Aunque la historia del Buen Ladrón es bien conocida por cualquiera que se aproxime a los Evangelios o viva con un poco de intensidad la Semana Santa, la devoción a San Dimas (como es llamado por tradición bien fundamentada documentalmente) no figura entre las más populares en la Iglesia latina.
Hay una obra destinada a invertir esa situación: El Buen Ladrón. Misterio de Misericordia (Voz de Papel), del sacerdote canadiense André Daigneault. Publicada en español en traducción de Cordélia de Castellane, la edición corrió a cargo de Álvaro Cárdenas, párroco en Colmenar del Arroyo (Madrid). Un auténtico especialista en los conocimientos históricos que existen sobre el Buen Ladrón y en la significación espiritual de su figura para la vida cristiana.
-¿Se sabe por qué fue condenado?
-San Juan en su Evangelio testimonia la costumbre romana de colocar un letrero, el titulus, con el nombre del condenado y la causa de su condena, recogiendo la inscripción que pusieron en lo alto de cruz de Jesús: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos” (Jn 19, 19). Aunque ninguno de los evangelistas lo ha recogido, es muy probable que también colocaran este cartel en las cruces de los dos criminales ajusticiados con Él, indicando sus nombres y la causa de su condena. Sus nombres no debieron de ser desconocidos para la gente.
-Sin embargo, ninguno de los evangelistas quiso que constaran...
-El hecho de que los Evangelios no hayan recogido el nombre del Buen Ladrón no carece de significado. Tal silencio sobre su nombre nos permite a cada uno ponernos en su lugar para recorrer con él y como él el camino de la aceptación de Cristo, del arrepentimiento y de la reconciliación, para recibir como él la esperanza de la salvación, incluso después de una mala vida.
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-¿Qué significa la historia del Buen Ladrón, qué papel tiene en la historia de la salvación?
-El relato del Buen Ladrón encuentra todo su significado en el conjunto de los Evangelios, y en particular en el de Lucas. Lucas es el Evangelista de la Misericordia de Dios, el cantor de la Misericordia divina, como le gustaba llamarle a Dante. Jesús es la Misericordia del Padre hecha carne que “ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10). La Cruz es la cima de la obra de Cristo: revelar, ofrecer, y comunicar a todos el Amor misericordioso y salvador de Dios. La conversión del Buen Ladrón y la promesa que Jesús le hace constituye el punto culminante y el cumplimiento de esta misión de Jesús.
-¿Qué pasó en el alma de San Dimas en esos minutos finales de su vida?
-En el momento de su condena a muerte, que es cuando se encuentra por primera vez con Jesús, el Buen Ladrón era un hombre completamente fracasado, despreciado y rechazado. Pero en su fracaso absoluto como hombre y en el horrible tormento que sufrió, se encontró con una mirada única, una mirada con una luz que nunca había visto antes, una mirada que no lo rechazó, una mirada con una dulzura y una compasión infinitas: la mirada de Cristo.
-Y eso, por así decirlo, le "descolocó"...
-También la mirada de este compañero suyo de suplicio debía estar embrutecida por el rencor, el miedo, el odio y la desesperación. Pero no era así. Ese encuentro con la mirada de Jesús cambió su actitud de indiferencia por una atención completa hacia su compañero de suplicio.
-¿Qué pudo desatar el cambio?
-Crucificado con Él, escuchó de sus labios una impensable palabra dirigida a sus verdugos: “Padre, perdónalos”. La luz de la fe atravesó como un rayo su corazón y le dio la certeza de estar no ante un hombre bueno, quizá excepcional, sino ante el mismísimo Hijo de Dios, y esto, hasta el punto de hacerle pensar: “Si ha perdonado a sus infames verdugos, también puede perdonarme a mí”. Y al mismo tiempo, de llenarle de audacia para pedirle que se acordara de él cuando llegase a su Reino.
-¿Y por qué ese momento culminaría la misión de Cristo?
-La humildad para reconocer sus culpas ante el otro ladrón crucificado, para aceptar sus sufrimientos como consecuencia de ellas, y la audaz confianza en el perdón de Jesús, le abrió al poder de la Misericordia de Cristo, que en un momento lo purificó, y transformó su corazón llenándolo del deseo de estar con Cristo para siempre, haciendo de este gran criminal un gran santo.
El diálogo entre Jesucristo y Dimas en 'La Pasión' de Mel Gibson (2004).
-¿Hay certeza de su salvación?
-Recibe la promesa del Hijo de Dios: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Jesús mismo es quien, con esa afirmación, lo declara santo. Y así ha sido reconocido por la Iglesia en todos los tiempos.
-Pero más en Oriente que en Occidente...
