Cuenta que, cuando se convirtió al catolicismo, se sintió "desbordado" por la cantidad de devociones que practicaban los católicos: las cinco llagas, el escapulario, la coronilla de la Divina Misericordia, la Santa Faz, el Oficio de la Virgen María, el rosario, el Sagrado Corazón, los siete dolores de la Virgen...
"Este tesoro de devociones es una de las cosas más hermosas del catolicismo. Como celoso converso, comencé a cargarme a mí mismo con tantas devociones como fuera posible: a más devociones, más gracias, ¿no? Pero en vez de crecer en santidad, me encontré frustrado y quemado", confiesa.
Al final comprendió que la sobrecarga es contraproducente, porque "la naturaleza humana se distrae con facilidad y podemos fácilmente convertir en mecánica nuestra vida de oración. Si hacemos demasiadas cosas, nos centramos más en el procedimiento de la práctica de la devoción que en el objeto de la devoción, que es la intimidad con Dios y la unión con Él", explica con buen criterio: "Nos sentimos santos porque hacemos cosas, pero hacer cosas no sustituye al verdadero amor de Dios".
Por eso decidió practicar menos devociones, pero practicarlas mejor, recordando que, por ejemplo, algunos padres del desierto sólo rezaban uno o dos salmos (como el "Oh, Dios ven a librarme, / Yahveh, corre en mi ayuda", Sal 70, 2) o alguna invocación simple ("Señor Jesús, ten piedad de mí, porque soy un pecador") en toda su vida.
Así que Guzman, aunque convertido hace sólo año y medio, da tres buenos consejos que a él le han ido bien.
1. Elige una devoción que te funcione. "Experimenta, prueba, Nuestro Señor te guiará hacia la que más te convenga. Practica la que más te ayude".
2. Persevera. "La devoción que hayas elegido, practícala con disciplina militar. Nunca la abandones por ninguna razón. La perseverancia es la única forma de que las devociones rindan fruto en tu vida".
3. Hazla bien. "En cualquier devoción que practiques, intenta rezar sinceramente y desde el corazón. Nunca lo hagas mecánicamente ni te distraigas. A todos nos cuesta luchar con las distracciones y con la desidia, pero no podemos rendirnos en esa lucha".
"Y recuerda, todas las devociones son medios hacia un fin, la devoción y el amor. Si una devoción te aleja de él en vez de acercarte, intenta otra", resume.
Tan sensatos consejos, propios de un maestro en la vida espiritual, provienen de un joven director de comunicacion de Provida en Wisconsin (Estados Unidos), casado y padre de dos hijos y -le gusta que las fotos lo evidencien- fumador en pipa, que apenas lleva año y medio bautizado como católico.
La historia de su conversión no contiene elementos extraordinarios, pero sí es una muestra clara de la tensión que le produce a muchos protestantes el estudio del cristianismo primitivo.
Según contó en julio a The Badger Catholic, era baptista y asistía a una universidad fundamentalista y virulentamente anticatólica, pero que tenía un museo donde trabajaba como vigilante y donde, a pesar de los prejuicios del centro, había una buena colección de arte católico.
"Empecé a percibir una fuerte desconexión entre la fe que conocía y la fe de la Iglesia primitiva. ¿Acaso San Agustín (mi héroe entonces) habría asistido a una Victory Independent Fundamental Baptist Church para concluir cada servicio con un sermón? ¿Cuál era el culto de los primeros cristianos? El culto baptista no daba la impresión de parecerse a lo poco que yo sabía de historia de la Iglesia. Así que empecé a profundizar en la historia del cristianismo y a leer tanto como pude sobre los Padres de la Iglesia", en un proceso muy similar al de otro joven converso, Brantly Millegan. o al del matrimonio formado por Ken y Alliston, ambos recogidos en su día en ReL.
Al mismo tiempo que estudiaba, Sam se enamoraba de las piezas católicas del museo, datadas entre los siglos II y XIX, y aprendiéndose de memoria sus inscripciones en latín, entre ellas el Ave María.
"Pese a todo, me sentía distante de sus autores, que obviamente tenían una fe poderosa, pero que, según yo creía, no eran verdaderos cristianos. ¿Qué creían realmente, y por qué?", recuerda Guzman.
Sus investigaciones le llevaron a comprender "la belleza, profundidad y riqueza del cristianismo histórico", y a darse cuenta de que "el cristianismo protestante que yo conocía se estaba perdiendo algo esencial, y era ajeno a la fe de los cristianos a través de las distintas épocas".
En su búsqueda de una fe con mayor raigambre histórica, pensó en la tradición anglicana, incluso para ser pastor: "Una vía media entre el catolicismo (en el que nunca pensé) y el protestantismo".
Pero se tropezó con las divisiones que caracterizan a la Reforma, a las que el anglicanismo (el episcopalismo, en Estados Unidos) no era ajeno, y que hasta entonces no le habían importado. Sí ahora, más aún cuando empezó a estudiarlas, y a comprobar que "con la ruptura con Roma había empezado el caos".
Dedicó tres años a ese estudio, tanto de teología como de historia de la Iglesia, en su tiempo libre, hasta que se graduó: "Vacilaba entre la repulsión y la atracción, entre la fascinación y el sentirme incómodo".
"Tras mucha lucha interna y mucha confusión, llegué a la conclusión de que la Iglesia católica era la única y verdadera Iglesia que Jesús había fundado en el año 33. Ella era el cuerpo de Cristo, y si yo quería ser fiel a Jesús, tenía que ser católico. Decidí convertirme a mediados de 2011, y fui confirmado en la Pascua de 2012", concluye... aunque añade que "ésta es la versión corta" y que tal vez refleje en un futuro libro todo lo que reflexionó durante esa época de su vida.