El evangelio de Juan, el "discípulo amado", está considerado uno de los más importantes, por su estilo y por revelar el corazón de Cristo como ningún otro, además de por aportar una serie de detalles y episodios que no narran los demás.

César Franco, obispo de Segovia, acaba de publicar La vida de Jesús según Juan, en Ediciones Encuentro. Un libro que pretende facilitar la comprensión de este texto tan significativo y que ofrece con estilo diáfano y apasionado una introducción a la vida de Jesús.

Puedes adquirir aquí 'La vida de Jesús según Juan', de Ediciones Encuentro.

El lector podrá acceder al texto sin complicaciones, puesto que con bastante frecuencia se tiene dificultad para entender este evangelio tan diferente de los sinópticos debido a su estructura y estilo literarios y al contenido de los discursos de Jesús.

Dividido en dos partes, la primera presenta claves de lectura para el evangelio, y la segunda, un comentario a los veintiún capítulos que lo conforman. El evangelio de Juan posee una gran originalidad y belleza, que radica en que Juan narra la vida de Jesús a partir de su preexistencia y encarnación.

Además, Juan se presenta como testigo ocular de los acontecimientos. Según Franco, "la originalidad de Juan estriba en el atrevimiento teológico y literario de componer su obra desde 'el principio', que no es el comienzo de la historia terrena de Jesús, sino de su ser en el Padre desde toda la eternidad. Esta es su genial visión, la desmesura —si podemos hablar así— de su pretensión creadora. Bendita desmesura, desde luego".

"La visión de Juan es magnífica: el rey elevado en la cruz destrona al príncipe del mundo, que queda despojado de todo poder", comenta el autor. 

A continuación, enumeramos cinco interesantes análisis que aparecen en el nuevo libro del obispo César Franco sobre el evangelio de Juan:

1- El evangelio-testimonio

Aunque todos los evangelios tienen su origen en la experiencia personal de los que desde el principio fueron testigos directos de la vida de Jesús, solo el autor del cuarto evangelio se presenta a sí mismo con estas palabras: "el que lo vio da testimonio". De ahí que los comentarios de Juan resalten la importancia del testimonio en la estructura y argumento de su obra.
 
Ya el vocabulario confirma que estamos ante una idea fundamental del evangelio: el verbo testimoniar aparece 47 veces en los escritos de Juan; y el sustantivo testimonio, 30 veces. Solo en el evangelio, el sustantivo aparece 14 veces; y el verbo, 40. Nos hallamos, pues, ante palabras clave que ayudan a definir la naturaleza del evangelio.
 
No sorprende, pues, que el cuarto evangelio reciba el calificativo de evangelio-testimonio (...). Cuando se lee con atención el evangelio se entiende el interés de su autor por recoger todos los testimonios a su alcance para hacer valer las pretensiones de Jesús como revelador y enviado del Padre. 
 
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2- Una biografía dramática 

Quien lea con atención el cuarto evangelio descubrirá enseguida lo que Attridge califica de dimensiones "dramáticas" del evangelio. Visto en su totalidad, presenta la vida de Jesús como un intenso drama o, mejor aún, el drama más trascendente de la historia, que afecta no solo a la tierra, sino a las alturas del cielo y a las profundidades del abismo.
 
Rigaux define el cuarto evangelio como "tragedia divina y humana". Como en todo drama, el escenario y la ambientación, los personajes y, sobre todo, el argumento están perfectamente pensados para convertir al lector en "espectador" capaz de hacerse presente en la historia de Jesús gracias a su desarrollo literario y a la "intriga dramática que dicta el hilo del relato".
 
De algunas escenas del evangelio -la samaritana, el ciego de nacimiento y el juicio de Pilato- se ha dicho incluso que parecen compuestas como un guion dramático que se interpreta libremente. Hace ya muchos años, el padre Lagrange calificaba al evangelio de Juan como "un drama de la realidad histórica".
 
Que este drama ha sido real y no inventado lo prueba el acuerdo entre las palabras y la situación de los actores. Juan tiene la verdad más cerca. No es una libre puesta en escena que se acerca más o menos a la historia de la que dispone a su voluntad: "es la historia tomada bajo su aspecto dramático, pero guardando todos los signos de la realidad".
 

