[En este artículo, publicado en Tradición Digital bajo el título Mejora e incremento de la construcciones escolares públicas en España (19201937) y aquí resumido, se vierten algunas de las conclusiones de un largo trabajo de investigación en el que se han rastreado, cuantificado y documentado todas las construcciones escolares públicas emprendidas en España desde 1920 a1937. Las cifras que a lo largo de las siguientes líneas van a aparecer cuentan con un aval documental de seiscientas páginas, casi trescientas fotografías de escuelas y más de cien planos. Su autora, María del Pilar García Salmerón, es doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación.]
En 1999 defendí mi tesis doctoral sobre la enseñanza en Cuenca durante la II República. Dos apartados de la tesis versaban sobre el análisis de las creaciones y construcciones escolares en esta provincia. Una de las sorpresas que me deparó su estudio fue comprobar que los conceptos de construcción y creación escolar no eran términos sinónimos, así como la constatación de que en la mayoría de la bibliografía que sobre el balance de la política educativa republicana se había publicado hasta entonces se confundían y equiparaban los números referidos a las creaciones escolares con la cifra de construcciones escolares, inflando desorbitadamente las cifras relativas a los edificios-escuela alzados durante el quinquenio republicano.
El Grupo Escolar Ramón y Cajal de Cuenca, inaugurado en 1934, fue iniciado en 1926.
El ámbito reducido objeto de mi tesis (Educación y República en Cuenca, 19311939, Diputación Provincial de Cuenca, 2003), una pequeña provincia, me permitió determinar con exactitud, cuántas fueron las creaciones escolares impulsadas durante la etapa republicana.
Dos planes distintos, dos conceptos distintos
El primer gobierno republicano cifró en 27.000 las aulas necesarias para atender a la población infantil no escolarizada hasta entonces. Elaboró un plan quinquenal con el fin de conseguir que se abrieran, no de que se construyeran, esas 27.000 aulas, para lo que habilitó el crédito necesario para sufragar el sueldo de los maestros precisos para tal objetivo, e instó a todos los concejos a que habilitaran los locales imprescindibles para desarrollar el mencionado plan.
Dado que muchos ayuntamientos no disponían de locales susceptibles para ser empleados como aulas de clase, ni siquiera en muchas poblaciones existía la posibilidad de alquilarlos, la escolarización universal de los niños españoles requería ineludiblemente la construcción de nuevas aulas. Así, en los primeros meses de entrada en vigor del plan de creaciones escolares, se dio la circunstancia de que algunos concejos tenían concedidas varias plazas de maestro para aumentar el número de aulas en su localidad, pero al no encontrar los locales apropiados donde instalarlas, se vieron obligados a renunciar a la concesión, y la creación escolar prometida fue anulada.
Queda claro, pues, como los procesos de creación y construcción escolar no fueron sincrónicos, ni equiparables en sus cifras. Se abrieron al uso escolar -en locales alquilados o habilitados- muchas más aulas de las que se construyeron. No obstante, algunos historiadores se empeñan en mantener que durante la II República se levantaron en España 27.000 escuelas.
Otro punto que necesita aclaración es el referido a la distinción entre aula y escuela, conceptos éstos que se confundían durante estos años. Cuando en las órdenes ministeriales se referían a la edificación de dos escuelas con un aula para niños y otra para niñas, no se contabilizaba como un edificio, una escuela con dos aulas, sino que en la orden aparecían citadas dos escuelas, una de niños y otra de niñas. Si se trataba de un edificio para escuela graduada, lo más habitual es que apareciera descrita como dos escuelas graduadas con tres secciones de niños y tres de niñas, es decir en este caso se trataba de un solo edificio con dos escuelas una de niños, y otra de niñas, ambas con tres aulas o secciones.
La República, ¿pionera?
Al no contar con un estudio previo relativo al microsistema educativo conquense en la década de los veinte, me vi abocada a adentrarme en esta etapa con la intención de enmarcar más acertadamente la labor educativa republicana, en especial la referida a la construcción de nuevas escuelas. Los datos y conclusiones obtenidos en esta exploración sacudieron mis ideas previas sobre el particular, al comprobar cómo en la provincia de Cuenca se habían acometido un buen número de construcciones escolares, de la misma calidad y con un estilo semejante, a las emprendidas durante la II República.
Ello ponía en entredicho la idea tan extendida sobre la labor pionera de la República como impulsora de la mejora de los edificios escolares públicos en España. Realmente, los dos primeros edificios destinados a escuelas públicas levantados en la ciudad de Cuenca se habían gestado y comenzado su construcción bajo el paraguas del Directorio Militar. Además, tuve ocasión de acreditar cómo en la provincia conquense la mayor parte de las obras de nuevas escuelas iniciadas durante la etapa republicana no se concluyeron antes de la Guerra Civil.
Cuenca no fue una excepción
Estos hallazgos variaron sustantivamente mi imagen sobre las metas educativas alcanzadas por la República, al mismo tiempo que me impulsaron a indagar si en el resto de provincias habría sucedido algo semejante a lo ocurrido en Cuenca. En un primer momento me limité a revisar los estudios locales publicados sobre el tema, que confirmaron mis sospechas: lo sucedido en Cuenca no había sido excepcional.
Ciertamente, el balance sobre los logros de la política educativa republicana, mantenido en los estudios de ámbito nacional, sufría un fuerte ajuste a la baja tras el implacable uso de la lupa en manos de autores cuyas investigaciones se circunscribían al ámbito local. A través de las páginas de estos estudios, quedaba al descubierto la falsedad de las cifras relativas a las construcciones escolares contenidas en la bibliografía más conocida sobre el régimen. Con ello quedaba en entredicho la tradicional e indiscutida imagen de la II República, como el régimen político que más y mejor trabajó por mejorar las infraestructuras escolares españolas.
La proliferación de escuelas: un cambio de coyuntura
Por poco que se conozca la historia de la educación en España se tienen referencias del mal estado de los locales-escuela en los que se hallaban ubicadas las aulas de enseñanza elemental, hasta bien entrado el siglo XX. Cualquier local era susceptible de ser empleado como espacio-clase, con tal de que su alquiler no resultara muy caro o de que perteneciera al patrimonio municipal. Los ayuntamientos, responsables de la organización y mantenimiento de este nivel de enseñanza, no disponían de recursos suficientes para la atención de las competencias que el Estado les encomendaba, entre ellas el mantenimiento y construcción de escuelas.
¿Cómo solucionar estas graves patologías que despiadadamente aquejaban al sistema educativo español, derivadas todas ellas de la falta de edificios escolares? Desde 1900 con la creación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes se irían aplicando tímidas medidas curativas, más o menos acertadas, para paliar la situación, aunque sin el coraje requerido por la gravedad de la enfermedad.
Dado lo exiguo del presupuesto destinado a este fin, algunos concejos optarían por alzar un edificio escolar sin auxilio del Estado. Sería a partir de la segunda mitad de la década de los veinte cuando el tema se aceleraría con varias medidas, entre las que sobresalió en 1926, la formalización de un crédito destinado a construcciones escolares de 100 millones a emplear en ocho ejercicios, y llegaría a su cenit con el presupuesto extraordinario de 400 millones en 1932.
A finales del quinquenio republicano todavía quedaba un gran número de niños sin escolarizar, así como muchos locales-escuela en pésimas condiciones de habitabilidad, pero el número de solicitudes de ayuda económica o técnica por parte de los concejos municipales para la construcción de nuevas escuelas se había multiplicado extraordinariamente por todos los rincones de la geografía española. Ello nos avisa tanto del cierre definitivo de un largo ciclo de desidia como del comienzo de otro, en el que ya se habían dibujado algunos arcos, pero que de momento no estaba cerrado.
Causas y raíces históricas
Pero ¿por qué se originó esta época de florecimiento dentro del campo de las construcciones escolares públicas en España en estos años?
A lo largo de una extensa investigación he documentado sobradamente que, desde los primeros años de la década de los veinte, la geografía española se vio salpicada, profusa e ininterrumpidamente, por iniciativas locales y estatales en este ámbito, que marcaron el inicio de un proceso imparable, que se desarrollaría en los años siguientes, y del que los gobiernos republicanos serían depositarios y continuadores.
Por ello, pienso que, debieran considerarse todos los agentes implicados en la cuestión de la extensión de las construcciones escolares públicas, y no explicarla sólo en términos políticos. Sin duda, entre los factores más sobresalientes pueden citarse, los de índole social, destacando entre ellos, la asunción generalizada por la sociedad de los ideales regeneracionistas relacionados con la enseñanza.
Paralelamente a este clamor popular y asenso político, varias circunstancias económicas favorecieron el incremento de escuelas de nueva planta. El clima de bonanza en la economía de los años veinte alentó la inversión pública en distintos ámbitos, entre los que se encontraba la construcción de escuelas. Ya en los años treinta, de forma distinta, la crisis económica mundial también influiría positivamente en el proceso. El aumento creciente del paro invitaría a los sucesivos gobiernos a promover obra pública como paliativo al desempleo, y por tanto, se impulsó la construcción de edificios públicos, entre ellos los escolares.
Factores pedagógicos, como la intención de implantar y generalizar el modelo organizativo y didáctico definido por la escuela graduada, requerían contar con nuevos edificios, lo que, sin duda, también coadyuvó a fraguar del proceso constructivo.
En mayor o menor grado, todos estos agentes estaban presentes y operativos desde el comienzo de la década de los veinte. Los sucesivos gobiernos no hicieron sino perfeccionarlos, o modificarlos a su agrado, pero sin variar sustancialmente sus principios inspiradores y reguladores, por lo que no puede considerarse que fueran ni los ideales republicanos, ni tampoco los políticos afectos al nuevo régimen, los promotores del mayor incremento del número de nuevas escuelas en la historia contemporánea española.
Los edificios escolares construidos y el mito republicano
En los años veinte se alzaron en España en torno a mil doscientos edificios escolares, en los que tendrían cabida más de cuatro mil aulas. Durante la II República se concluyeron las obras de unos setecientos edificios escolares con una cifra cercana a las tres mil aulas.
Por tanto el relato tan extendido y aceptado que encumbra a la República, como el régimen político pionero y responsable de una drástica mejora en las infraestructuras escolares debe cuestionarse seriamente. No es cierto, que durante el quinquenio republicano, ni durante el primer bienio ni después, se produjera el punto de inflexión a partir del cual el Estado español se implicó decisivamente en la gestión y progreso de la escuela primaria, atribuyéndole el mayor incremento de edificios escolares públicos realizado hasta entonces. Todo ello ha de desterrarse, ya que no se corresponde con la realidad.
Miguel Primo de Rivera (1923-1930).
Por otro lado, han de significarse los méritos y rendir honores a los cientos de concejales de todas las tendencias políticas, que lucharon y trabajaron por la construcción de una nueva escuela en su localidad. Ha de valorarse, además, tanto la labor desempeñada durante el Directorio Militar, en el que como es conocido colaboraron dirigentes de todo el espectro político no republicano, así como la de los gestores de las Cajas de Ahorro y el INP, quienes desde los años veinte, destinaron fondos y facilitaron los recursos financieros de estas entidades a los ayuntamientos, con la intención de contribuir a la labor de dignificación de la escuela primaria en España.
Tres circunstancias, considero, han sido en parte causantes de esta aureola desmedida colocada sobre la labor desplegada durante la II República en el ámbito escolar.
