Ya en 2005 el portavoz de los comunistas catalanes, Joan Boada, que llegaría a ser secretario de Interior de la Generalitat con el tripartito pedía "que la catedral de Girona y otras se socialicen y sean lugares de reflexión de todos los ciudadanos".
Confiscar templos para darles "usos civiles" y "socializados" es una tradición del comunismo. Y su máximo exponente lo encontramos en la Unión Soviética.
Veamos un repaso de lo que se hace con un templo después de "socializarlo" para "usos civiles", con 12 casos clásicos (recopilación original de Tatiana Fedótova para ForumLibertas).
La catedral católica de Moscú, dedicada a la Inmaculada Concepción y construida en el límite del siglo XIX y XX al estilo neogótico, atrae hoy la atención por su majestuosidad y belleza. No siempre fue así.
En los años de ateísmo militante promovido en la URSS por el Partido Comunista a final de los años 20, la catedral fue nacionalizada y cerrada al culto, como muchos templos de religiones que convivían en Rusia. Pasó a servir de almacén de varios organismos públicos, incluso llegó a ser almacén de verduras.
Durante la Segunda Guerra Mundial le cayó una bomba, pero no logró destruirla. La catedral, devuelta a la comunidad de los fieles en 1992, aun en reconstrucción, hoy acoge misa diariamente y los actos más solemnes de la Iglesia Católica en Rusia (se ve en la foto bajo estas líneas).
Peor suerte corrió otra parroquia católica moscovita, la de San Pedro y San Pablo. Ocupaba una manzana entera en el centro de la capital rusa, construida con las aportaciones de la comunidad polaca.
Después de la Revolución Socialista, el templo se cerró y se reconstruyó: perdió su cúpula y sus naves fueron cortadas por forjados formando pisos. Se convirtió en un edificio de tres plantas que albergó varias instituciones públicas.
Sigue sin devolverse a los católicos. Actualmente lo ocupa el instituto de investigación científica Giprouglemash. Nada en el aspecto de la antigua “manzana católica” recuerda su origen, excepto una placa en la fachada que conmemora el templo de antaño.
Actualmente, los parroquianos católicos de San Pedro y San Pablo, como los de Nuestra Señora de Fátima, mantienen el nombre y la organización parroquial, reclaman sus templos y, mientras tanto, esperan compartiendo “como okupas” (bien recibidos) el edificio del templo de San Luis de los Franceses, que nunca fue confiscado por los soviéticos porque era propiedad de la embajada francesa desde el siglo XVIII.
El edificio de la Iglesia Anglicana de San Andrés en uno de los callejones verdes del centro moscovita conservó su elegancia victoriana y aire escocés, con sus escudos y cardos (la flor nacional de Escocia) en la fachada. Lo que no se puede decir de su interior.
Nacionalizado en 1920, el templo albergó almacenes, varias oficinas e incluso una fábrica. Después, colocando tabiques o simplemente cortinas, lo convirtieron en viviendas.
Recordemos que los habitantes de la URSS no poseían vivienda privada, todos eran inquilinos del Estado. Aquellas “soluciones habitacionales” apenas respondían a las exigencias mínimas de vivienda salubre, pero, con carestía total de alojamiento, era mejor que nada.
Solo en la época de Kruchev, en los años 60, los moscovitas que malvivían en residencias, pisos compartidos por hasta 20 familias y sótanos empezaron a mudarse a bloques de rápida construcción que eternizaron el nombre de Kruchev (“los bloques de Kruchev”, los llama todo el mundo aún hoy).
Fue entonces cuando la iglesia de San Andres se convirtió en la sede de la única y exclusiva discográfica soviética, la “Melodía”. Las propiedades acústicas excepcionales del edificio, valoradas por los especialistas, salvaron el templo del derribo.
