¿Puede una canción militar convertirse en número 1 durante cinco semanas seguidas, por delante de los grandes temas de Los Beatles en su mejor época, vender dos millones de discos en quince días (llegó hasta once millones) y convertirse en el vigesimoprimer tema más vendido de la década de los sesenta?
No se trata de una hipótesis, sino de un hecho. En 1966 el sargento Barry Sadler obró el "milagro" con La balada de los boinas verdes (ver abajo su interpretación), que ratificó su éxito dos años después al convertirse en tema central de la película Boinas verdes (1968), dirigida e interpretada por John Wayne en la primera gran aproximación del cine a la guerra de Vietnam (ver abajo la versión en los créditos de apertura y la escena final).
Nacido en Nuevo México en 1940, Sadler quedó muy pronto huérfano de padre y su madre hubo de trabajar muy duro para sacarles adelante a él y a su hermano mayor. A los doce años aprendió a tocar la armónica y la guitarra... y a salir al campo y disparar. Sus dos grandes aficiones. Ingresó en las Fuerzas Aéreas con 18 años y tras un destino en Japón volvió a Estados Unidos y se licenció.
Durante un tiempo recorrió bares y locales tocando y cantando, pero pronto decidió volver a la vida militar y se alistó en las fuerzas especiales (los boinas verdes). Tras ganar las "alas de plata" como paracaidista, fue destinado a Vietnam, donde seguía cantando en garitos y clubs en sus ratos libres. Fue entonces cuando compuso, en 1965, La balada de los boinas verdes, que se fue haciendo cada vez más conocida.
Hay varias versiones sobre por qué la escribió. Una sostiene que fue para elevar la moral de los heridos en combate. Otra, que se trató de un homenaje a James Gabriel, el primer boina verde hawaiano muerto en Vietnam.
El caso es que al poco tiempo, durante una misión al sureste de Pleiku, una bomba trampa escondida entre excrementos le afectó gravemente una pierna, que estuvo a punto de perder a causa de la infección. La estancia en el hospital fue providencial para la canción. La productora RCA puso a su disposición un coro y una orquesta, y el 18 de diciembre de 1965 estuvieron grabándola hasta las once de la noche. El 11 de enero de 1966 comenzó a escucharse en todo Estados Unidos.
La vida del sargento Sadler cambió para siempre. Apareció en los más famosos programas de televisión y fue portada de Time y Newsweek. Y se convirtió durante un tiempo en héroe nacional, hasta que la guerra empezó a ser más impopular, y el gobierno a esconder con vergüenza a quienes la hacían.
Licenciado de nuevo de la vida castrense, Sadler intentó hacerse un hueco en el mundo de la música, pero los pequeños éxitos que logró fueron un eco de su fama por La balada de los boinas verdes. Sólo el tema The A-team [El equipo A] tuvo cierta resonancia, y fue lejana inspiración años después de la serie televisiva de igual nombre: un producto de comedia y acción que en los años 80 protagonizaba un grupo de ex combatientes de Vietnam de las fuerzas especiales reconvertidos en una suerte de mercenarios. Con ese mundo Sadler se mantuvo en contacto de una forma u otra el resto de su vida.
De hecho, el éxito que no le llegó en la música tras La balada... le llegó de la mano de la literatura, gracias a un personaje muy relevante en la historia del cristianismo.
El Evangelio de San Juan (19, 34) cuenta que, cuando los romanos vieron a Jesús ya muerto en la cruz, "uno de los soldados le atraversó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua", símbolos, según los Padres de la Iglesia, del bautismo y la eucaristía, los sacramentos del rescate redentor de Cristo.
La tradición cristiana nos habla de ese soldado. Se llamó Longinos y fue quien, al sentir la sacudida de la tierra tras la muerte de Jesús, dijo: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mt 27, 54). Se convirtió al cristianismo y, según San Beda el Venerable (673-735), doctor de la Iglesia, murió mártir. Así figura en el martirologio, y como santo es venerado.
La fuerza dramática de la figura de Longinos no se le ha escapado ni a la literatura ni al cine. Dos ejemplos: Louis de Wohl (19031961), célebre hagiógrafo, le consagró la novela La lanza, y en la película La historia más grande jamás contada (1965), de George Stevens, John Wayne hace un cameo intepretándole durante los segundos precisos para esa confesión de divinidad.
Y es ahí donde se cruzan de nuevo los rumbos de Wayne y Sadler. Porque Barry aprovechó una leyenda sobre Longinos para crear toda una colección de libros de literatura bélica de evasión: Casca, el eterno mercenario, veintidós novelas publicadas desde 1979 hasta su muerte, de las que vendió millones de copias, reverdeciendo con la pluma la gloria alcanzada con la voz.
Según esa leyenda, Jesucristo habría ordenado al centurión, por haber hollado de tal forma su cuerpo, vagar por el mundo hasta su Segunda Venida: "Soldado, tú eres feliz siendo lo que eres. Así que seguirás siéndolo hasta que nos encontremos de nuevo. Ahora me voy con mi Padre, y tú me acompañarás un día". Esta imaginativa historia, con ecos de las palabras reales de Jesús al Buen Ladrón, es el pretexto que utiliza Sadler para situar a Longinos (Casca Rufio Longinus) en una multitud de escenarios bélicos a lo largo de la Historia. Padece torvas injusticias, recibe graves heridas en ocasiones mortales, pero siempre es milagrosamente sanado para continuar su peregrinaje secular a la espera de la Parusía.
La cubierta de la primera novela de la serie representa, de hecho, al mismo Sadler con una gorra militar sobre una representación del Calvario. Porque la historia arranca en Vietnam, cuando el soldado Casey llega herido al hospital de Nha Trang, donde los médicos dan por segura su muerte. Será al no cumplirse ese pronóstico cuando descubramos que estamos ante Longinos, que lleva dos mil años combatiendo en cumplimiento de las divinas palabras.
Sadler murió en circunstancias no aclaradas. En el otoño de 1988 fue tiroteado en Guatemala cuando se subía a un taxi con una mujer, y quedó en coma. El editor de la revista mercenaria Soldier of fortune [Soldado de fortuna], Bobby Brown, sufragó su traslado hasta Estados Unidos, y quedó ingresado en un hospital de veteranos de Tennessee. Catorce meses después, el 5 de noviembre de 1989, moría sin haber despertado, llevándose a la tumba la causa de los disparos fatales: se ha hablado de suicidio, de un crimen pasional o incluso de un ajuste de cuentas por estar él implicado, según se dijo, en armar a la contra nicaragüense.
Sea como fuere, si se ha hecho realidad para Sadler la ficticia promesa a Casca, llegó ese día al Paraíso un boina verde más, cumplido -como reza La balada..- su destino.