Parece cosa segura que en algún momento de la monarquía israelí posterior a Salomón, los nuevos reyes eran entronados con esta canción, bien conocida por los parroquianos católicos en lengua española:
«Dios mío, da tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes
para que juzgue a tu pueblo con justicia
y a tus humildes con rectitud»
Probablemente este estribillo se completó después con más estrofas que tienen otro sentido: desean para el Rey poderes tan grandes, dominios tan universales, que ya no parecen de hombre, sino de Dios... y por eso el resto del Salmo tiene un sentido mesiánico: ya no habla del poder de un rey humano, sino del Mesías, el poder de Dios.
Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC, escribe: "creemos que el salmista, con ocasión de la entronización de un nuevo rey, ha proyectado sus esperanzas mesiánicas, conforme a la tradición de los vaticinios proféticos, viendo en él la continuación de la dinastía davídica, que habría de culminar en la aparición del Mesías, el Rey por excelencia, a quien únicamente se pueden aplicar las expresiones universalistas del poema".
Este es el texto completo... Puede ser útil para orar sobre la figura del Mesías, pero también para orar por los poderosos y reyes de la tierra (por ejemplo, por el príncipe Felipe de España, que al abdicar el Rey Juan Carlos I se convertirá en Felipe VI, pero sirve para otros líderes políticos también), recordando siempre lo limitado de los poderes terrenos frente al reinado de bien y justicia que exige Dios y sólo el Mesías puede dar.
Dios mío, da tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes
para que juzgue a tu pueblo con justicia
y a tus humildes con rectitud.
Los montes llevarán paz al pueblo,
Y los collados justicia.
Juzgará a los afligidos del pueblo,
Salvará a los hijos del menesteroso,
Y aplastará al opresor.
Te temerán mientras duren el sol
Y la luna, de generación en generación.
Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada;
Como el rocío que destila sobre la tierra.
Florecerá en sus días la justicia,
Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna.
Dominará de mar a mar,
Y desde el río hasta los confines de la tierra.
Ante él se postrarán los moradores del desierto,
Y sus enemigos lamerán el polvo.
Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes;
Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.
Todos los reyes se postrarán delante de él;
Todas las naciones le servirán.
Porque él librará al menesteroso que clamare,
Y al afligido que no tuviere quien le socorra.
Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso,
Y salvará la vida de los pobres.
De engaño y de violencia redimirá sus almas,
Y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.
Vivirá, y se le dará del oro de Sabá,
Y se orará por él continuamente;
Todo el día se le bendecirá.
Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes;
Su fruto hará ruido como el Líbano,
Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra.
Será su nombre para siempre,
Se perpetuará su nombre mientras dure el sol.
Benditas serán en él todas las naciones;
Lo llamarán bienaventurado.
Bendito Yavé Dios, el Dios de Israel,
El único que hace maravillas.
Bendito su nombre glorioso para siempre,
Y toda la tierra sea llena de su gloria.
Amén y Amén.
Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí.