No hay más que recorrer los versos de La Divina Comedia para comprender que Dante Alighieri (1265-1321), de cuya muerte se cumplen siete siglos, había asimilado e interiorizado la grandiosa visión filosófico-teológica de Santo Tomás de Aquino (1225-1274). Lo muestra Marco Di Matteo en Il Timone:
Sumo poeta y sumo teólogo
Dante, el poeta más grande de la era cristiana, no fue un filósofo en el sentido profesional del término, sino que tuvo espíritu, actitud y pasión de filósofo, y su enfoque filosófico tenía originalidad y espesor especulativo. De hecho, reconoció con fuerza la autonomía y la necesidad de una investigación filosófica como vía para alcanzar en esta tierra la plenitud de la propia humanidad (la "felicidad"), que para el sumo poeta consistía, principalmente, en el conocimiento amoroso de la verdad.
Testimonio de la pasión filosófica de Dante es, especialmente, El Convivio, en el que el poeta afirma que la Sabiduría es el objeto de nuestra primera inclinación natural y que nosotros, los hombres, tenemos, por naturaleza, deseo de saber.
La filosofía
En el ámbito filosófico apreció sobre todo a Aristóteles como "maestro y guía de la razón humana", pero tuvo en gran consideración también a Santo Tomás de Aquino (del que reconoció la santidad mucho antes de su canonización oficial), tanto como comentarista e intérprete fiel de Aristóteles, como pensador original. Siguió al Angélico, más que en las soluciones a cada problema filosófico individual, en el espíritu, racional e iluminador, con el que los afrontó.
Dante concibe a Dios principalmente como "inteligencia" y "amor", causa eficiente y final del universo, conforme a la concepción del Doctor Angélico. Para el poeta, la creación es un acto totalmente libre y gratuito de Dios, motivado solo por el amor, con el que Él da el ser a las cosas que antes no existían para nada. También sostiene, al modo tomista, que la dicha consiste en el disfrute de la visión cognitiva de Dios, a la que sigue la comunión amorosa con Él.
La influencia de Santo Tomás es reconocible también en la "positividad" que Dante capta en todo lo que es fruto del acto creador de Dios, in primis la naturaleza y la racionalidad humanas, consideradas como el principal trámite natural para llegar a Dios, en perfecta armonía con la Revelación y la dimensión sobrenatural. También aprecia a Santo Tomás por su capacidad de distinguir los diversos ámbitos de la ciencia, respetando los correspondientes métodos de investigación.
La deuda que el poeta tiene con el santo dominico es especialmente evidente en El Convivio, donde se refiere al Aquinate como "el buen fraile Tomás", y son frecuentes las menciones a la Suma contra gentiles y al Comentario a la Ética de Aristóteles. Dante cita al Aquinate también en un pasaje de De monarchia, en la que trata de la naturaleza y la fuerza demostrativa del milagro.
Miniatura del siglo XV de Giovanni de Paolo que representa el Canto X del Paraíso de "La Divina Comedia", donde los sabios son instruidos por Santo Tomás de Aquino. Imagen: Wikipedia.
Pero la obra en la que el poeta tributa el mayor reconocimiento a Santo Tomás es La Divina Comedia, donde este está presente en cinco cantos consecutivos del Paraíso. Después de Virgilio y Beatriz, ningún personaje de la Comedia toma la palabra de manera tan extensa como Santo Tomás (aproximadamente 330 versos distribuidos en los cantos X, XI y XIII).
Santo Tomás en el Paraíso
Dante encuentra a Tomás en el canto X cuando, guiado por Beatriz, sube al cielo del Sol, cuya almas se distinguen por su extraordinaria luminosidad. Los espíritus brillantes se disponen en forma de corona alrededor de Dante y Beatriz y expresan su júbilo danzando y cantando. El alma que guía la primera corona le manifiesta a Dante la intención de satisfacer cualquier petición que este tenga: se trata, efectivamente, de Tomás de Aquino, que aclara que ellos son los espíritus presentes en ese cielo (los espíritus sabios), revela su nombre y el de su maestro, Alberto Magno, que está a su lado, e indica una a una las otras diez almas que forman la guirnalda.
En el canto XI, Dante hace que el dominico Tomás pronuncie un elogio de San Francisco, a fin de demostrar que las dos órdenes mendicantes, franciscana y dominica, son instrumentos complementarios deseados por la Providencia divina por el bien del mundo y de la Iglesia.
En el canto XII, es el franciscano San Buenaventura de Bagnoregio el que hace un panegírico del fundador de la Orden de Predicadores, Santo Domingo, pero es la figura de Tomás la que flota en el ambiente.
Santo Tomás vuelve a ser protagonista del canto XIII. Al considerarlo el más grande de los teólogos, el poeta le confía la tarea de enfrentarse a uno de los problemas más arduos de la teología, a saber: el de la sabiduría de Adán, de Cristo y de Salomón. Y para que el lector no crea que él es solo el representante de la ciencia teórica, Dante hace que sea el Doctor Angélico el que concluya el discurso con una enseñanza de tipo práctico sobre el daño que causan los juicios precipitados y, por ende, la necesidad de ejercer la prudencia. De este modo, Tomás es presentado como maestro de la ciencia teórica y también como modelo de la ciencia práctica, puesto que la prudencia es la primera virtud moral y la regla de las otras.
Dante Alighieri con la Divina Comedia en las manos, en una tela de Domenico di Michelino (1465) que se conserva en la catedral de Florencia.
En el canto XIV encontramos la última referencia a la "gloriosa vida de Tomás", pero el eco de sus enseñanzas se percibe también en el largo discurso de Salomón sobre la gloria de los cuerpos de los beatos en la resurrección final.
Santo Tomás, síntesis de santidad y doctrina
Por esta breve reseña vemos que Dante consideraba al Aquinate como modelo de una forma particular de santidad y sabiduría: la santidad del fraile, perseguida según el ideal de la espiritualidad dominica, fundada en el primado de la Verdad, y la sabiduría del teólogo, que interpreta la Sagrada Escritura utilizando los instrumentos conceptuales que la razón natural ofrece al estudioso.
La sabiduría típicamente dominica de Tomás emerge por las referencias frecuentes que hace, en los discursos que pronuncia en el Paraíso, "a la necesidad y a la belleza del discernimiento, de la medida y de la sobriedad racionales" (Kenelm Foster, O.P., Santo Tomás y Dante).
Para Dante, Santo Tomás representa la maravillosa unión entre la profundidad de la doctrina y la plenitud de la humanidad transfigurada por la gracia. De hecho, en el Paraíso, según observa la especialista en Dante Valeria Capelli, "responde a las dudas filosófico-teológicas del poeta manifestando una inteligencia luminosa, profunda y sutil" y, "al mismo tiempo, mostrando un amor ardiente por Cristo y por su Iglesia, un amor vivido con la humildad del simple creyente, que es devoto de los grandes santos, sensible a las necesidades de la Iglesia y apegado a la práctica religiosa más popular".
Respecto a la inmensa herencia cultural que Tomás y Dante han dejado a la posteridad, considero que es posible aplicar a estos dos gigantes de la cultura católica la imagen utilizada por León XIII para aludir a la complementariedad entre Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura de Bagnoregio: son dos candiles resplandecientes en la morada divina.
Traducción de Elena Faccia Serrano.