Con ocasión de la fiesta de la madre (que en Francia se ha celebrado el domingo pasado), el filósofo Fabrice Hadjadj nos recuerda por qué conviene más que nunca celebrar la maternidad, último espacio de resistencia y de misterio frente a una civilización consumista.
-Lo que sí es cierto es que el comercio ha sabido recuperar bien esta «fiesta», que fue incluida en el calendario oficial por el Mariscal Pétain. Por otra parte, lo que usted llama «vuelco de las referencias familiares» es una especie de comercialización tecno-liberal de la familia. Y este vuelco promete nuevas y bellas «fiestas» para el siglo XXI: después de los padres y las abuelas, la «fiesta de las madres de alquiler», la «fiesta del útero artificial», la «fiesta de los padres sin madre gracias a los ingenieros compasivos», etc.
»Mientras tanto, nuestro gobierno, para celebrar definitivamente a su anciana madre enferma, parece orientarse hacia nuevas ideas-regalo gracias a la legalización de la eutanasia. Es un cambio respecto al tradicional ramo de flores o la fastidiosa comida dominical…
»Así, la cuestión reside en saber qué es celebrar algo o alguien. La fiesta, ¿es sólo una diversión? ¿Un pico de consumismo? ¿Qué sentido tienen los cumpleaños feliz, las cenas cotillón de fin de año, las fiestas de la madre, si cada año que pasa nos acerca a la tumba? ¿Por qué seguimos escapando?
»Creo que toda fiesta es, ante todo, celebración de la vida, porque sin ella es juerga, es decir, huida ante la angustia de la muerte. La verdadera fiesta presupone, al menos mientras dura, que la existencia está justificada, que el nacimiento no es solamente un regalo de los gusanos.
-Hay un mandamiento muy antiguo: «Honra a tu padre y a tu madre», que precede al «no matarás». Podemos entender que lo preceda porque significa: «Amarás la vida recibida». Si nacer es sólo un inconveniente, si la vida no es buena en sí misma, ¿por qué no destruirla? El mandamiento «no matarás» no tiene ningún peso si antes no honramos a nuestros padres, que están en el origen de nuestra vida, y no celebramos especialmente la maternidad.
»Lévinas veía en ella la figura de la responsabilidad más profunda, la que hacía entender esta fórmula de educación: «después de ti», con la que el filósofo reconocía «la más bella definición de nuestra civilización». ¿Por qué «después de ti»? ¿Por qué dejar espacio al otro? ¿Es hipocresía, para hacerse valer por ser caritativa? ¿Es una negación de sí misma?
»Al contrario, la maternidad nos enseña que es un tipo de cumplimiento paradójico que nos saca de nuestra visión individualista y competitiva. La maternidad es esa situación increíble y original donde una persona deja espacio a otra en su propio cuerpo, hasta la deformación, hasta permitir incluso una cierta agresión (las náuseas, los dolores, los riesgos del parto).
»Ahora bien, esto no es la negación de uno mismo, sino que es el don de la vida. Por consiguiente, hay que celebrar la maternidad no sólo porque es nuestra matriz, sino también porque es modelo de generosidad y esperanza en acción.
-La maternidad es el poder más específico de lo femenino: es lo que no puede el príncipe por muy encantador que sea, lo que se escapa al poder patriarcal y fálico, es lo que hace depender al hombre de la mujer por la posibilidad que tiene de abrir un futuro.
»El «útero artificial», que se podría concebir como un accesorio de liberación femenina, permite asegurar más bien el dominio de los hombres, o por lo menos de la lógica masculina, sobre la concepción. Un feminismo que vaya contra la maternidad se transforma rápidamente en una reivindicación de igualdad según una escala de valores machistas, reforzándolos y arrogándoselos. Esto significaría la renuncia de la mujer a su poder más singular y más propio, un poder que permite poner fin al mundo belicoso de los varones (acordémonos de la Lisístrata de Aristófanes).
-La oposición radical de lo biológico y lo social cae en un dualismo dudoso que no ve lo que es propiamente humano y, por consiguiente, ni angélico ni bestial, esos lazos del espíritu y la carne. El hombre es un ser de cultura, esto está en su naturaleza. Las distintas generaciones siempre han descendido, hasta ahora, de la unión de un hombre y una mujer. No nos convertimos en madre sin un padre. Sin la paternidad que la equilibre, la maternidad se convierte en devoración, quiere mantener a su pequeño en su seno.
»Ahora se puede decidir salir de lo humano. Podemos negar a la carne todo espíritu, reducirla a un material, aparearse en laboratorios y fabricar OGM [organismos genéticamente modificados] a base de homo sapiens sapiens.
-La maternidad se relaciona con la gestación y la gestación consiste en acoger dentro de sí un proceso oscuro, misterioso, que desemboca en el nacimiento de otro y que, por lo tanto, se nos escapa dos veces: en su realización y en su conclusión.
»La técnica se relaciona con la fabricación y la fabricación consiste en producir algo exterior a uno mismo (es la única posibilidad masculina), según un proceso controlado, incluso transparente: in vitro.
»Por este motivo, yo no diría que el misterio de la maternidad está amenazado por las nuevas tecnologías, sino que la maternidad es el lugar mismo del misterio y representa una resistencia radical, mejor que todos los discursos, a la empresa tecnocrática. Sólo ella puede garantizar que la llegada de un niño sea un acontecimiento y no el resultado de un programa.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)