La Guerra de los Rohirrim es una gran película de aventuras que recomendamos a partir de los 9 años.

Aunque es de dibujos animados, estilo anime japonés, con fondos más bien europeos, tiene batallas vigorosas, muertes, monstruos y elementos fantasmagóricos que pueden asustar a niños menores.

El ritmo es ágil, la tensión nunca cede y cada escena tiene una función bien medida.

Delimitando su tema y respetando mucho el texto y sabor épico de Tolkien, esta película triunfa donde fracasaron la multimillonaria Los Anillos del Poder y también Brave: Indomable (2012), otra película de dibujos con otra princesa pelirroja guerrera que no quería casarse. Mérida, la de Brave, era inmadura y rebelde y su padre, el rey Fergus, un tonto que inauguraba toda una tradición de películas infantiles con padres tontos que coartaban a sus hijos listos, rebeldes con causa.

Esta película es distinta, y Héra, su protagonista, es mucho más sabia y respetuosa que Mérida.

Tres tradiciones bien hilvanadas

La película bebe de tres tradiciones distintas y logra hilvanarlas bien.

Por un lado, sigue el canon de la trilogía de películas de Peter Jackson. De allí toma fielmente sus diseños, escenarios, trajes, objetos y muchas escenas icónicas, homenajeadas e incluso repetidas. Pero evita sus vicios: evita esas caídas que no son caídas, esos 'ahora no voy, ahora si voy', todos esos trucos tontos para crear incertidumbres que Tolkien no usaba y con los que Jackson nos agotaba.

La segunda tradición es la de las heroínas guerreras de Studio Ghibli, especialmente La Princesa Mononoke (1997) y, aún antes, Nausicaä del Valle del Viento (1984). Pero Héra, nuestra protagonista, no es un niña lobo salvaje y vengativa como Mononoke ni es tan dulce cómo Nausicaä. Es hija de rey y está en guerra y ha perdido mucho. Con todo, este film empieza como aquellos, con la jinete en su montura, mostrando su afinidad con la naturaleza y su deseo de libertad y amplios espacios.

Héra con un águila gigante: esta iconografía no bebe de Tolkien, sino de Hayao Miyazaki, de Mononoke con sus lobos y jabalíes gigantes, y de Nausicaa con sus insectos ohmu. Pero es verdad que en la Tierra Media hay águilas gigantes inteligentes.

La tercera tradición es el texto mismo de Tolkien. Es un cuento o crónica de tres páginas, pero la película, al ser fiel al texto, logra una historia épica y emocionante. Sólo se despegan en unas pocas cosas:

- los monstruos de gran tamaño que aparecen, no salen mencionados en la historia tolkiniana de Helm, pero sí existen en la Tierra Media; su aparición es "poco probable" (¡y más aún que coincidan!), pero no del todo imposible;

- los nombres de los hijos y parientes de Helm son los que da Tolkien, excepto Héra, la hija protagonista, que Tolkien mencionó, pero no dio nombre; Tolkien sí dio nombre a su tía Hild, que nadie menciona en la película; las muertes de varios parientes nobles no son en la película como Tolkien describe;

- algunas operaciones militares son distintas a lo que narra el cuento de Tolkien; por ejemplo, mientras Tolkien habla de enemigos que desembarcaron por los ríos, aquí hablan de "mercenarios variags", que llegarían del Este por tierra, y están en realidad caracterizados como hombres del Sur, casi negros; con todo, la película evita todas las tonterías raciales woke: los eorlingas son más bien rubios y los dunlendinos más bien morenos, como parece deducirse del texto tolkiniano.

Hay que agradecer que cosas que Tolkien describe como rumores o cuentos supersticiosos, los guionistas logran incorporarlo con explicaciones plausibles que no dejan de mantener el estilo épico y de historia de fantasmas.

Curiosamente, la aparición de cierto mago al final, que parecería un cameo fan service, es rigurosamente tal como Tolkien describe. La fuerza y resistencia de Helm también siguen la descripción épica que Tolkien construye en dos pinceladas.

Una saga realista, un cuento de fantasmas, una historia épica

La Guerra de los Rohirrim tiene tres partes. La primera es como una saga islandesa, realista, una historia de venganza y traición en un entorno de clanes y señores, con ese gran salón de Meduseld que evoca las casas de reyes vikingos y anglosajones, como en el Béowulf

En la segunda parte, los protagonistas han perdido mucho y se ven contra las cuerdas de verdad, se desliza todo a un cuento de terror y fantasmas en la nieve que devoran hombres y una fortaleza, quizá, maldita.

La tercera resuelve la acción con recursos tolkinianos épicos, y, visualmente, deudores de Peter Jackson.

Una mujer fuerte, rodeada de hombres fuertes

La protagonista es Héra, la hija del iracundo rey Helm Mano de Hierro (Manomartillo en otras traducciones). Hay una narradora, que se supone que es Éowyn, la doncella guerrera de El Señor de los Anillos (en inglés con la voz de su actriz de las películas de Jackson, Miranda Otto, pero en castellano suena como Galadriel). La narradora viene a decir que sus hechos no se recogieron en las canciones, sin acusar a nadie de ello. En la guerra vemos caer al menos un bardo.

Héra con su padre el rey Helm y sus dos hermanos en una recepción real: una familia que se quiere, pero la madre murió.

Demasiadas veces, las películas, para intentar presentar mujeres fuertes, han recurrido a rodearlas de hombres tontos, malos o débiles. Aquí no es así. Cada hombre en la familia de Héra es virtuoso y valiente a su manera. Helm es protector de su hija como lo es de su reino, ferozmente protector, pero ella aprecia eso, no lo desprecia. No encontraremos aquí sermones feministas contra los hombres que protegen, ni contra los varones en general.

También los enemigos de Helm tienen virtudes, inteligencia y capacidad, pero a alguno le vencen las pasiones, sobre todo la venganza, que le arrastran en una pendiente de corrupción más y más nihilista. La venganza es "el anillo" corruptor en esta historia.

Es verdad que la película (como el cuento de Tolkien) nunca menciona a las madres. Héra tiene una maestra guerrera, su mentora. Ella misma es una "doncella del escudo", como Éowyn.

Los combates son vigorosos, hay muchos muertos, y alguna amputación, aunque no se ve apenas sangre. Esto no es Vinland's Saga. Como en Tolkien, los límites entre el combate realista y la fantasía se difuminan a veces. Después de todo, Éowyn narra una historia que se ha transmitido durante cientos de años.

Valores de lealtad y sacrificio

La película defiende los valores de la lealtad (incluso si tu señor es impetuoso e iracundo; Fréaláf Hildeson es un desterrado fiel, como el Cid, o como su descendiente Éomer siglos después).

También se alaba el sacrificio por los demás, especialmente por los débiles. Héra en cierta ocasión aboga por dejar vivir unos vencidos que huyen: no es algo que Tolkien recoja en historias de Rohan, pero es una buena enseñanza.

Se le puede objetar a esta película que alabar tanto a una guerrera que descarta de plano casarse, sí o sí, no es lo que necesita nuestra sociedad, que sufre de una natalidad y nupcialidad desastrosa.

En nuestro mundo real, lo verdaderamente épico y heróico, es casarse y tener hijos. También hay otras formas de ejercer la maternidad, como en la vida religiosa. Dice Tolkien que tras el Largo Invierno Rohan quedó muy debilitado por muchas muertes y tardó en recuperarse. Esa recuperación vino de mano de las familias que tenían hijos, de esos niños que los guerreros protegieron lanzándose a la batalla al grito de "muerte, muerte".