Confusión interesada
La primera derivada de la confusión entre lo designado como creación escolar -es decir habilitación de una plaza de maestro para una determinada escuela- y el término construcción escolar. Se han solapado las cifras y se ha identificado el número de creaciones escolares con el de construcciones, cuando eran procesos independientes. Además, frecuentemente se confunden los términos aulas y escuelas y se realiza la asimilación del número de aulas con el de escuelas o edificios escolares. La investigación realizada deja meridianamente claro que, en España no se construyeron 27.000 escuelas durante el quinquenio republicano, tal y como se afirma en mucha de la bibliografía sobre el particular.
Según los cómputos obtenidos pueden cifrarse, salvo error u omisión, en más de dos mil trescientos los edificios escolares cuya construcción fue proyectada, es decir aprobada oficialmente, durante la II República. En ellos se preveía ubicar cerca de diez mil aulas. Sin embargo, antes de comenzar la Guerra, sólo estaban terminados unos setecientos edificios, con sus correspondiente aulas, cerca de tres mil.
El caso de Madrid
La segunda circunstancia, que probablemente ha fomentado esta ciega creencia en la espectacular labor constructiva del régimen republicano, se deriva de lo acontecido en la ciudad de Madrid. Durante el quinquenio republicano se proyectaron en la capital de España y sede del gobierno, cuarenta y seis edificios escolares, que se preveía albergaran entre sus muros unas cuatrocientas cincuenta aulas. Del total de edificios, se finalizaron veinte con más de doscientas aulas, aproximadamente la mitad de las proyectadas.
Son cifras incuestionables, que sin duda resaltan el interés y esfuerzo de la República por escolarizar a todos los niños madrileños, pero si se echa un vistazo al resto de grandes capitales españolas, se comprueba que en ninguna de ellas se procedió con la intensidad que en Madrid. Por ejemplo, en las ciudades de Valencia o Cádiz, no se levantó ni un solo centro escolar. Por lo tanto, no debe extrapolarse la ejemplar y eficaz actuación de la Republica en la capital del Estado, y hacerla extensiva a toda la nación.
La cercanía de la Dictadura de Primo de Rivera
El tercer hecho que puede haber contribuido a dibujar ese halo indeleble en el currículum del régimen republicano está relacionado con la coyuntura de su proximidad temporal, casi correlativa, al septenio dictatorial. Muchos de los grandes centros escolares, cuya construcción se gestionó y emprendió durante la Dictadura, se inauguraron dentro del primer bienio republicano, agenciándose el régimen unos méritos que no le correspondían.
Mientras que los militares y gestores del régimen dictatorial no tuvieron una continuidad política, expresada en una ideología o partido político (que una vez finalizado el septenio y tras la muerte de Primo de Rivera, hubieran defendido sus logros y conquistas, singularmente las referidas al aumento de nuevos edificios escolares), los seguidores del régimen republicano, fueron y son capaces de irradiar y ensalzar, incluso contaminar, la magnitud de sus obras, mediante cifras desproporcionadas.
Sin embargo, la elocuencia de los números y fechas, nos aseguran que, gran parte de la siembra realizada en la segunda mitad de la década de los veinte fue recogida por el gobierno republicano. Es más, muchos de los expedientes abiertos durante el septenio dictatorial, y cuya tramitación administrativa se demoró varios años, culminaron su aprobación dentro del quinquenio republicano.
El gobierno de la CEDA
Por último, de pasada, resaltar la falsedad de la idea que asegura que durante el gobierno cedista, o bienio negro republicano, se produjo una desaceleración, incluso parálisis, en el ritmo de construcción de nuevas escuelas. Ya se ha señalado cómo la demanda de una nueva construcción escolar se hallaba en manos de los ayuntamientos, que no cambiaban su tendencia política ni su composición tras las elecciones generales.
Por ello y dado que el gobierno cedista no varió los presupuestos destinados a la construcción de escuelas y sólo modificó ligeramente la normativa referida a las modalidades de concesión de ayudas a los ayuntamientos, resulta poco convincente mantener que durante estos dos años se paralizó o ralentizó la construcción de nuevos edificios escolares.