En 1991 la comunidad anglicana recibió permiso para volver a practicar allí el culto. Después de la visita a Moscú de la reina Isabel II en 1994 el Gobierno Ruso incluso se comprometió a devolver el edificio a los creyentes. Pero hasta hoy la discográfica sigue ocupando una parte del templo.
Hablemos ahora de mezquitas: antes de 1917, en Moscú había dos, y las dos se conservan hasta hoy. Una de ellas, la Histórica, construida en 1816, sunnita, es la más antigua. Tras la Revolución fue cerrada, sus alminares decapitados por la mitad.
Actualmente vuelve a pertenecer a los fieles, reconstruido el edificio completamente gracias a los medios facilitados por el Gobierno de Arabia Saudita.
Entre las sinagogas actuales de Moscú, solo dos tienen historia anterior a la Revolución. Una de estas sinagogas, la de la comunidad de judíos hasídicos de Liubavich, creció a partir del oratorio privado del millonario moscovita Lazar Poliakov (en la foto bajo estas líneas).
Los poderes revolucionarios la cerraron para convertirla en un casal de “cultureta” popular y de barrio. En 1991 el edificio se devolvió a la comunidad hasídica.
Las islas Solovki, un archipiélago en el Mar Blanco, desde el s. XV da cobijo a un monasterio con ermitas y capillas diseminadas por islotes pedregosos y boscosos. La primavera llega a finales de mayo y la nieve en cambio perdura hasta la mitad del verano.
Desde el s. XVIII a este monasterio se enviaban presos políticos y religiosos. Allí, en una cárcel construida a propósito pasaron largos años prisioneros veterortodoxos (también llamados “viejocreyentes”, ortodoxos contrarios a las modificaciones impulsadas por Pedro I), sectarios diversos, monjes renegados, alcohólicos, librepensadores, gente humilde y nobles intrigantes de la corte imperial. En total, en toda la historia de la cárcel pre-soviética, sus habitantes apenas sobrepasaron 300 personas.
En 1903 la cárcel de Solovki dejo de existir para renacer 20 años mas tarde con el régimen soviético y recuperar con creces sus peores usos.
Uno de los campos de concentración pioneros de la URSS apareció en Solovki en 1920, reformado con los años en un megacentro de exterminio de régimen especial. Las torturas y eliminación física de miles de personas dieron al nombre de Solovki un significado aterrador. Durante dos decenios miles de presos se apretujaron en el kremlin del monasterio y las ermitas de islas lejanas, barracones y agujeros excavados, celdas monacales y capillas.
Allí encontraron su fin miembros de los partidos aniquilados por Stalin, militares zaristas, religiosos y presos comunes, campesinos considerados ricos, intelectuales; con el avance de las purgas en el partido bolchevique, el archipiélago incluso se llenó de veteranos comunistas, dirigentes de los servicios secretos y de represión, personalidades de ciencia, cultura y arte.
Hoy, además de cementerios anónimos que llenan las islas, su memoria la guarda el Museo de Solovki, y el monasterio se ha devuelto a la comunidad monacal y es uno de los centros de peregrinaje mas concurridos de Rusia, además de formar el Patrimonio Universal de UNESCO.
A siete kilómetros al este de Moscú, coronando un valle precioso, se erige un monumento esbelto del clasicismo ruso, la iglesia ortodoxa de la Transfiguracion, de finales del siglo XVIII. Una joya rara para la provincia: un templo con pórtico jónico, dos campanarios, iconos de auténtica escuela italiana...
En los años de ateísmo militante fue saqueada y privada de todos sus adornos. Su párroco, privado de derechos, voz y voto por ser religioso, desapareció en las turbulencias de la época. Desaparecieron todos los cuadros e iconos. Fueron quemados los archivos y robadas las campanas.
Este templo se usaría como fábrica de gutalina, después como almacén y después como biblioteca. Este ultimo uso salvó la iglesia de ser destruida, aunque sus interiores se vieron cortados por unos forjados que ahora ya no se pueden quitar sin dañar los muros.
