La Bioética es una disciplina cada vez más necesaria para tratar temas espinosos y de frontera en el ser humano. Para ello, el sacerdote y profesor Roberto Esteban Duque ha publicado el libro Ética Biomédica. Aspectos sociales de la Biomedicina (Eunsa).
En este libro este doctor en Teología Moral realiza un extenso análisis científico, antropológico y ético de las principales cuestiones bioéticas de interés para el profesional de la Biomedicina. En una entrevista para Religión en Libertad aclara conceptos y profundiza en temas de gran importancia presente y futura.
- ¿Me podría justificar la necesidad de la ética en la biomedicina?
- Lo hago con un ejemplo. En noviembre de 2018, un científico chino, He Jiankui, aseguraba haber creado los primeros bebés modificados genéticamente, pero su deseo de gloria personal se puso de manifiesto de inmediato al afirmar con procacidad que “los científicos no pensamos en la ética”. Una respuesta que descalificaba cualquier trabajo, si tenemos en cuenta que los científicos en lo que más deben pensar es precisamente en eso, en los problemas que pueden ocasionar los avances científicos. Desde aquí se justifica la ética en Biomedicina.
- ¿Qué ocurrió con este científico?
- No lo recuerdo, pero la investigación confirmó que manipuló el código genético de varios embriones que implantó en el útero de mujeres voluntarias. Las autoridades chinas le acusaron de evitar los controles y utilizar tecnología de efectividad y seguridad inciertas para desarrollar actividades de edición de embriones humanos con fines reproductivos, algo prohibido por la ley china.
- Usted habla del derecho a la intimidad de la información genética.
- Es un verdadero derecho. El derecho a la intimidad, en general, y el derecho a la intimidad de la información genética, en particular, custodian bienes jurídicos fundamentales para el ser humano que no encuentran una protección adecuada en otros derechos -en este caso, en el derecho a la igualdad y no discriminación- ya que protegen las esferas íntimas de la vida de las personas, en concreto, aquellas en las que se forma y florece la personalidad y con ella, el sentido del valor y la dignidad propias del individuo.
- El dilema determinismo-indeterminismo, compatibilismo-incompatibilismo, le llevará en su libro a un análisis sobre el determinismo genético. En sentido estricto, el determinismo genético implicaría que la relación entre genes y conducta es la de predicción (los genes permiten predecir la conducta).
- Pero en muchos casos sólo hay predisposición, la verdadera dimensión del hombre escapa al determinismo biológico o ambiental. En 2009, un Tribunal italiano redujo en un año la sentencia de un asesino porque los peritos identificaron en él un gen, el MAOA (monoaminooxi-A) asociado a carácter violento y conducta antisocial. Es evidente que las acciones de las personas dependen de factores como su personalidad, sus genes, sus circunstancias y sus entornos sociales. Pero ¿qué margen entonces le queda a la libertad individual?
- Los últimos avances de la neurociencia establecen una conexión incontrovertible entre cerebro, hormonas y comportamiento. Dice Sandra Witelson que el cerebro tiene sexo. Hombres y mujeres salen del útero materno con algunas tendencias e inclinaciones innatas, cada uno tiene ciertas dotes naturales.
- No podemos dejarnos llevar por un predeterminismo biológico que negaría el libre albedrío de la persona. No todo es naturaleza. La educación juega un papel importante en el equilibrado desarrollo de la personalidad masculina y femenina por medio de la potenciación de las virtudes y aptitudes peculiares de cada sexo y por medio asimismo del encauzamiento de aquellas tendencias innatas que podrían dificultar una justa igualdad y un correcto desarrollo personal. Estaríamos así ante el prototipo de «desmitificación»: la libertad es sólo algo aparente puesto que las acciones poseen un antecedente temporal inconsciente de carácter orgánico, es decir, la causa de la acción no es la conciencia o el querer, sino el cerebro. El individuo está condicionado por las características de su genoma, pero no es enteramente predecible a partir de la composición del mismo; no existe un gen para el cociente intelectual o la virtud, pero estas capacidades son influidas por las secuencias del genoma humano.
- Encuestas relativamente recientes de la revista Nature, revelan que cerca del 25% de los científicos son ateos, otro 25% creen en alguien como creador del universo, y el resto, que son la mayoría, simplemente son agnósticos. ¿Por qué?
- Difícil responder. Sin embargo, si uno lee las biografías de los grandes científicos encuentra con sorpresa que la inmensa mayoría son de alguna manera religiosos. Nuestro conocimiento, desde la ciencia, es parcial y tentativo. Dice el premio Nobel de Física Eugene Wigner: “En contenido y utilidad, el conocimiento científico es una fracción infinitesimal del conocimiento natural”, y Albert Einstein, hacia el final de sus días, añadía en una carta: “Pensarán que miro el trabajo de toda mi vida con una tranquila satisfacción. Pero, mirando las cosas de cerca, son muy distintas. No hay un solo concepto del que tenga la convicción de que se mantendrá firme, y me siento con dudas de si estoy, en general en el camino correcto. Yo no pretendo tener razón, sólo quiero saber si tengo razón”. Son los científicos más eminentes los que más cuenta se dan de las limitaciones de su conocimiento. Einstein nunca pudo aceptar el hecho de que todo se reducía a un colapso probabilístico de la ecuación de onda, llegando a afirmar dos cosas bien importantes que dejan ver su profundo respeto por una inteligencia superior: “Dios no juega a los dados con el universo” y “Dios es sutil pero no mal intencionado”.
