Se veía a sí mismo como un servidor de la poesía, un explorador del Misterio. Él mismo admitía que detrás del Misterio está Dios y Jesucristo. Pero sobre eso no osaba escribir.
En una entrevista en 2007 en El Nuevo Día con Ángel Darío Carrero hablaba de su relación con Cristo y la Biblia.
- Me siento muy cercano a la espiritualidad franciscana. Veo en San Francisco una auténtica piedad amorosa por los seres humanos y por la naturaleza. La naturaleza es la presencia misma de lo sagrado. Ahí está el Creador presente, pero de la forma más rotunda posible. La naturaleza brinda el inmenso campo de la verdad del ser.
- Sí, mucho. Aquí tengo la edición de Nácar-Colunga.
- Sí, como un libro revelado, sagrado, que está en contacto con el Creador, con las esencias mismas de nuestro ser y de nuestra vida. No hay nada más hermoso que esos doce personajes que seguían a Jesucristo, cada uno con su carácter, con su personalidad, con su manera de ver al mundo, con sus debilidades y fallas. Son seres humanos: son nuestro retrato.
- Resulta ejemplar que dijera “El que esté libre de pecado…” y aquello otro tan esencial de “Dad al César lo que es del César…”. Su grito en la cruz: “Señor, por qué me has abandonado”, es también de lo más humano que se ha dicho. Esa noción de la verdad esencial del destino del hombre tiene que venir de un contacto con la divinidad. Para mí, que he sido un cultor de la amistad, Jesucristo es también el gran modelo. Él era ante todo el amigo de sus apóstoles. Pienso que a San Juan lo iluminó, lo llenó de luz.
- Es así, porque no me atrevo. Un silencio por respeto. ¿Qué puedo decir yo de esa figura?
- No, jamás. Para eso hay que tener unas condiciones particulares que yo no tengo. Haber recibido de lo sagrado unas posibilidades de acercarme más estrechamente a esas verdades esenciales. Claro que escribo poesía, que es una llave de lo sagrado. No hay escapatoria, pero es distinto.
Años antes, en 1997, con 74 años y recibiendo el Reina Sofía de Poesía, reflexionaba sobre la fe y la muerte, aún con un espíritu más rebelde. Llegaría a vivir otros 16 años, hasta los 90. Así, en una entrevista con Héctor Abad Faciolince, dirigida hacia el lector colombiano, confesaba, con enfado de lingüista:
- Yo voy a misa cuando la dicen en latín y de culo. No soporto la misa y las oraciones en esta versión de un español paupérrimo. Y que no vengan a decirme que la gente no entendía el latín, porque eso es una mentira enorme. Primero, entendían una gran parte. Y además, toda religión tiene un lenguaje sagrado y secreto. Estas misas en español, de frente y con las señoras comentando los sombreros de las otras señoras, y con los tipos contándole al compañero de banca lo mal que le fue en un negocio, no.
- Las adoro. Amo, por ejemplo, el rito de la iglesia ortodoxa rusa por la belleza de la ceremonia. Toda ceremonia me parece a mí maravillosa. Rodear la cotidianidad de los actos humanos de ceremonia es darles una nobleza y una permanencia extraordinaria y necesaria. La peor cosa que he visto me acaba de tocar en un matrimonio católico al que asistí por razones familiares en donde en el momento en que el sacerdote los declara marido y mujer, el público aplaude, con el Santísimo Expuesto. Eso es atroz, de un mal gusto espeluznante.
- Yo no puedo tolerar herejías, viejo.
- No, no. Jesús es un profeta, enviado por Dios, hijo de Dios, que estaba ya anunciado por David y por todos ellos. Ahora si tú resuelves, que ese no era y lo matas, te quedas esperando el que no va a venir nunca. Además yo estoy en contra de los protestantes también por la terrible hipocresía de su puritanismo. Justifica una serie de violencias y de violaciones a la intimidad y a la persona. Además sus teorías endiosan y sacralizan el dinero. Según la creencia en el ´destino manifiesto´, si tú eres inmensamente rico, te va muy bien en los negocios y llegas a hacerte un Rockefeller, entonces esto es una muestra de la bondad y de la presencia de Dios. Esto es monstruoso, esto es sacralizar lo más despreciable que hay, que es el dinero, y la forma como se gana el dinero en la sociedad capitalista, y en general en todas partes, que consiste en vender por 10 algo que vale 5.
- Detestable. Ese señor representa todo lo que yo más odio: la derecha. Representa la mediocridad oscura del amargado militarito español que hizo su carrera en África, sin haber entendido el mundo musulmán, en una aventura colonial pestífera. Ahí está el diablo, en ese ser siniestro, mediocre, criminal, delirante, sin ninguna idea clara de nada.
-¿Sabes lo que me aburre de la izquierda? Que tienen respuesta para todo, y saben todo. Yo nunca he visto a un tipo de izquierda que me diga ´no estoy seguro´ de algo. ¿Por qué sabrán todo? Ya tienen la solución para todo.
También habló de alguna novela que no llegó a buen puerto:
-Como yo fui amigo de Camilo Torres cuando era sacerdote y el caso suyo me interesó mucho, resolví escribir una novela sobre la violencia en Colombia, que era la historia de un sacerdote que va al Tolima, de cura párroco, y se encuentra con la guerrilla, llega el ejército, que pesca a la guerrilla y empieza a torturar a los guerrilleros. El sacerdote no resiste y le quita en un momento una pistola a un oficial que está al lado y mata a la persona que está torturando. Esto en un sacerdote es inconcebible. De pronto me di cuenta de que ese inconcebible tienes de veras que creerlo a fondo, o si no no sirve. La quemé en 1962. Se llamaba Cuando Dios bajó a Anagaima.
Y sin saber que le quedaban 16 años para encontrarse con el Creador, dejaba caer, desafiante y poético:
- El suicidio es uno de los grandes misterios para mí. La decisión del suicida es muy misteriosa. Yo soy cristiano, católico, romano, con todas las dudas y las luchas que es normal que tenga una persona que tiene la fe. Hay días en que amanezco en blanco y en fin, ahí me agarro como puedo. Entonces, ya sé que atentar contra tu vida y quitarte la vida es muy grave. Porque, desde luego, si llega a haber algo al otro lado, imagínate lo que has hecho, llegas allá en pelota. Pero de todas maneras, contra el dogma y contra los principios de la Iglesia, yo creo que hay momentos en que nosotros tenemos el derecho y la absoluta libertad, y a veces el deber de quitarnos la vida.