En el 1990 los varios intentos de la comunidad ortodoxa de recuperar el templo tuvieron éxito al fin. La iglesia se devolvió a los creyentes, que empezaron la restauración del edificio y de la vida parroquial.
La iglesia del Manto de la Virgen de la comunidad de los veterocreyentes o “viejo- creyentes” de Moscú fue construida a principios del s. XX al estilo modernista con elementos tradicionales rusos. Los soviéticos la nacionalizaron en los años 20.
Se utilizó como sede de la “Aviaquim”, una organización que entrenaba a jóvenes que aspiraban a entrar en el Ejército Rojo.
El interior del templo fue destruido por completo. En una restauración nada respetuosa en los años 70 desapareció la cruz de la cúpula y los ventanales del campanario se tapiaron con ladrillos.
En 1991 devolvieron el templo a los viejo-creyentes, gozó de una restauración cuidadosa y hoy se muestra como la joya modernista que era antaño.
La historia del Templo del Cristo Salvador en Moscú es especialmente dramática. En su época fue monumento a la victoria de Rusia contra Napoleón. Su construcción duró 44 años.
El 5 de diciembre de 1931 fue volado por los aires en una especie de ejecución ejemplar para amedrentar a todos los creyentes.
Con el auge de la megalomanía en la arquitectura soviética, aquel amplio espacio en el centro de la capital pareció inmejorable para edificar el Palacio de los Soviets. Además debía servir como pedestal para una gigantesca estatua de Lenin de cien metros. A nadie le importaba que con el clima de Moscú un edificio de 415 metros de altura quedaría cubierto de nubes y niebla al menos 200 días al año, sin dejar ver la estatua del jefe del Proletariado.
Para realizar el proyecto, estaba previsto enterrar unas cuantas calles históricas y mover 100 metros la pinacoteca Pushkin, todo para allanar y asfaltar un mega- aparcamiento para 5.000 coches.
Al empezar la Segunda Guerra Mundial, la construcción se paralizó. La estructura semiacabada fue recortada para fabricar defensas antitanques: era mas urgente.
En la miseria de la postguerra no era viable seguir con el proyecto, aunque la idea seguía dando vueltas por la cabeza de Stalin y Kruchev.
Durante décadas allí, en pleno centro de Moscú, lo único que había eran unos cimientos de cemento en forma circular, llenos de aguas pluviales. Quizá esto sugirió a los urbanistas de Kruchev convertir aquello en una piscina pública. Así se hizo y tuvo éxito entre los moscovitas por ser abierta y climatizada. Era divertido nadar entre vapores en medio del crudo invierno ruso.
En 1994 desapareció la piscina, empezaron los trabajos de reconstrucción y en el 2000 resurgió el enorme Templo de Cristo Salvador, según el diseño original pero usando tecnologías modernas. Hoy es el centro de todos los eventos multitudinarios de la Iglesia Ortodoxa Rusa y además alberga congresos y actos culturales laicos.
La capilla del Último Adiós pertenecía al monasterio cercano de Salvador de Andronic y conmemoraba la despedida en 1365 entre San Sergio y su discípulo el abad Andronic, fundador del monasterio mencionado. El edificio envejecido se restauró varias veces hasta ser reconstruido a finales de XIX, en el quinto centenario de la muerte del gran santo ortodoxo.
La capilla, con el pasar de los años, llegaría a ser una con la calle Tulinskaya (llamada así por “Tulin”, uno de los seudónimos clandestinos de Lenin). Cerrada en los años 20, siempre estuvo amenazada de destrucción. Perdió su esbelto chapitel, estucados y adornos. Quizá por ser de muy reducido tamaño, no era preciada ni como solar de construcción.
Fue aprovechada para varios usos: fue tienda y también un taller de relojería. En los años 90 se devolvió a la comunidad ortodoxa, fue reconstruida y ahora forma digna parte de la calle que también recuperó su histórico nombre, dedicado a San Sergio.