-El Buen Ladrón tiene todavía una misión en el camino de unión de las iglesias hermanas de Oriente y Occidente, ya que en aquéllas goza de una enorme popularidad. Uno se maravilla del lugar central que los diferentes ritos de Oriente (bizantino, alejandrino o copto, siriaco, armenio, maronita o caldeo) le han reservado junto a Cristo Redentor.
-Sin embargo, no goza de la devoción que parecería corresponder a un protagonista tan especial de la Pasión...
-El Buen Ladrón, y su maravilloso mensaje de esperanza, ha sido reconocido desde los comienzos del cristianismo por los cristianos de todos los tiempos y de todos los pueblos, y venerado en todos sus ritos. Pero hoy pocos cristianos son conscientes de la misión que el Buen Ladrón tiene en la Iglesia y en sus vidas, pocos se acuerdan de él, y a muchos menos se les ocurre invocarlo.
-¿Por qué?
-Quizá este olvido esté directamente relacionado con el olvido de la gracia de Cristo y de su salvación en la Teología católica, con las presentaciones reductivas de la persona de Cristo en su identidad humano-divina, con el olvido de la gratuidad de su salvación, y de la necesidad absoluta de la gracia para la salvación y para una vida moral y espiritual que sean, no el cumplimiento de unos preceptos o de unas prácticas de piedad, sino una verdadera existencia en Cristo. Y junto con esto, del olvido de la necesidad de la gracia en la predicación, en la acción pastoral y evangelizadora de la Iglesia, y en la vivencia de la fe de muchos cristianos. Todo ello unido a la consecuente reducción del cristianismo a un moralismo semipelagiano que hace depender la salvación fundamentalmente de la acción y de las obras del hombre en lugar del don gratuito de Cristo.
-¿Está tan difundida esa actitud?
-Quizá este olvido no lo sea tanto en la teoría, pero sí, y de forma muy extendida, en la acción de la Iglesia y en la vida de muchos cristianos, afectados de esa “herejía de la acción” de la que hablaba Jacques Maritain, que podría llamarse también “herejía de la eficacia”, y que encubre tanto orgullo y tanta autosuficiencia.
Álvaro Cárdenas preparó la edición española de 'El Buen Ladrón' de André Daigneault.
-Rechazamos el plan de Dios...
-Y, relacionado con esto, el olvido del Misterio de la Cruz, del dolor, y de los medios pobres con que Dios, por medio de su Hijo, ha querido salvar al hombre. El olvido de que, no es el hombre quien con sus buenas obras se redime y se salva, sino que es Cristo con su vida, con su muerte y su resurrección, y con el envío de su Espíritu Santo, quien lo salva. Que la salvación no es algo que el hombre pueda darse a sí mismo, que no es su interioridad quien le salva, sino el Amor Misericordioso de Cristo que ofrece su perdón tanto al más interiorizado de los sabios como al más vulgar y exteriorizado de los pecadores.
-A las "periferias"...
-La grandeza de la certeza cristiana es que la salvación no es ofrecida a una pequeña élite selecta de espirituales, sino a los pequeños, a los pobres y a los pecadores que han creído en Cristo.
-¿Qué ofrece el Buen Ladrón al hombre de hoy?
-El Buen Ladrón es un hombre que ha vivido sin Dios, sólo para sí, haciendo daño a otros, y que después de una mala vida ha encontrado una esperanza indestructible: ha encontrado en Jesús la felicidad para la que estaba hecho, el Paraíso. El hombre de hoy no niega el Paraíso, lo quiere enseguida, ya, pero sin pagar ningún precio.
-Confunde los medios y los fines...
-Fascinado por el progreso de las ciencias y de la técnica, dominado por la obsesión de la eficacia, de la rentabilidad, del consumismo, del disfrute inmediato, se hunde en la idolatría del dinero, del sexo, de la droga. Vive anclado en el aquí y ahora, de espaldas a la muerte y a su destino eterno. Quiere la felicidad aquí y ahora, pero rechazando el dolor y el sufrimiento. Por eso se aleja de Cristo y, como el mal ladrón, blasfema y rechaza la llave que le abre la puerta a su felicidad. De ahí su aburrimiento, su vacío, su hastío y su insatisfacción mortal, su soledad y su amargura.
-Pero ¿qué aporta ahí alguien como el Buen Ladrón?
-El paraíso terreno de nuestro mundo moderno no es más que una mala imitación del Paraíso que Cristo regaló al Buen Ladrón y que ofrece a todo el que espera en Él, un falso paraíso que lamentablemente se va convirtiendo en un infierno. Sólo el perdón como experiencia de un Amor que salva la vida puede llenarla de sentido y de esperanza. Ésa fue la experiencia que realizó el Buen Ladrón y que nos invita a hacer a nosotros, la esperanza que salva la vida. Por eso, el Buen Ladrón es el mensajero de la esperanza.
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Publicado en ReL el 13 de abril de 2014 y actualizado.