La promesa de Irene, la impresionante historia real de Irene Gut, joven católica que escondió a 12 judíos en el sótano de la casa de un comandante nazi, ya está en los cines españoles y merece la pena verla.  

Sin embargo, deja fuera algunos elementos de la fe de la protagonista y algunas de las escenas más duras de los hechos reales. Son temas que vamos a tratar en este artículo.

Irene publicó en 1992 el libro testimonio En mis manos (In my hands), cincuenta años después de los hechos, aunque ella llevaba tiempo contando su historia a jóvenes en escuelas e iglesias.

Irene murió en 2003. En 2008 y 2009, el guionista Dan Gordon lanzó una obra de teatro en Broadway contando su historia con el título "El voto de Irene". Gordon había hablado en profundidad con Irene, y también con su única hija, la cual sólo a partir de los 14 años supo de las hazañas de su madre.

En 2023 se estrenó la película que llega ahora a los cines españoles, La promesa de Irene, con guion del mismo Gordon y dirección de Louise Archambault, una película canadiense y polaca, que empezó a filmarse en lugares de Ucrania ligados a los hechos, sobre todo en Ternópil.

La película no oculta la fe de la protagonista (la vemos ir a misa, rezar en dos ocasiones duras, etc...) pero cuando leemos su testimonio real, vemos que el elemento de fe ha quedado bastante rebajado en el filme.

Irene Gut, sirvienta polaca, escucha a los nazis esperando salvar vidas judías en La Promesa de Irene.

Tensión: 12 judíos escondidos, cada uno es valioso

La película sabe mantener el ritmo y la tensión. El espectador vive siempre con miedo a que los refugiados sean descubiertos, acercándonos a sus miedos. Aquí hay un protagonista principal, Irene, con doce compañeros, como Cristo y sus apóstoles o Bilbo Bolsón y sus enanos. Hay que esforzarse para que ellos no sean una masa anónima, para dar personalidad a cada uno, porque cada vida es valiosa. La película lo consigue.

Logra además crear sensación de comunidad en la adversidad, el sótano, la persecución, las bombas... en su clandestinidad evitar ser "ratas", son hombres, familias, y los hombres se casan, tienen hijos, juegan, leen, celebran fiestas, rezan y dan gracias a Dios, en Navidad y en Hanuká.

Una y otra vez contrasta el refinamiento de las fiestas, sus lujos, sus postres, con la barbarie de las masacres, y el miedo de los refugiados escondidos que oyen las fiestas.

La inocencia de una joven ante el horror

La actriz protagonista es la joven Sophie Nélisse, de 24 años, que leyó la biografía de Irene y ya conocía la época de la II Guerra Mundial por su participación en La ladrona de libros, en 2013, es decir, siendo una niña de 13 años.

Sophie Nélisse hace un magnífico trabajo al interpretar a una veinteañera que sirve de camarera y luego de ama de llaves a los nazis en Ucrania. Es una muchacha con una firme confianza en que vale la pena hacer el bien y salvar vidas, las que pueda, y para ello va improvisando decisiones. Sophie ha de mostrar inocencia, pero a la vez debe visibilizar la herida de quien ya ha sufrido abusos y va asumiendo más y más abusos para obtener el bien posible.

Sophie habló con la hija de Irene, Janina (Jeannie), quien mantiene una web sobre su madre (ireneopdyke.com), donde explica la clave espiritual de todo:

"La historia de la vida de mi madre parece demasiado increíble, incluso para Hollywood. ¿Qué tuvo Irene Gut Opdyke que la hizo salirse del camino de una resistencia menor e involucrarse cuando tantos otros no lo hicieron? ¿Fue su crianza? ¿Su fe? ¿Qué le dio el coraje y la fuerza para hacer lo que hizo? Como única hija de Irene, me han hecho estas preguntas muchas veces. Creo que la respuesta se encuentra cuando miramos sus acciones, sus hechos y su vida cotidiana. Mi madre vivió los dos mandamientos más grandes: Ama al Señor Dios con todo tu corazón y ama a tu prójimo como a ti mismo. La respuesta corta y simple es esta: ¡fe, perdón y amor!"

Así, Janina tiene claro que la fe fue el factor esencial en la experiencia de su madre Irene. "Mamá tenía una visión simple de la vida y una fe que la sostenía. Ella solía decir: "El coraje es un susurro desde arriba. Si piensas solo con la cabeza y no con el corazón, tu cabeza te dirá 'Eso es peligroso, no lo hagas'. Debes involucrar a tu corazón". Y añadía: "El día antes de que mi mamá falleciera, me habló de lo agradecida que estaba por su vida, apreciando todos y cada uno de los días. No hubo arrepentimiento ni amargura, solo gratitud".

La película se puede ver a partir de 11 años de edad. No hay escenas de sexo (aunque alguna se sugiere, y hay besos forzados). No hay sangre y tripas, pero matan a un bebé de un golpe y a civiles desarmados con disparos. También ahorcan una familia con niños.

Pero la película no recoge todos los horrores que vivió Irene. Por ejemplo, en la película ella dice que no quiere ayudantes soldados en su casa "porque tuve una mala experiencia con soldados soviéticos". En su biografía es más explícita: fue violada con 17 años por un grupo de soldados soviéticos que ocuparon el este de Polonia.

[Atención: spoilers, a partir de aquí contamos más detalles de la trama de la película].

En la película vemos a un nazi que toma un bebé de su madre y lo tira al suelo y chafa su cabeza contra los adoquines. Es terrible, pero la película evita otra escena aún peor, que fue la que impactó a Irene: soldados que tiraban a un bebé al aire y le disparaban como quien caza pájaros. Esta es la mujer que murió sintiéndose agradecida a Dios, pese a los horrores.

"Vi cosas horribles. Yo era tan joven... Ver que arrancaban a niños de los brazos de sus madres y los arrojaban de cabeza contra el suelo. Vi bebés arrojados al aire y tiroteados como un pájaro. Fui educada en un buen hogar, con padres maravillosos que nos enseñaron los 10 mandamientos. Ver eso, no tener padres ni familia cerca para poder hablarlo, o llorar en sus hombros... es algo que nunca puedes olvidar", dijo en una entrevista en 2001, dos años antes de morir (se puede leer en Achuca.co.uk).

En esa entrevista, Irene dio muchos datos sobre su experiencia espiritual en la guerra y después. Con 16 años, explicó, "mi deseo era ser otra Florence Nightingale", explica, refiriéndose a la famosa enfermera de la Guerra de Crimea. La traicionera invasión soviética del este de Polonia la atrapó cuando era enfermera voluntaria. "Tomaron mi país por los dos lados, Polonia ya no existía", dice ella en la entrevista. La frase se repite tal cual en la película.

Fue capturada por los rusos, golpeada, violada por un grupo. Se escondió en el bosque durante semanas y logró llegar a la zona central de Polonia. Allí fue a una misa matinal. "La iglesia fue rodeada por la Gestapo y cogieron a todos los hombres y mujeres jóvenes. No sabíamos lo que harían con nosotros. Se nos llevaron en camiones", explica en la entrevista. En la película vemos a los nazis interrumpir durante la comunión en la iglesia y secuestrar a los feligreses.

"Soy polaca y católica"

Primero la pusieron a servir en una fábrica de munición, pero estaba muy débil. "Me preguntaron si era de familia alemana, porque mi apellido era Gut. Les dije: no, soy polaca y soy católica", dice en la entrevista. Esta escena la vemos en la película, pero en ella se limita a decir que es polaca: los cineastas omiten lo de "soy católica".

Por su buena apariencia, rubia, y por saber alemán, la colocaron como camarera en un hotel que servía de base a los oficiales nazis. Ella tomó conciencia del horror cuando vio esas escenas en que mataban niños judíos, dice.

"Fui criada en la fe católica, pero cuando vi eso, especialmente a los niños, me rebelé contra mi Señor, contra Dios. Pero había una respuesta en mi alma: que Dios nos da libre voluntad, para hacer el bien o el mal. Y en ese punto le pedí a Dios: 'ayúdame a ayudar'. Estaba dispuesta a dar mi vida para poder ayudar. Ver cosas como las que vi, y hacer como si nada... no podía".

El primer paso fue pequeño: tomó algo de comida del hotel y la dejó bajo la valla del gueto de Ternópil donde los alemanes mataban de hambre a los judíos. La comida desapareció. Al día siguiente trajo más. Así empezó.

