Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, ateo de ascendencia judía, es uno de los llamados "padres de la sospecha" del pensamiento occidental, socavador de conceptos que deberían ser firmes como el amor, la confianza, Dios, o el mismo "yo".
C.S. Lewis, el autor de "Mero Cristianismo" y popular por sus cuentos de "Crónicas de Narnia" (tres de ellos se han convertido en exitosas películas), también fue ateo en sus años de adolescencia y primera juventud, pero su evolución intelectual fue pareja a la espiritual: pasó a ser pagano, luego vagamente deísta y después cristiano convencido y gran apologeta y divulgador. Sus libros y charlas radiofónicas han llevado a muchos a la fe.
¿Y si se hubieran encontrado?
¿Qué hubiera pasado si estos dos grandes pensadores se hubieran encontrado? Hay dos "experimentos" que se lo han planteado: el libro de 2002 del psiquiatra clínico Armand M. Nicholi "La cuestión de Dios" (en español desde 2005, en Rialp) y una obra de teatro del dramaturgo Mark St Germain titulada "La última sesión de Freud", inspirada en la tesis de Nicholi, obra hoy en gira por países anglófonos desde 2011, con distintos actores. A inicios de 2012 una versión en español se interpretó en teatro en Argentina (en este vídeo entrevistan al actor que interpreta a Freud desde el punto de vista de lo escénico y teatral).
Se parte de una hipótesis: en 1939 Freud está en Londres, huyendo de los nazis que se han anexionado su Austria natal en 1938 y están a punto de invadir Polonia. De hecho, cuatro hermanas de Sigmund morirían en los campos de exterminio nazi.
Se sabe que en esas fechas en Londres recibió la visita de un profesor de Oxford dos semanas antes de morir. ¿Y si hubiera sido C.S. Lewis?
Como con su diván de Viena
Por ese entonces, Freud tiene 83 años y un cáncer inoperable le está matando, ligado al tabaco que él aconsejaba no fumar pero que él nunca dejó. Lewis tiene 40 años, y es cristiano sólo desde los 33.
En la obra de teatro, se plantea que la habitación de Freud en Londres es una réplica de su estudio famoso de Viena, con diván y todo. Lewis llega con retraso por el caos de los trenes que llevan niños al campo en previsión de la guerra... un homenaje del dramaturgo al inicio de "Crónicas de Narnia".
En la obra teatral es Freud es quien ha hecho venir a Lewis, molesto por su libro "El regreso del Peregrino" (en español también desde hace pocos años), en el que Lewis hace desfilar las ideologías populares en su juventud, señalando la fugacidad de las modas intelectuales y lo dañinas que son muchas de ellas. Es el origen de su debate.
St. Germain no da una clara victoria a ningún bando en el debate ingenioso y profundo que se establece.
La obra sugiere que Lewis puede estar algo "bajo de forma", preocupado por la guerra, siendo él un ex-combatiente de la anterior guerra mundial. Freud también está debilitado por su cáncer. La obra termina con Freud escucha la emisión de radio de la acreditación del rey Jorge anunciando la entrada de Gran Bretaña en la guerra y pidiendo la bendición de Dios.
En la vida real, Freud pidió una sobredosis de morfina a su médico y amigo Max Schur y el 22 de septiembre de 1939 moría.
Lewis usó a Freud siendo ateo
El libro de Nicholi contrastando a Freud y Lewis nace de un curso con el mismo tema que este psiquiatra ha impartido muchas veces en Harvard, siempre con gran popularidad entre los estudiantes. Nicholi ha dado clases sobre Freud durante más de 30 años.
"Cuando Lewis era ateo leyó las obras de Freud y usó sus obras filosóficas como una defensa de su ateísmo; tras su conversión, muchos de los argumentos que respondió eran aquellos mismos que Freud había formulado y que el mismo Lewis había usado como ateo", explica Nicholi.
Más personas que argumentos
Una clave de este libro es que no trata de argumentos, sino de personas. Como psiquiatra, Nicholi se pregunta por el itinerario, las experiencias vitales que moldearon a ambos pensadores. Sigismund Schlomo Freud fue un niño judío ortodoxo criado por un aya católica, cariñosa, que le fue arrebatada a tierna edad. A los 10 años vio lo que el antisemitismo hacía sufrir a su padre, a quien empezó a ver como un cobarde.