3- Los signos de Jesús

Es sabido que en el evangelio de Juan los milagros de Jesús son llamados "signos". También son denominados "obras", de las que Jesús se sirve para revelar su identidad: "Las obras que yo hago dan testimonio de mí". Al referirse a ellas, Jesús destaca la función reveladora de su ser y de la verdad de su enseñanza.
 
Podríamos decir que los signos son las pruebas que justifican su autoridad y las señales para atraer a los hombres a la fe. Conviene, pues, subrayar desde el principio su condición de visibilidad: obras hechas a la luz del día. Sin la aceptación de esta premisa, ni el argumento de Jesús ni el del evangelio se sostendría.
 
Según U. Schnelle, los milagros de Jesús tienen una función fundamental en el cuarto evangelio. Su número y consistencia indican que Jesucristo ha entrado realmente en el espacio y en el tiempo. "Los signos milagrosos no son una mera concesión a la debilidad humana; sino más bien son demostraciones de la 'gloria de Dios'".
 
Si no se hubiera dado esta condición visible de los signos, Jesús no habría utilizado frente a quienes lo rechazaron el argumento de no querer ver lo que sucedía ante sus ojos. Los signos confirman, por una parte, la fe; y, por otra, ponen en entredicho la incredulidad. Son camino para la fe y juicio contra los incrédulos.
 
César Franco, obispo de Segovia, acaba de publicar La vida de Jesús según Juan (Encuentro).
 

4- El "yo soy" de Jesús

El capítulo 8 comienza con la escena del perdón a la mujer adúltera, que es una joya literaria y religiosa. Aunque la mayoría de los comentaristas reconoce que no tiene el estilo ni el vocabulario de Juan y se parece más a los relatos sinópticos, no se duda de su autenticidad. Falta, además, en los manuscritos antiguos.
 
La razón de su presencia en Juan puede deberse a dos razones: la primera, como testimonio del perdón a los pecadores, dato indiscutible del ministerio de Jesús, que no podía faltar en el cuarto evangelio. La segunda, como expresión de que Jesús no ha venido a condenar ni a juzgar según la carne, tema que aparece en el diálogo con sus adversarios a continuación de esta escena.
 
Por otra parte, el episodio está situado de modo estratégico en un capítulo que termina con el intento de lapidar a Jesús por blasfemo. De esta forma aparecen dos intentos de lapidación: al inicio, el de la adúltera, a quien Jesús perdona; al final del capítulo, el de Jesús, que se esconde y sale del templo para evitar la lapidación. Los mismos que acusan a la mujer de haber violado la ley de Moisés, atribuyen a Jesús la blasfemia de equipararse a Dios.
 
El contraste entre ambas escenas enmarca un capítulo que, como el anterior, insiste en el tema de la identidad de Jesús. Como sugieren algunos comentaristas, si quitáramos la escena de la adúltera, el capítulo 8 sería la continuidad natural del 7.
 

5- Condena y muerte de Jesús: todo está cumplido

El texto de la liberación de Barrabás es considerado por un buen número de exegetas como invención de Juan. Lucas no lo menciona; Mateo y Marcos no hablan de la pascua, sino de la fiesta, lo que no exige que se trate del supuesto "privilegio pascual", del que no tenemos noticia fuera de los evangelios. De ahí la sospecha de que Juan inventa este dato.
 
Pero es posible que Juan no presente la liberación de un reo como un privilegio concedido a los judíos en cada pascua, sino como un gesto de gracia por parte del procurador para aquella pascua determinada y que las autoridades judías hubieran ya pactado con el procurador la liberación de Barrabás. Se explica así que Pilato no pregunte a cuál de los dos reos debe soltar, sino que propone directamente a Jesús.  
 
 
La escena de la flagelación y de las burlas tiene en Juan un significado especial. En los sinópticos, este hecho sucede al final del proceso y de la condena a muerte. Juan la sitúa durante el juicio. Es posible que Pilato quisiera utilizar el castigo de la flagelación para conmover al pueblo con la presencia del reo torturado. Por otra parte, las burlas sobre la realeza de Jesús en el debate sobre su condición de rey resaltan aún más la paradoja subrayada por Juan: la entronización de un rey que salva a través de la pasión y de la cruz.