Lo siguiente fue escuchar, como camarera, a los alemanes hablando de sus próximas incursiones, las calles que iban a asaltar para llevarse a los judíos. Y les avisaba para que huyeran.

Luego llegó el momento de esconder a los 12 judíos que conocía del hotel para evitar que los deportaran hacia la muerte. Es lo que recoge la película de manera emocionante.

A partir de cierto momento, su jefe, el comandante Eduard Rügemer, que tenía 60 años en la vida real, descubrió que en su casa había judíos escondidos. Pero accedió a mantenerlos ocultos a cambio de que la veinteañera polaca, a la que admiraba, fuera su amante. Ella aceptó, por salvarlos. La película sabe abordar esta relación con matices y delicadeza. Él es un hombre herido y torturado ya por la guerra, y ella, después de todo, es su prisionera, una trabajadora forzada.

Él a veces la viste con pieles, pero ante otros alemanes sigue vestida de criada. En el mercado la llaman "la prostituta polaca del comandante", sin saber las vidas que está salvando. En la película no queda claro, pero Janina, la hija de Irene, explicó al Jerusalem Post que los refugiados no sabían el pacto que la joven había establecido para salvar la vida de ellos.

Un sacerdote que no aparece en la película

En la salvación de esos judíos participaron más católicos que la película no recoge, pero Irene detalla en su entrevista de 2001. "Encontré un sacerdote anciano al borde de la ciudad y a otra chica católica, Helen. Ella encontró trabajo en una granja. Ahora teníamos un caballo y una calesa. Eso nos ayudó mucho porque transportábamos gente [los doce escondidos], a veces llevando heno. Pero me sentí fatal cuando los llevé al bosque y los tuve que dejar allí [con partisanos organizados, no a la intemperie]. Me sentí como esas mujeres malas de los cuentos infantiles que abandonan los niños a los lobos", explica la mujer que durante dos años salvó sus vidas escondiéndolos. En la película no aparece este sacerdote aliado de Irene ni el carro de heno.

Hay elementos morales complejos en esta historia y ella los sufrió. Había salvado vidas, pero para ello había tenido que acostarse con un hombre (que además ya estaba casado). "No tenía a nadie con quien poder hablar de eso. Desde luego, no podía hablarlo con los que yo escondía. Esperaba... no sé lo que esperaba. Esperaba que me dijeran: 'no tenías opción, la vida humana es más importante'".

Pero cuando por fin pudo hablar con un cura sobre eso, explica, "era un cura muy joven y no había áreas grises con él. Me dijo que tenía que expulsarlos a todos [los refugiados a la calle], que mi alma inmortal era más importante que todo lo demás. Bien, no podía estar de acuerdo con eso. Recuerdo que, después de eso, una noche estaba en el balcón y le hablé a Dios. 'Tú me ayudaste a encontrar un lugar, tú pusiste esas personas en mis manos'. Yo había pedido a Dios ayudarme a ayudar. Y Él lo hizo. Y me sentí mejor después de eso".

Sin embargo, cuando tras la guerra emigró a Estados Unidos, no se sintió con ánimos de ir a la Iglesia católica. Se casó con un presbiteriano en una iglesia presbiteriana y tuvieron una hija. Un amigo al que le explicó esta historia por primera vez le dijo: "Irene, no hay culpa en ti". Le contó la historia de Rut la moabita en la Biblia, que por ayudar a su suegra anciana y pobre se acerca a un hombre mayor para que sea su marido. "Fue como si se cayera una piedra de mi corazón. Pero antes, durante un tiempo, estuve perdida", declaraba en 2001.

Cuando los soviéticos tomaron Ucrania, encarcelaron a Irene acusándola de "partisana polaca" y "colaboradora con los nazis". Pero los mismos judíos que había ayudado a salvar lograron sacarla del campo de trabajos, llevarla a un campamento de judíos ("yo era una católica en un campamento judío") y pasarla de la zona rusa a la Occidental, y emigrar con documentos que la presentaban como judía alemana.