- Existe el “deber moral” de mejorar las capacidades del hombre, afirma el joven filósofo sueco Bostrom
- Creo que lo que existe es el deber moral de respetar la dignidad irreducible de cada ser humano y el sentido pleno y trascendente de su existencia: amar y ser amado.
- ¿Es una utopía eliminar el sufrimiento?
- Es perfectamente deseable reducirlo, pero el dolor no sólo posee un efecto pedagógico en la persona, sino que además nos hace captar nuestra verdadera naturaleza, esencialmente limitada. El tiempo de la desgracia, dice el Libro del Eclesiastés, nos llega a todos. Creo que el hedonismo es una profunda herida cultural, de la que somos víctimas y verdugos, y que sólo puede conducir al utilitarismo. Es una necedad pretender seres humanos jóvenes, sanos, fuertes y con éxito.
- Se habla incluso de la posibilidad de un “hombre sintético”
Sí, es la biología sintética, conseguir un “hombre sintético” a partir de un embrión y a base de copiar la información genética del ser humano. Sería, en cuanto humano, una persona, lo que significaría una absoluta indisponibilidad como material corporal de repuesto para otros seres humanos.
- Los visionarios posthumanistas profetizan que la descendencia sería únicamente por clonación y a voluntad del posthumano
Lo cual significaría proscribir la familia y la descendencia natural, una ficticia eterna juventud que no respeta la dignidad personal, ni los ciclos naturales de la vida humana ni su carácter trascendente. Es necesaria una bioética que respete la dignidad de cada persona humana y su destino trascendente
-¿Cuándo es ética la experimentación con seres humanos?
Digámoslo negativamente. No será ética en ningún caso sin su consentimiento explícito, al margen de su desarrollo o consciencia, por no respetar su dignidad intrínseca. No será ética, incluso con su consentimiento, si de ello se derivan consecuencias irreparables para su descendencia o la humanidad futura. Es especialmente grave, por lo demás, la experimentación con embriones o la selección de los mismos.
- Háganos una especie de decálogo sobre las cuestiones básicas de su Manual
1. Romper el absoluto ético de que la única forma de venir a este mundo es la procreación natural está siendo vital para desposeer al embrión de su dignidad y poder instrumentalizarlo.
2. Se ha detenido por ruinosa e ineficaz la investigación con células madre procedentes de embriones. La investigación con células embrionarias entraña un precio intolerable de vidas humanas destruidas.
3.La clonación humana es una aberración carente de utilidad clínica, una auténtica amenaza que pretende subvertir los principios básicos de la ética profesional de la Medicina.
4. Existen unos presupuestos filosóficos generales de toda actividad científica. Incluso habría que mantener que la ciencia experimental siempre ha tenido como aliados al pensamiento filosófico y teológico.
5. La ética de la experimentación, especialmente en el hombre, exige detenerse en los valores de referencia, como son la defensa de la vida y de la persona, la legitimidad del principio terapéutico y el tema social vinculado con el progreso de la ciencia. La dignidad de la persona y el respeto a su libre decisión han de entenderse, no en un contexto individualista, sino dentro de una consideración comunitaria.
6. El derecho a la intimidad de la información genética es un verdadero derecho, que comprende no sólo el poder del titular para excluir a los demás del acceso a tratamiento de su información genética, la facultad de exigir la intervención de los poderes públicos para proporcionar una efectiva protección de la información genética, sino también el derecho a ser informado acerca de los resultados de un examen genético y sus consecuencias y el derecho a no ser informado acerca de los mismos.
7. La idea de que los genes determinan de alguna manera los rasgos fenotípicos ha sido criticada en diversos campos de la biología molecular, si bien el determinismo genético ha logrado permanecer con vigencia dentro de la matriz teórica de la biología contemporánea.
8. Las limitaciones humanas, ontológicas y psicológicas, hacen impensable una vida humana sin ellas; sin esas limitaciones no tendríamos un hombre, sino una nueva realidad.
9. Las modernas técnicas de edición genética permiten la superación de enfermedades con origen genético, pero en paralelo a este desarrollo se investiga no ya con fines terapéuticos, sino con fines de mejoramiento de las capacidades del ser humano. Un criterio de discernimiento sobre dónde empieza el Transhumanismo sería este: cuando no se busca una finalidad terapéutica.
10. ¿Somos libres? La libertad no se contrapone siempre a la necesidad. No debemos confundir la necesidad con la determinación física. Lo que “determina” la libertad de la voluntad finita, haciéndola plenamente libre, es Dios mismo en cuanto se da a una creatura capaz de corresponder a esta donación. Brota de aquí una libertad absoluta ante todo lo creado, que es una participación de la libertad infinita de Dios, un elemento constitutivo de la persona en cuanto imagen y semejanza de Dios. Tomás de Aquino dirá que Dios se ama a sí mismo necesaria y libremente.