Seguro que Baltasar Gracián (16011658) no sospechó nunca que tres siglos y medio después de escribir en 1647 su Oráculo manual y arte de prudencia, esta obra se convertiría en un best seller en el ámbito empresarial, sólo incoado en su tiempo. Así ha sido, y en los últimos años la obra, redescubierta por los expertos del management, ha conocido nuevas ediciones en todos los idiomas cultos, hasta convertirse en número uno en las listas de libros de negocios en Japón o Estados Unidos entre quienes aspiran a emular a Bill Gates o Steve Jobs.
Ahora se ha publicado en España Gracián: el jesuita que enseñaba a triunfar (Plenum/Áltera), cuyo autor, Luis Folgado, selecciona y estructura los mejores aforismos de la obra del jesuita aragonés.
Su tío Antonio era capellán de San Juan de los Reyes en Toledo, y de su mano conoció y quiso adentrarse en la vida religiosa. A los dieciocho años ingresó en la Compañía de Jesús, y tras ordenarse sacerdote sus apreciadas cualidades pedagógicas le llevaron a conventos de toda España: Calatayud, Lérida, Huesca, Zaragoza, Madrid, Valencia...
Gracián tuvo serios problemas con su orden porque publicó algunas de sus obras, como la más célebre (El criticón) bajo pseudónimo y sin permiso de sus superiores y señalado por algunos compañeros que le acusaban de hacerles objeto de sus ataques. Además, su filosofía moral, propuesta según sus opositores sin la debida fundamentación teológica, despertaba algunas sospechas doctrinales. El obrar humano abordado casi como una técnica indiferente de su fin chocaba con la lejana en el tiempo pero intelectualmente fresca polémica con Nicolás Maquiavelo.
Durante un tiempo fue castigado a un duro ayuno de pan y agua y -lo peor para él- sin escribir. Superó el mal trago, pero falleció pocos años después.
Nietzsche no reparó en elogios a El arte de la prudencia: "Europa no ha producido nada más fino ni más complicado en materia de sutileza moral". Y así es. Folgado presenta 254 sentencias de Gracián, cada una de ellas explicada, y es profunda la sabiduría que destilan, aplicable a diversos ámbitos de la vida.
Destacaremos diez que, adecuadas o no al ámbito de los negocios en el que ahora se valoran, sirven además para instruirnos en la integridad de la vida moral y sobrenatural.
1. Elige un modelo elevado. Más para superarlo que para imitarlo. Aspira más a avanzar hacia lo excelso que a competir con otros. En vez de envidiar al que triunfa, lucha por alcanzar tus propias metas.
2. Trata siempre con gente de principios. Con ellos uno puede arriesgarse y ganar su confianza. Es preferible competir con gente responsable que triunfar con gente ruin. Aléjate de la gente que no cumple sus compromisos, ya que carecen de virtud.
3. Combina el saber con la correcta intención. La intención malévola es un veneno que daña tus perfecciones. ¡Infeliz eminencia la que se pone al servicio de la ruindad!
4. No tengas espíritu de contradicción. Aunque seas inteligente, al ser un permanente contradictor, lo dificultas todo, y no escapas de ser impertinente, aun siendo entendido.
5. Aprende a sufrir, y serás feliz. Debes tener paciencia suficiente para tolerar todas las necedades y necesidades. A veces sufrimos mucho a causa de aquellos de quienes dependemos para vivir, siendo ésta una buena ocasión para vencer nuestros impulsos y dominarnos a nosotros mismos.
6. Que no te atrape el vicio de ser presumido. No te conviertas en un monstruo de estupidez, como lo son todos los presuntuosos, discutidores, caprichosos, petulantes, extravagantes, exhibidores, burlescos, entrometidos, contradictorios, sectarios y todo tipo de hombres sin medida ni control.
7. Si das mucha paz, recibirás mucha vida. La clave del feliz vivir es dejar a los demás vivir. Todo lo consigue quien no se mete en nada de lo que no le importa. No hay mayor despropósito que tomarlo todo con serio propósito.
8. Cuídate al interpretar lo que te cuentan. El oído es la segunda puerta de la verdad y primera de la mentira. Rara vez te traen la verdad pura, y menos cuando viene de lejos. Siempre trae algo de mezcla de los ánimos por donde ha pasado.
9. No busques fama detractando a los demás. La mejor señal de que uno carece de méritos es dedicarse a quitar méritos a los demás. Huye siempre, como hombre cuerdo, de ser el libro de registro de las infamias ajenas.
10. Nunca te quejes. El que se queja se desacredita. Es más probable que quien te escucha se moleste en vez de compadecerte. Mejor es cumplir con alegría nuestros deberes, para garantizarnos la compensación por ellos.