Siendo adolescente, Freud leyó a Feuerbach y su argumento de que "la religión es simplemente la proyección de una necesidad humana, el cumplimiento de deseos profundamente asentados". Según Nicholi, pasó el resto de su vida enlazando las heridas emocionales de su relación con su padre con las implicaciones de la idea de Feuerbach.
El Lewis pre-cristiano
A su vez, "Jack" Lewis era un irlandés del norte, avergonzado por los sermones llorosos y emocionales de su padre. A los 9 años, cuando murió su madre, Lewis y su hermano fueron enviados por el padre, ya siempre triste, a un internado dirigido por un sádico. Siendo joven vio los horrores de las trincheras en la Primera Guerra Mundial y allí perdió su mejor amigo.
Su infancia dura lo alejó de Dios y en su adolescencia adoptó un ateísmo beligerante. Intelectual, introspectivo, crítico con los demás, tendiente a la depresión, pesimista y hostil a la autoridad, Nicholi considera que el Lewis pre-cristiano se parecía mucho a Freud.
Pero al pasar de los años encontramos un Lewis creyente y feliz, sin necesidad de méritos humanos (rechazó la Orden del Imperio Británico, condecoración que aceptó, por ejemplo, su amigo Tolkien... pese a ser igual de crítico con el Imperio).
Mientras tanto, el Freud anciano es un hombre agrio, que ve a sus antiguos discípulos como enemigos, y molesto porque no recibe condecoraciones como el Premio Nobel, que cree merecer.
El escritor de fantasías, un realista
Los argumentos sobre el significado del sexo, el amor, el sufrimiento y la vida, siempre tienen que ver con nuestra propia experiencia.
Freud, que luchaba contra la religión que le parecía una ilusión, aparece en el libro como un buscador de sentido y aceptación, pero siempre cegado y distraído.
Lewis, autor de cuentos para niños y fantasías, aparece como un hombre realista, con gran capacidad para analizarse y entenderse a sí mismo.
El sexo y la lujuria
Resulta curiosa su relación con el sexo. Freud, el "padre de la liberación sexual", no se casó hasta los 30 años y vivió una perfecta abstinencia durante todo un noviazgo de 4 años. Ya casado, fue siempre fiel a su mujer y había temporadas en que el matrimonio Freud se abstenía de mantener relaciones.
Por el contrario, Lewis insistirá como cristiano siempre en la necesidad de controlar los apetitos; ya antes de su conversión era consciente de dejarse llevar por la lujuria y la ira y en "Sorprendido por la alegría" explica que cometió todos los pecados menos la homosexualidad y el juego, por los que nunca se sintió tentado.
Su conversión le aportó serenidad y se casó a los 50; el matrimonio fue tremendamente romántico y emotivo, también en lo sexual, según Nicholi. "Parecíamos una pareja de luna de miel con 20 años", escribiría muy contenta su mujer, una poetisa, cristiana que antes había sido judía atea y comunista.
Buscando la felicidad
En cuanto a vivir la felicidad, los contrastes entre Lewis y Freud son grandes. El joven Freud, en sus años veinte, afrontaba depresiones consumiendo cocaína. Freud relacionó siempre felicidad con placer y placer con gratificación instantánea.
Como ésta siempre es limitada, dedujo que no es propio del ser humano vivir feliz, aunque no fue infeliz con su matrimonio y sus hijos.
Lewis, por su parte, tras una juventud pesimista y desesperanzada, cambió con su conversión. Toda su autobiografía se centra en su descubrimiento de la "alegría", del "gozo".
Lewis dijo que la mitad de su felicidad venía de sus amigos (muchos, a los que atendía, perseguía y reunía en grupos literarios como los Inklings). La otra mitad consistía en disfrutar con placeres sencillos (pasear, leer, desayunar, charlar) a partir de su renovada relación de agradecimiento con el Creador.
Freud va a la baja; Lewis, en alza
Ya entrado el siglo XXI, el legado cultural de Freud va a menos, mientras que el de Lewis no deja de crecer. El escepticismo respecto al psicoanálisis y su utilidad está en alza incluso en los ambientes menos religiosos.
La obra de Lewis, tanto la ficción y narrativa como la de pensamiento religiosos, filosófico y artístico se reedita sin cesar y está muy viva en muchos ámbitos. Puede que pase un siglo y muchos pregunten: "¿Quién es ese psiquiatra que debate con Lewis en esa obra de teatro antigua?"