Giuseppe Zenti, obispo de Verona, guía una de las diócesis más antiguas y prestigiosas de Italia y que cuenta cuatro Papas entre sus pastores: Benedicto XIII, Benedicto XIV, Clemente XIII y Juan XXIII. Queremos recordar que monseñor Zenti ha sido considerado uno de los obispos “tibios” respecto a la cuestión de la teoría de género y la ideologia homosexual. Sus últimas declaraciones, hechas al semanal Verona Fedele del 6 de mayo de 2014, manifiestan clara e inequívocamente cuál es el pensamiento del prelado. Merecen ser recordadas porque en tiempos de incertidumbre y tibieza como los que estamos viviendo, un juicio lúcido e inquebrantable como el de monseñor Zenti verdaderamente escasea.
«Sin embargo, precisamente hoy, la identidad misionera de la Iglesia la empuja también dentro de la batalla cultural para ser, de nuevo, luz de verdad y sal anticorrupción. Y está llamada a lanzarse dentro de la batalla, en las periferias existenciales, en el vórtice del sinsentido, precisamente mientras está en acto un tsunami cultural devastador: la cultura de género. Una verdadera epidemia que está invadiendo todo el mundo occidental. Desgraciadamente, nuestra gente sabe muy poco todavía sobre ella, o le da el peso que se atribuye a un simple resfriado.
»En realidad, se trata de una cultura que altera genéticamente el DNA de la antropología y que se está imponiendo con la violencia de una dictadura anónima kafkiana. Su matriz es la idolatría del subjetivismo individualista, asocial, intolerante a toda voz disidente. Si se radica ulteriormente a nivel legislativo, aunque ninguna legislación esté autorizada a imponerla como cultura podría perfilarse una oleada de persecuciones antidemocráticas contra quien se permita disentir.
»De hecho, no es una cuestión de respetar o menos a quien ha hecho elecciones distintas a los parámetros de valores que pertenecen a la gran tradición del humanismo. El respeto está asegurado para todos. El nudo de la cuestión está, en cambio, en el antihumanismo inherente en la cultura de género, del todo ajena a la concepción identitaria y ética del hombre de siempre y también, como es sabido, a la visión bíblica. ¡Su contenido es malo a los ojos de Dios! Y es malo a los ojos de Dios exactamente porque es malo para el hombre, creado a su imagen y semejanza; creado “hombre y mujer”.
»A través de su obra de evangelización, por amor del hombre, la Iglesia se compromete a inocular en la sociedad esos anticuerpos y esas reservas de células madre cuya fuente es el patrimonio de valores que Jesús mismo le confió, para que el hombre mantenga su "denominación de origen", que ha salido de la mente y de las manos creadoras de Dios. De ello depende el futuro de la civilización.
»Si, por consiguiente, Pentecostés empuja a la Iglesia y a los fieles, laicos y pastores, fuera del cenáculo para encontrar la realidad humana enormemente necesitada de salvación, es una fiesta de verdad de todos los pueblos, que reconocen en el respeto y en la valorización de la identidad, también biológica criatural, el fundamento de la propia dignidad».
Palabras dignas del sucesor de San Zeno, que en la segunda mitad del año 300 d.C. «reduxit praedicando Veronam ad baptismum» (“logró mediante su predicación que todo Verona se bautizara”).
Los tiempos oscuros que estamos atravesando, lúcidamente descritos por el obispo de Verona, imponen la exigencia de auténticos pastores que no aparezcan pávidos ante los lobos -utilizando la profética metáfora de Benedicto XVI- y que sepan defender la Verdad y el grey que les ha sido confiado «usque ad effusionem sanguinis» (“hasta el martirio”). Hoy más que nunca se necesitan obispos capaces de expresarse claramente a su propio pueblo.