¿Puede una monja del siglo XII inspirar tendencias de la medicina contemporánea? Desde hace décadas una clínica en el alpino lago de Constanza aplica con éxito los métodos diagnósticos y terapéuticos de Santa Hildegarda de Bingen (10981179), religiosa renana cuyos escritos místicos le valieron en 2012 ser declarada Doctora de la Iglesia por Benedicto XVI.

El doctor Gottfried Hertzka fundó el centro tras la Segunda Guerra Mundial y desde su fallecimiento lo dirige el doctor Wighard Strehlow. Ambos son convencidos divulgadores de la llamada “medicina hildegardiana”, muy extendida en Europa central y que da sus primeros pasos en España al publicarse su obra Manual de Medicina de Santa Hildegarda (LibrosLibres).

De hecho, también aquí empieza a estar disponible para consumo habitual uno de los alimentos preferidos de Santa Hildegarda: el pan de espelta, un cereal que consideraba el mejor alimento y base de buena parte de sus propuestas dietéticas. Como el hinojo o la castaña. En el lado contrario, los “cuatro venenos” de la cocina, que no recomendaba ni crudos ni preparados: puerros, ciruelas, melocotones… e incluso las fresas, pues “se crían demasiado cerca de la tierra y crecen en un aire viciado”.

¿Cuál es el origen de estas preferencias? Santa Hildegarda escribió dos obras sobre los males del cuerpo y su interacción con el espíritu, la Physica (Libro de la Medicina Simple) y Causae et Curae (Libro de la Medicina Compleja). Textos que atribuyó a la “Luz” (Dios) que le mostraba la relación entre la salud y la virtud, y los remedios para enfermedades y dolencias de todos los órganos. Son dos auténticos tratados de anatomía patológica insertados en la concepción griega del hombre como microcosmos, sublimada por la moral cristiana.


Pero la medicina hildegardiana no pretende ser sólo “revelada”, sino que arguye en su favor un amplio caudal empírico en problemas muy concretos. Juan Antonio Timor Pineda, uno de sus principales conocedores españoles, comenta por ejemplo la eficacia comprobada de “un cojín de betónica para dormir con un sueño reparador y tranquilo cuando alguien es propenso a las pesadillas y los terrores nocturnos”.

Y cita uno de los descubrimientos más característicos de esta religiosa medieval, “que no aparece en ningún otro recetario monástico o popular”: los saludables efectos para la circulación y el corazón de la galanga, una especia picante de la familia del jengibre muy empleada en la cocina oriental. “Quien sufra de mal y debilidad de corazón ha de comer de inmediato suficiente galanga y de nuevo se pondrá bien”, aconsejaba Santa Hildegarda. Ocho siglos después, la Bundesgesundheitsamt alemana, entidad gubernamental que autoriza los medicamentos, aprobó esa hierba como remedio eficaz y sin ningún efecto indeseable.

Se equivocaría, sin embargo, quien viese en las terapias hildegardianas una medicina alternativa o naturista más de raíces tradicionales, pues en realidad rechaza bastantes de sus consejas y propone una farmacopea propia. Implicaría además desconocer la profunda espiritualidad que empapa su visión holística de la naturaleza humana en armonía con Dios.

Santa Hildegarda enumera 35 virtudes y sus correspondientes vicios, y destaca el impacto de estos últimos en la salud, entendiendo muchas enfermedades como una respuesta somática a los malos hábitos. Una de sus fórmulas más célebres, el “vino apagado o cortado”, caliente (hay que hervirlo primero y enfriarlo con un poco de agua cuando burbujee), no va menos dirigida contra ciertos desarreglos del hígado que contra la melancolía o la cólera.

Como una psicoterapeuta adelantada a los tiempos del coaching, la monja de Bingen desdramatiza las dolencias –avisos, en ocasiones, de que andamos por camino errado- y las convierte en oportunidades para cambiar de vida.

Una de sus insistencias es la sobriedad en el comer. De esas 35 situaciones mórbidas que reflejan la tensión cuerpo/alma entre el bien integral y el mal integral, en 29 prescribe el ayuno y sólo en 6 pide huir de él. Sería el caso de los humores descompuestos por el orgullo, que la carencia de alimentos sólo reforzaría.

Su régimen de dieta dura entre seis y diez días bajo dirección experta (“ayuno preventivo” para reforzar la salud), y de cuatro a seis semanas en clínica (“ayuno terapéutico”, si su finalidad es curativa). Las primeras jornadas son duras, porque la ingesta es básicamente líquida: infusión de hinojo, café de espelta, zumos de fruta y caldos. Con eso basta: la naturaleza suministra todo aquello que la curación exige.

Porque “en toda la creación, en los árboles, plantas, animales y piedras preciosas hay misteriosos poderes ocultos que nadie puede conocer salvo que Dios se los revele”, escribió. Ése fue su privilegio.

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Título: Manual de Medicina de Santa Hildegarda Ocio Hispano
Autor: Dres. Wighard Strehlow y Gottfried Herzka  
Editorial: LibrosLibres  
Páginas: 317 páginas  
Precio 18,00 €