Un día de 2011 Marilyn Pinkerton recibió una noticia muy dura: su nieto Nicholas padecía el llamado síndrome de uña-rótula, una rara enfermedad genética con manifestación en los codos y las rodillas y frecuentes derivaciones de afectación grave en ojos o riñones durante el crecimiento. En el caso de este pequeño, la carencia de rótulas hizo pensar a los médicos que nunca podría andar.
Marilyn no era católica, pero cercana a su casa -vive en California- estaban las hermanas carmelitas de Alhambra, una comunidad que ejerce su apostolado en la archidiócesis de Los Ángeles. Angustiada, la abuela acudió a desahogarse con ellas, y las monjas le sugirieron que rezase a la Beata Margarita de Castello, una religiosa italiana que vivió entre 1287 y 1320 y es venerada como patrona de los niños con discapacidades. Tiene muchos devotos en Estados Unidos, pues tiene dedicado un santuario en Ohio.
Cada día, pues, Marilyn empezó a acudir a misa al convento carmelita. No comulgaba, pero no dejaba de pedirle a la Virgen María y a la Beata Margarita: "Por favor, ayudadle a crecer. Por favor, ayudadle".
Y, como cuenta Jim Graves para National Catholic Register, las oraciones comenzaron a tener efecto: "A medida que yo perseveraba en mi oración, Nicholas mejoraba cada vez más", explica Marilyn. En concreto, la curvatura de sus codos, que le forzaban las manos hacia los hombros.
Pero el cambio más impresionante estaba por llegar. A finales de marzo de 2012, los médicos que cuidaban a Nicholas descubrieron que sí tenía rótulas. Y hoy el pequeño anda y corre como un niño cualquiera de su edad.
"Es nuestro niño milagro", proclama, feliz, su abuela: "Ha desafiado todas las previsiones sobre lo que se pensaba que sería capaz de hacer". Y ella y toda la familia supieron agradecer lo que interpretan sin duda como una intervención sobrenatural. En la Pascua del año pasado, Marilyn, su marido y su hija (la madre de Nicholas) ingresaron en la Iglesia católica. Su nueva fe les ha dado "mucha fuerza".
Y siguen rezando a la Beata Margarita: "Ella sufrió muchas discapacidades, pero a pesar de todo tenía una fe muy grande. Rezo para tenerla tan grande como ella".
¿Puede ser éste el milagro -si así es reconocido tras el estudio en curso- que canonice a esa joven italiana de la Edad Media, beatificada en 1609 por el Papa Pablo V después de que se acreditaran más de doscientos milagros por su intercesión?
Culminaría así, desde luego, la entronización ante los fieles de la Iglesia universal de una laica dominica cuya vida fue un constante martirio. Nació ciega, coja y jorobada. Sus padres, nobles de un castillo del sureste de Florencia, la encerraron en él hasta los 14 años para que nadie la viese, y sólo le permitían asistir a misa en su propia casa y recibir la comunión.
Cuando cumplió esa edad la llevaron a Città di Castello, en la provincia de Perugia, donde se decía que Fray Giacomo, un fraile ya fallecido, hacía milagros a quien los pedía en su tumba. Los padres de Margarita rezaron por que su hija se recuperase de sus terribles males, pero como eso no sucedió, la abandonaron.
La joven tuvo que vivir de la limosna y de la ayuda que le prestaban algunas familias que la acogieron. Finalmente se quedó en un convento, donde fue admitida como laica dominica. Allí se dedicó a ayudar a los pobres, a una intensa penitencia que se añadía a sus sufrimientos corporales, y a una intensa oración y devoción (¿quizá por el amor que a ella le había faltado?) a la Sagrada Familia.
Cuando murió, con fama de santidad, a los 33 años, fue enterrada en la iglesia de Santo Domingo de Città di Castello. Era lo que pedía el pueblo, aunque los frailes se negaban. Pero durante su funeral tuvo lugar la curación milagrosa de una niña paralítica, y acabaron cediendo. En 1558, al ir a trasladarse los restos, se encontró el cadáver incorrupto, lo cual aceleró la decisión de la Santa Sede de llevar a los altares a quien era ya venerada por los fieles de la Umbria desde hacía dos siglos.
En cuanto a su canonización, en febrero de 2011 el postulador de la causa, Francesco Ricci, O.P., en carta a una de las devotas de la Beata, recordó algunos de los últimos pasos dados, entre ellos el estudio realizado en 1999 sobre sus restos mortales para certificar de nuevo su incorrupción.
Sobre la Beata Margarita hay una película, Little Margaret, interpretada por Lucia Puccia y basada en biografías escritas en 1325 y 1335 que reflejan tanto su determinación de carácter como su bondad. Nunca se quejó de nada, nunca reprochó nada a nadie, y consagró su vida a atender a quienes consideraba que estaban en una situación peor que la suya.
Como todos aquellos que siguen acudiendo a su intercesión, y más que lo harán en el futuro si las locas carreras de Nicholas por el jardín de su casa sirven de prueba para canonizarla.