Es opinión común que el cine tiene el mérito de describir la actualidad, de reflejar los cambios sociales y de ser testigo de las que pueden ser las luchas de una sociedad en continua evolución. Un arma de doble filo que puede revelarse peligrosa en el momento en el que el séptimo arte empieza a utilizar sus potencialidades para promover temas y conceptos que suscitan un cierto debate.

Es lo que ha ocurrido en el reciente Festival de Venecia, con el León de Oro concedido a Sacro Gra, el documental de Gianfranco Rosi, y que merece una cierta atención sobre todo por algunas películas, presentadas en la sección oficial como fuera de ella, donde el hilo conductor parece ser una cierta exaltación de la violencia por la violencia, y una clara destrucción de la familia tradicional.


Empezando por Miss Violence, película dirigida por el griego Alexandros Avranas y premiada con el León de Plata, en el que se describen las debilidades de una familia donde la violencia, los abusos, los suicidios y la pedofilia están a la orden del día.

La cinta empieza con el suicidio de la hija de once años el día de su cumpleaños. Un acontecimiento que es tratado por todos los componentes como una simple desgracia, sin necesidad de interrogarse sobre las causas que han determinado un gesto de tal alcance.

El drama marca el inicio de una historia que se rueda en el interior de cuatro paredes domésticas, en cuyo interior se muestran los abusos inhumanos de una padre-ogro sobre la esposa, hijas y nietos.

«Son historias que suceden cerca de nosotros, pero que nadie quiere ver y finge no percibir; además, ésta está basada en una historia verdadera, más inhumana aún de como la hemos descrito» ha declarado el director, como diciendo que todas las familias son así, que los padres son todos ogros dispuestos a ejercitar su poder jerárquico sobre los otros y a vender a sus propias hijas para juntar algo de dinero.


Pero el León de Plata no ha sido el único premio concedido a una película donde sumisión e incesto son los verdaderos y propios protagonistas.

Venecia otorga a La moglie del poliziotto (La esposa del policía), de Philip Groning, el Premio especial del jurado. Cambia el escenario, pero no la temática, en una obra donde el protagonista en un policía que “adora” a su mujer y a su hija de 3 años.

En 175 minutos se muestra la aparente perfección de esta pareja, que transcurre los domingos en el parque. Un amor idílico que desaparece en el momento en el que el pánico de la ausencia, esa esposa que se aleja del sofá sin despertarlo, altera al dulce marido dejando espacio a una reacción sin sentido, descrita como “demasiado amor”.


También Kim Ki Duk contribuye a este tipo de violencia familiar. Este director vuelve a Venecia con la película fuera del circuito oficial Moebius.

Premiado el año pasado con el León de Oro por Piedad, el director coreano presenta esta vez una película en la que el núcleo familiar es destruido por los comportamientos insanos e inauditos de una madre respecto a su hijo. La mujer, exhausta por el odio hacia un marido infiel, elige vengarse sobre el muchacho adolescente.

«Para preparar esta película me he preguntado qué es una familia – nos explica el director -, quería investigar cuáles eran los deseos de una mujer y de un hombre, y entender el valor simbólico de los órganos genitales, en relación a la vorágine de culpas y expiaciones». La familia, los deseos y los órganos sexuales son, en la mirada del director, los elementos de un retrato donde la única realidad que parece prevalecer es la de la satisfacción personal de las propias necesidades carnales.


No es menos Gerontophilia, película presentada durante la jornada de los Autores, en la que el escándalo se manifiesta mediante la historia de “amor” entre el veinteañero Luke y el octogenario Melvin. Tras la cámara esta Bruce LaBruce, con la clara intención de describir la normalidad de un sentimiento que puede nacer entre dos hombres donde, además, hay una evidente diferencia de edad.

Se cierra así Venecia 70, un Festival que elige centrar la mirada sobre temas fuertes y películas que, en lugar de llevar a cabo una clara función lúdica o de entretenimiento, se aprovechan del medio para justificar el fin.


La familia – muy lejana de esos retratos de los años 70-80, que la describían como un lugar acogedor en el cual las alegrías, el dolor, los conflictos y los problemas se resolvían con el abrazo de una madre y un padre siempre dispuestos a escucharte – hoy es presentada a los ojos del espectador como un ambiente destructivo, donde no hay posibilidad de salvación, y en el cual el único modo de comunicar está representado por el abuso.

(Traducción de Helena Faccia Serrano)