Todo empieza en Atenas, en los primeros años del siglo IV a.C. Entre olivos y jardines, la Academia de Platón sentó las bases del pensamiento occidental. Movidos por la admiración que causa el mundo y los interrogantes que plantea, por primera vez en la historia se planteó la idea de que la realidad era cognoscible, que la razón podía ser un faro que guía nuestros pasos para comprender mejor el mundo, lejos de los mitos que hasta ese momento trataban de explicarlo.
La Academia se situaba fuera de los muros de Atenas, al margen del barullo de la ciudad. Tomaba distancia, porque su fin no era adaptarse a las exigencias que imponía la innovación o los nuevos tiempos, ni preparaba a sus alumnos para los trabajos del futuro, como suelen publicitar las universidades actuales. No se situaba en el terreno de la utilidad, sino en el de la fertilidad.
La Academia era el templo del pensamiento y la virtud, el lugar destinado a la reflexión y el sosiego; lo que los griegos entendían por ocio, es decir, scholé (escuela), en contraposición a negotium (negocio), vinculado al trabajo y la producción.
Aunque son pocos, todavía quedan vestigios de aquel lugar que iluminó a Occidente. Es el caso del Posgrado en Educación Clásica y Humanidades ideado por la reputada doctora en Educación y Psicología Catherine L’Ecuyer, autora de varios libros superventas como Educar en el asombro o Conversaciones con mi maestra.
Con los grandes libros que marcaron Occidente
Libre de burocracias y de la dominación utilitarista del saber, el secreto del posgrado es su radicalidad –radical no en el sentido de extremo, como solemos interpretar esta palabra actualmente, sino en su verdadero significado: aquello que pertenece a la raíz–. El posgrado pretende volver a los orígenes del pensamiento, rescatando los grandes libros que marcaron la historia de Occidente –quizás para que estos nos rescaten a nosotros– y analiza las nuevas corrientes educativas que nos han conducido, tanto en la educación escolar como universitaria, a una situación crítica e insostenible, con unos informes PISA demoledores.
Entre estas nuevas tendencias, destaca la fiebre generalizada por la innovación y el uso de la tecnología en las aulas, sin una evidencia empírica que la sustente; la uniformidad en la oferta educativa debido a la obsesión por los ránquines educativos; el dominio de una visión constructivista y emotivista de la educación en la que el alumno gana protagonismo sin una orientación clara del profesor, y la preponderancia por la adquisición de competencias en lugar de conocimientos.
En el posgrado, organizado a las afueras de Madrid, se respira una auténtica atmósfera universitaria, que busca encarnar su sentido original como una comunidad de profesores y alumnos que se reúnen a la búsqueda de la verdad.
Alrededor de este fuego acogedor, en la primera edición se han sentado políticos, abogados, profesores, músicos, ingenieros, jefes de estudios, maestros, militares y otros perfiles de diversa índole para dialogar y aprender como lo hicieron aquellos griegos hace 2.500 años: sin móviles ni ordenadores, con notas a mano, clases magistrales y análisis de antologías de textos proporcionados a los alumnos.
A este encuentro han llegado alumnos de todas partes de España, incluso de Europa y del otro lado del Atlántico, que se han desplazado a Madrid específicamente para cursar el posgrado. Después del indiscutible éxito de esta primera edición, el posgrado ya ha abierto las inscripciones para la segunda, que comenzará en junio de 2025.
Referentes intelectuales
Pocos programas –y universidades– pueden enorgullecerse del claustro de profesores que imparte el posgrado, en el que encontramos grandes referentes e intelectuales como Fabrice Hadjadj, Diego Garrocho, Darío Villanueva, José María Torralba, Natalia Sanmartín Fenollera, Inger Enkvist, Nuno Crato, Enrique García Máiquez o Higinio Marín, entre otros. Más de 180 horas de docencia presenciales impartidas por catedráticos, maestros y conferenciantes de prestigio en el ámbito internacional.
Pero más allá de las aulas, el espíritu universitario sigue vivo entre los cafés de media mañana, los descansos y las comidas entre profesores y alumnos. En este ambiente cercano y amable se encarna el espíritu de la Academia: la verdad se comparte y se difunde, y los profesores pueden ser maestros y, si apuras, amigos.
Las primeras clases del posgrado comenzaron en junio con la historia de la música y de la filosofía griega y patrística, la retórica en Cicerón y las artes liberales, y en los próximos meses transcurrirán, entre otros temas, por la historia de la Educación y las nuevas tendencias educativas vistas desde la perspectiva clásica; la necesidad de revitalizar la memoria y recuperar la lectura de los clásicos y grandes autores –Aristóteles, Dante, Cervantes, Chesterton, Maritain…–; la educación en el asombro, la virtud y la belleza; la importancia de un clima cultural en el hogar asentado en el espíritu clásico; y el sentido de las Humanidades ante los retos que plantea el transhumanismo y la inteligencia artificial.
El papel de las pantallas
En el marco del posgrado, la Fundación CLE celebró en noviembre, en colaboración con las fundaciones Nemesio Díez y Pablo VI, unas jornadas con más de 300 asistentes en las que se discutió el papel de la tecnología en la educación, el uso de tabletas como herramienta pedagógica o la edad óptima para empezar a usar un móvil inteligente.
Las fundaciones Nemesio Díez, Pablo VI y Catherine L'Ecuyer colaboraron en las jornadas sobre Nuevas Tecnologías y Educación.
Contó, entre otros ponentes, con el gran psiquiatra y neurocientífico Manfred Spitzer, uno de los primeros expertos en advertir sobre los potenciales daños de las pantallas en las aulas y los hogares.
Las clases del posgrado se realizan un fin de semana al mes durante dos años para no interferir con la vida familiar y profesional de sus alumnos. Además, a diferencia de la Academia fundada por Platón, existe la posibilidad de que los padres puedan ir con sus bebés menores de 18 meses, y se ofrecen descuentos para las familias numerosas, varias posibilidades de financiación y la oportunidad de optar a becas, cortesía de la Fundación Nemesio Díez.