Si uno recorre la Sugartown Road en Malvern (Pennsylvania), al llegar al cruce con Kings Road se encuentra una placa en la que puede ser difícil reparar si se circula deprisa. No fue el caso, por fortuna, del bloguero de Look in the Mirror, lo cual sirve para destapar una historia truculenta que sucedió en Estados Unidos en el primer tercio del siglo XIX, una época en la que en distintos estados de la Unión hubo importantes oleadas de violencia anticatólica.

La potente inmigración irlandesa llegaba a Estados Unidos dispuesta a trabajar en las condiciones más adversas posibles, y ése fue el caso de una partida de trabajadores del ferrocarril contratada por un tal Phillip Duffy, compatriota suyo. Llegaron a Filadelfia en junio de 1832 y fueron trasladados a Chester County para completar la línea que uniría aquella ciudad con Columbia.

Seis semanas después, 57 de ellos estaban muertos. Los enterraron anónimamente en una cuneta en las afueras de Malvern. La prensa informó de que la mitad de la partida de Duffy (lo cual casa con los datos sobre la tumba, pues se sabe que la partida la formaban un centenar de hombres y mujeres) había muerto de cólera. Sin embargo, pocos días después, reducían misteriosamente a ocho el número de fallecidos. ¿Por qué?

Un grupo de historiadores, arqueólogos y archivistas llevan desde 2004 profundizando en las raíces de estos tétricos hechos. Ese año consiguieron que el Estados reconociese como enclave histórico Duffy´s Cut, el lugar donde se encontraron los restos de los muertos y donde se acumulan unas toscas lápidas sin nombre. Una placa (la que vio nuestro bloguero) señala el hecho para memoria de los paisanos, y da una primera pista.

Al relatar los hechos, dice el texto que "los prejuicios contra los católicos irlandeses contribuyeron a que se negase ayuda a los trabajadores" enfermos.

Pero parece que hay algo más. Cada uno de los féretros fue clavado con 120180 clavos, una cantidad poco usual que podría haber servido para que nadie los abriese cuando los cadáveres aún no estaban descompuestos. Sostiene Look in the Mirror que pudo hacerse para que no se descubriese que a algunos de ellos los remataron, antes de ser enterrados, con golpes en la cabeza o mediante un disparo.

No sólo el cólera lo habrían contraído por beber agua contaminada en sus inhumanos alojamientos. No sólo se les habría negado atención médica por su condición de católicos sin valor religioso (en una zona de fuerte fanatismo protestante) ni humano (había más inmigrantes en Irlanda dispuestos a sustituirles). Sino que también, una vez decidida su suerte, se habría asesinado a sangre fría a quienes tenían próxima la muerte.

Esto último viene sugerido por los trabajos de los forenses que han investigado los restos hallados, pero también con otra circunstancia: en aquel tiempo era juez del condado de Chester un antiguo coronel llamado Cromwell Pearce (17721852), "devoto miembro de la Iglesia Protestante Episcopaliana" según figura en su lápida, y que destacaba por su fobia anticatólica y comandaba una fuerza parapolicial. Su propio nombre se inspiraba en la figura del déspota inglés Oliver Cromwell (15991658), y parece que las ejecuciones tuvieron lugar bajo su jurisdicción.

El doctor Bill Watson, del cercano Immaculata College y que forma parte de la investigación, considera que fue una auténtica "ejecución en masa" seguida de un "encubrimiento masivo". Nuestro bloguero sugiere, "sin prejuzgar la opinión de la Iglesia", que un día podrían ser considerados mártires, y que junto a la tumba podría elevarse un oratorio consagrado "a los venerables mártires irlandeses de Malvern". Un templo a Dios en una zona donde hace ciento ochenta años campeó el mal a sus anchas.