El 9 de junio de 1995, Irene Gut fue honrada con una bendición papal del papa Juan Pablo II en un servicio conjunto de judíos y católicos celebrado en la sinagoga Shir Ha-Ma'alot en Irvine, California. El papa Juan Pablo II además le concedía una audiencia privada. La parroquia polaca de Yorba Linda, en California, impulsó este reconocimiento. Irene dijo: "Este es el mejor regalo que puedo recibir por cualquier cosa que hice en mi vida".​

El niño al que todos querían matar

Hay quien se enfada cuando se relaciona aborto, Hitler, nazis y judíos, pero lo cierto es que en la historia de Irene sucedió y la película lo recoge.

Escondidos los refugiados, descubrieron que una de ellas, Ida, estaba embarazada. Si el niño nacía, lloraría y les delataría. Así, todos los del grupo decidieron que la chica debía abortar, y la convencieron. Le pidieron a Irene que trajera los materiales que uno de ellos, médico, usaría para hacer el aborto.

En la película vemos que Irene se queda asombrada y espeluznada. "No puedo, mi religión no me lo permite", dice ella en la película. Podría haber citado el "no matarás", el juramento hipocrático (aunque no llegó a terminar enfermería). Pero, con un cuadro de Hitler de fondo, plantea: "¿Vamos a ayudar nosotros a Hitler a matar más niños judíos?"

Ella se metió en el lío de rescatar vidas porque vio a nazis matar bebés. ¿Hay que matar bebés para proteger adultos? "Hice la promesa de que si algún día podía salvar una vida, lo haría", dice Irene. Consigue convencer a la embarazada para ganar tiempo. Pero será su pacto con el comandante lo que permitió hacerlo viable.

Ida, Lazar y el pequeño Roman, al que todos querían abortar y vive por la esperanza de Irene.

De hecho, el bebé de Ida y Lazar Haller, nació en libertad, en el bosque, en mayo de 1944. Ese bebé, el pequeño Roman Haller, hoy agradece su vida a la esperanza luminosa y la fe de la joven católica.

Pero hay además una historia de perdón. Tras la guerra, el comandante Eduard Rügemer lo perdió todo. Su mujer y sus hijos se negaron a aceptarle en su casa de Nuremberg por haber mantenido relaciones con Irene.

Y el matrimonio Haller, con el pequeño Roman ya con 4 años, lo acogieron, viéndolo hundido y arruinado. Al fin y al cabo, él no les había denunciado y les protegió de la Gestapo. El antiguo oficial alemán fue como una especie de abuelo para el niño, ese bebé al que durante un tiempo todo el mundo, excepto la joven Irene, había querido matar.

Roman Haller, en este vídeo, se muestra contento de que Irene no permitiera que le abortaran, que fuera una salvadora de vidas:

Haller explicó al Jerusalem Post: "Él jugaba conmigo. Yo solía montar en su espalda. Era como montar a caballo. Le arrancaba las canas y le decía: 'Tienes canas y te las quitaré'. Él se reía". Uno de sus verdaderos abuelos había muerto en el Holocausto, y otro antes de la guerra. Rügemer murió cuando el niño tenía ocho años.

Irene no habló en público de su experiencia hasta 1975. Haller conoció a Irene en 1984, dos años después de que el Memorial Yad Vashem en Israel la reconociera como Justa entre las Naciones. El rabino que recopiló los datos encontró a los Haller en Munich y pudieron reunirse. Según declara Janina al Jerusalem Post, Irene se mostró en contra de que el militar alemán Rügemer fuera nombrado Justo entre las Naciones. "Mi madre pagó un alto precio por su silencio", dijo la hija de Irene.

Irene con Roman en los años 90, si no fuera por ella, lo habrían abortado en el sótano.

En 1997, ABC Prime Time llevó a Irene a Israel y allí encontró al bebé Roman, entonces un hombre de 53 años. También tuvo la alegría de que una pareja polaca, por absoluta casualidad, encontrar a a sus 4 hermanas en Polonia, a las que no veía desde la invasión de 1939.

Ella lo recordaba en 2001, y añadía: "Cuanto más vieja soy, más agradecida estoy a Dios por escogerme. Y ayudarme. El título de mi libro, 'En mis manos', en realidad quería que fuera 'En Sus manos', me sorprendió cuando me dijeron que ponían ese título. Pero me explicaron que todos estamos en manos de Dios, aunque de vez el cuando el Señor encarga tareas..."

Documental de los años 90 recogía la historia real (13 minutos):