José Ortiz-Echagüe tal vez no sea muy conocido, sobre todo por los católicos, pero fue sin duda uno de los industriales españoles más importantes del siglo XX, siendo uno de los fundadores y primer presidente de SEAT, la marca de coches española, y de CASA, actualmente parte del gigante Airbus. Pero además fue un entrañable padre de familia numerosa y un extraordinario fotógrafo. Todo lo cual y mucho más llevó a cabo aumentando su fe católica hasta llegar a la celebración de la Eucaristía diaria con su esposa.
Nació en Guadalajara en 1886. En 1903 ingresó en la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara y, tras su paso por ella sirvió en la unidad de globos aerostáticos en la Guerra del Norte de África. En 1908 regresó de la Academia con el grado de teniente, siendo enviado a Marruecos. Ahí cumplió tareas de aerofotografía detrás de las líneas enemigas y, en 1911, integró la primera promoción de aviadores militares españoles. Durante un corto período en Buenos Aires, donde viajó para estar con sus hermanos Antonio, gran pintor y Fernando, periodista y publicista, fue ingeniero para la comuna porteña hasta que renunció, para asumir el comando de una escuadrilla de aviones Moraine-Saulnier en el Norte de África.
Tras su regreso definitivo del Norte de África fundó, en 1923, la empresa española de Construcciones Aeronáuticas (C.A.S.A.), actual complejo EADS-CASA, que hace los aviones Airbus y que trabaja unida a la Agencia Espacial Europea en los más apasionantes proyectos aeroespaciales del momento.
Este alcarreño más que ilustre fundaría además algo más tarde, en 1950, la primera industria española de fabricación de automóviles en cadena, SEAT, de la que fue nombrado presidente hace ahora 70 años. Con más de 19 millones de coches vendidos y una media del 1% del producto interior bruto, Seat ya es historia. Su otra gran pasión tendría mucho que ver con su capacidad de observación, imprescindible en cualquier aviador: la fotografía.
En 1898 le fue regalada su primera cámara fotográfica, con la que empezó a realizar sus primeras instantáneas. Tres años más tarde recibió una segunda cámara, denominada Photo Esphère, con la que llevó a cabo alguna de sus fotografías más señeras. En 1903, a la edad de 12 años, realizó sus primera fotografía y, a los 17 hizo ‘Sermón en la aldea’, que ahora es un verdadero clásico del denominado pictorialismo.
Realizaba casi todas sus fotografías originales mediante el procedimiento artesanal del carbón fresson, técnica con la que se logra un efecto rugoso y aterciopelado, similar a la textura del dibujo o el mezzotinto. Este método era uno de los utilizados por el mencionado movimiento pictorialista de comienzos de siglo. En parte por ello fue más que merecidamente nombrado Miembro de Honor de la Sociedad Neue Pictorialist de los Estados Unidos y recibió la Medalla de Oro de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid.
Su obra es considerada como la más prominente de España en la primera mitad del siglo XX. De entre sus libros destacan España, tipos y trajes (1933), España, pueblos y paisajes (1938), España, mística (1943), y España, castillos y alcázares (1956). Su primer libro tuvo 12 ediciones con 70.000 ejemplares. En una entrevista en 1980, poco antes de morir (murió en ese mismo año), declaró que esta técnica, utilizada principalmente en Francia, se había dejado de utilizar, por ello "...me tuve que poner a fabricar el papel yo mismo -afirmó-, pero llegó un momento en que por las vicisitudes de la vista -perdió el ojo derecho y un poco del izquierdo- yo no pude seguir haciendo fotografías. Mi único discípulo, que podía haber continuado la técnica, murió".
Ortiz-Echagüe era extraordinariamente sensible, como muestra su obra, y su pasión por la aeronáutica le llevó, ya bastante mayor, a superar volando la barrera del sonido, y a realizar varias excursiones en globo. De su personalidad tal vez destacar una gran humanidad combinada con un alto grado de exigencia, tal vez proveniente de su formación militar. Su obra fotográfica ha sido y es un extraordinario exponente para la investigación antropológica, y consta de cerca de 1.500 positivos originales, más de 28.000 negativos, interpositivos, contratipos, además de equipos fotográficos y material diverso. Completa el legado una biblioteca especializada, documentación y su colección personal de fotografías de otros autores.