El precioso Templo Memorial de la Resurrección, en San Petersburgo (conocido mundialmente como San Salvador sobre la Sangre), se edificó en memoria del magnicidio del Emperador ruso Alexander II del 1881, como templo expiatorio del pueblo ruso.
Es la cumbre del modernismo ruso en su vertiente religiosa, aprovechando toda la riqueza de la arquitectura tradicional (recuerda el famoso San Basilio de la Plaza Roja), aportando humanidad y viveza al canon iconográfico milenario (véase su interior restaurado bajo estas líneas).
A pesar de su evidente valor artístico, en la campaña de destrucción de edificios religiosos no se hacían excepciones, y se tomó la decisión de destruir el templo. La cuestión se aplazó varias veces.
En 1941 los artificieros soviéticos llegaron con explosivos bajo los muros de la iglesia, pero por puro milagro en el ultimo momento les trasladaron al frente y el templo quedó sin demoler. Ya en mal estado, abandonado y desconchado, durante la guerra sirvió de depósito de cadáveres en el Leningrado asediado durante casi 3 años.
El siguiente intento de destrucción data de 1956. Resultaba estar justo en el trazado de una nueva avenida y la administración de Leningrado decidió que era más fácil volar el monumento arquitectónico que desviar la carretera.
Gracias a la lentitud de la burocracia soviética la avenida tardaba en construirse y en 1970, el director de entonces del cercano Museo de Religiones y Ateísmo (en realidad, la parroquia confiscada de Nuestra Señora de Kazán, que comentaremos) pudo demostrar el valor artístico del templo condenado y promover su restauración que duró (sin ningún fervor) casi 30 años.
Hoy es uno de los museos mas visitados y originales de San Petersburgo y a veces escenario de servicios religioso
La catedral de Nuestra Señora de Kazan, en San Petersburgo fue construido en 1811 para engarzar uno de los iconos mas venerados en Rusia. Es un lugar muy curioso, una especie de copia pequeña de San Pedro de Vaticano, con cúpula y columnata incluidas.
Después de la Revolución Socialista fue nacionalizada. La cruz que la coronaba fue sustituida por una bola dorada y en 1932 la convirtieron en el Museo de la Historia de las Religiones y del Ateísmo (es decir, de las religiones vistas desde el ateísmo científico), destino de visita obligatoria para escolares, estudiantes y turistas soviéticos de paso por Leningrado.
El 4 de noviembre de 1990, en la fiesta de Nuestra Señora de Kazan, después de más de 70 años de profanación, en el templo volvió a oírse misa.
Ahora que vuelve a ser una parroquia, a cualquier hora del día hoy hay una curiosa mezcla de ejecutivos con maletín, chicas jóvenes y abuelitas poniendo velas ante los numerosos iconos del templo.
San Salvador sobre las Arenas, en el centro tranquilo de Moscú, es un bonito ejemplo de iglesia tradicional de nave, con su chapitel y porche-campanario.
Tras la nacionalización la convirtieron en estudio de dibujos animados, de donde salieron películas entrañables que ganaron los corazones de millones de niños rusos.
Se salvó de la furia atea por ser eternizada en un famoso cuadro ruso del XIX: “Un solar moscovita” de 1878 de Polenov, dueño de la finca a la que pertenecía dicha iglesia (bajo estas líneas).
En los 90 la devolvieron a los fieles ortodoxos, restaurada y ahora es prácticamente irreconocible, tan bien le ha sentado la renovación.
(Este repaso está actualizado en 2008 y puede que algún templo más se haya devuelto a su comunidad original... al contrario de la tendencia contraria, confiscar, que es la que proponen los comunistas en Cataluña y Andalucía).
Lea también "Cabras en las iglesias": cómo la Turquía laicista ha destruido 700 templos cristianos en Chipre desde los años 70