Dugast, postuladora de la causa de beatificación del científico considerado pionero de la genética moderna y conocido por haber sido el descubridor del origen genético del síndrome de Down.
El acto fue iniciado por Pablo Siegrist, director de la Fundación Jérôme Lejeune en España, que quiso recordar al inicio del acto a los 95.917 bebés abortados en España en 2018, sobre todo teniendo en cuenta el heroico y prácticamente martirial compromiso a favor de la vida que el médico francés demostró durante toda su carrera.
Curar como forma de amar
“Cada niño abortado es el sentido del drama pero, por otro lado, de la misión que Jérôme Lejeune afrontó en su vida”, explicó Siegrist, que definió a este “siervo de Dios” como “una luz de Dios” que debido a su inquebrantable compromiso con la verdad y la justicia, unido a su profunda fe, “muchas instituciones le han intentado acallar no sólo en vida sino también ahora”.
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El autor del libro, José Javier Esparza, cuenta que añadió en el título de la obra las palabras “amar, luchar, curar” porque “en realidad este es el resumen de la vida de Jérôme Lejeune”. Este médico –explica el escritor- “tenía una gran vocación, y entiende esta vocación de curar como una forma de amar al prójimo, porque para él curar es una forma de amar”.
"Una figura gigante"
De este modo, Esparza consideró que "lo que hace de Lejeune una figura gigante es el combate”, su "lucha" incansable por ayudar y cuidar a los síndrome de Down y otros pacientes suyos con trastornos genéticos, a pesar de que su gran “drama fue que su hallazgo fuera utilizado por la industria médica para todo lo contrario”, es decir, para acabar con la vida de estos niños en el vientre de su madre.
Birthe Lejeune, en el centro de la imagen junto a (de izquierda a derecha) Pablo Siegrist, José Javier Esparza, Aude Dugast y Elena Postigo
“Para un hombre que había hecho de su vocación el curar, esto fue absolutamente brutal”, añadió el autor, que explicó como a lo largo del libro Jérôme Lejeune: amar, luchar curar se ve como dedicó “toda su vida a luchar para que su hallazgo fuera para lo que había sido descubierto: curar”.
La perplejidad de Esparza
Y es que Lejeune fue mucho más que un mero médico, científico o profesor. Esparza confesó en la presentación que algo que le dejó "perplejo es que estuvo en el centro de los acontecimientos centrales de la segunda mitad del siglo XX, una cosa asombrosa”. De niño sufrió en su casa la ocupación nazi, después la depuración comunista y las acusaciones contra su padre. En mayo del 68 fue uno de los únicos 13 profesores que siguió trabajando, pese a las amenazas que sufrió. Fue uno de los primeros estudiosos de los efectos genéticos de la radiación atómica, también el primer catedrático de genética en Francia, estuvo con Kennedy y fue enviado por Juan Pablo II a reunirse de manera privada con el presidente de la URSS Leonid Breznev para evitar una guerra nuclear. Además se reunió con reyes como Balduino, que acabaría abdicando temporalmente para no promulgar la ley del aborto en Bélgica… “No era sólo un intelectual, era un guerrero”, diría Esparza en la presentación.
Birthe Lejeune, viuda del profesor, quiso asistir a la presentación en Madrid pese a sus 92 años. En su intervención recordó que su marido “amaba profundamente a sus pacientes, a sus enfermos”, los trataba de una manera “especial y paternal”. Y recordó como en el funeral que se celebró en Notre Dame de París quisieron acudir muchos de sus “niños” síndrome de Down a los que cuidó durante tanto tiempo. Uno de ellos, Bruno, intervino en el funeral y dejó unas palabras para la historia y que son el acicate para los que ahora continúan su lucha: “Gracias, mi profesor Lejeune, por lo que has hecho por mi padre y por mi madre. Tu muerte me ha curado. Gracias a ti yo estoy orgulloso de mí”.
Gran amigo de San Juan Pablo II
En su funeral también se leyó la carta escrita por un gran amigo suyo, San Juan Pablo II, con quien le uniría una estrecha relación durante su vida. “Hoy queremos dar gracias a Dios, Autor de la vida, por todo lo que ha sido para nosotros el profesor Lejeune, por todo lo que ha hecho para defender y promover la dignidad de la vida humana”.
Birthe recordó que cuando Juan Pablo II fue a visitar la tumba de su marido en 1997 a 50 kilómetros al sur de París “fue una verdadera sorpresa”. En su opinión, a ambos les unía un “carácter luchador” y esa amistad se fue cultivando con los años cuando el profesor viajaba a Roma unas cuatro veces al año. Siempre que iba al santo polaco le invitaba a almorzar. “El Papa le hacía muchas preguntas, Jérôme le contestaba y el Papa le hacía más preguntas”, cuenta la viuda. De hecho, el día que Juan Pablo II sufrió el atentado en la Plaza de San Pedro, el matrimonio francés había almorzado con el Pontífice.
El profesor Lejeune y su mujer Birthe saludando a San Juan Pablo II
"Veían la vida de la misma manera"
Por su parte, Aude Dugast, postuladora de la causa de beatificación, añadió en la presentación de esta obra que en esta relación con Juan Pablo II era claro el hecho de que “veían la vida de la misma manera, tenían la misma mirada amorosa por la creación, por la vida, por los niños, tenían un gran sentido del humor…”.
Sobre la carta que envió al funeral del profesor francés, Dugast señaló que el Papa polaco “captó el espíritu combativo, de lucha de Jérôme Lejeune, porque era un luchador en defensa de la vida y del servicio a los enfermos”.
El amor le hizo ser un "héroe"
Para la postuladora, su amor por los enfermos “fue lo que le hizo ser un héroe”. “En aquella época cuando se sometieron en los parlamentos los proyectos de ley sobre el aborto, leyes eugenésicas, él no se limitó a callarse, dijo claramente que nunca iba a participar en abortos. Podría haber estado en la sombra recibiendo honores, solicitudes de academias científicas de todo el mundo para contar con él, pero no se calló, quiso arriesgarse y es ahí donde encontramos su valor”.
Para concluir Birthe Lejeune quiso confesar que “unos días antes de su fallecimiento Jérôme estaba sumamente preocupado pensando en quién tomaría el relevo para seguir este combate. Lo que pienso es que son todos ustedes los que van a seguir con esta lucha. Estoy seguro de que Jérôme está viendo desde arriba que su lucha va a continuar entre ustedes”.
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