He tenido el inmenso honor de despachar con don César Ortiz-Echagüe, hijo de José, presbítero de la Iglesia Católica, que me ha suministrado información de primera mano sobre la religiosidad de su difunto padre, de la cual voy a recoger una pequeña muestra, ya que pronto tendremos una biografía de su autoría, que completa lo hasta ahora escrito con la visión propia del familiar cercano, hijo en este caso. Así don César señala en sus anotaciones que:
"El ambiente en mi familia, los años de mi infancia, era muy laical. No recuerdo haber oído nunca que en nuestra familia - tampoco entre nuestros antepasados, ni en el círculo de nuestras amistades- hubiera sacerdotes o religiosos… En nuestra familia era costumbre asistir juntos a la Santa Misa los domingos... Como es lógico, un objetivo frecuente de sus fotografías eran las grandes iglesias que dominaban los pueblos y que contenían cuadros e imágenes bellísimas, muchas veces cubiertas por el polvo. Los hijos preguntábamos a nuestro padre por el significado de esos cuadros y de esas imágenes y él, quizás sin buscarlo, pero haciendo uso de lo mucho que había leído sobre esas obras, fue realizando una gran catequesis religiosa con nosotros…", comenta su hijo.
Además, añade que "junto con ese entusiasmo por los valores de España, mi padre sufría comprobando la gran pobreza de la mayoría de su población y las grandes diferencias sociales que existían. Pero no se dedicó a lamentarse, sino que puso todo lo que estaba de su parte para crear riqueza y puestos de trabajo. Tengo el vivo recuerdo de que nuestro padre procuró inculcarnos a todos sus hijos esa profunda preocupación por las personas pobres o de escasos recursos…Venían bastantes de esos pobres a pedir limosna en nuestra casa y nuestros padres nos enseñaron a recibirles siempre con afecto y a que no se marchasen nunca con las manos vacías. Nuestro padre nos enseñó, sobre todo con su ejemplo, a llevar una vida sobria, sin caprichos, recordándonos -sin hacerse pesado- las muchas personas que no se podían permitírselos. Nos tenía cortos de dinero...".
Una de las fotos tomadas por José Ortiz-Echagüe
Por otro lado, don César explica que "los recuerdos que tengo sobre la religiosidad de mi padre en los años de mi infancia y juventud son de que cumplía las prácticas religiosas habituales: Santa Misa en los domingos con toda la familia… tenía, entre sus muchas virtudes humanas, una que considero esencial como base para una auténtica vida cristiana: su gran preocupación social… Tuve la inspiración de animarle a leer una Vida de Jesucristo, escrita por el abad benedictino Fray Justo Pérez de Urbel –científico católico- y su lectura le abrió a mi padre horizontes nuevos. Después le fui entregando folletos con escritos de nuestro Fundador –san Jose María Escrivá de Balaguer- y, por comentarios que me hacía, notaba que los leía con agrado, apreciando su contenido y también su estupendo estilo literario...".
Otro factor -añade- que "indudablemente ayudó mucho a mi padre a un conocimiento más profundo de la vida de la Iglesia fue la elaboración de su libro España Mística… Ese libro le llevó a tomar contacto con priores, abades, sacerdotes, etc. de profunda vida espiritual, que le ayudaron a entender a fondo lo que fotografiaba... Pienso que otros factores que ayudaron a mi padre en su vida espiritual fueron los sufrimientos que se cruzaron en su vida… Todos esos factores le fueron llevando a acercarse más y más a Jesucristo y a descubrir el valor de su presencia en la Eucaristía. Esa es la explicación de que, con gran naturalidad, a partir de un cierto momento, decidió acompañar a diario a mi madre a la asistencia a la Santa Misa’.
Sin duda alguna que el libro de don César sobre José Ortíz-Echagüe será una lectura más que recomendable para constatar la compatibilidad de la fe católica con ayudar a los demás como empresario, algo que algunos hoy se niegan a admitir.