El día en que se conocieron Rafael Gómez Ortega, El Gallo, y José Ortega y Gasset, el torero preguntó al filósofo a qué se dedicaba. Cuando Ortega le explicó lo que es la filosofía, el maestro soltó su célebre "Hay gente pá tó".
Afortunadamente así es, y gracias a ello a alguien -evidentemente, un chestertoniano- se le ha ocurrido comparar teólogos con cervezas. O, dicho de otro modo, comparar las cualidades de unos y otras en virtud de las afinidades que presentan. El resultado lo encontramos en el blog Ascenso al Monte Carmelo, que alimenta Jason Liske, un escritor de 28 años converso al catolicismo desde el adventismo del Séptimo Día, y que se confiesa amante de la Guinness.
Aunque cargadas de subjetividad tanto sus opiniones teológicas como las beberciales, no deja de ser un ejercicio divertido con el que repasar el alcance y valor de quince grandes figuras teológicas cristianas.
Para Santo Tomás de Aquino (12241274), una Guinness, por supuesto. La razón, dice Liske, es obvia: puesto que "la Guinness es la mejor cerveza del mundo" y es incuestionable su liderazgo en la ortodoxia llena de sabor, conviene a la perfección como representante del Doctor de la Iglesia por excelencia. Es el Doctor Angélico del mundo de la cerveza, y su sabor se parece a la obra del Aquinate en que es equilibrado, razonable y delicioso, y, como en el caso del autor de la Suma Teológica, su sustancia nutritiva es muy saludable. La Guinness, pues, tiene todas las propiedades de Santo Tomás, quien "construyó una catedral de sabor teológico todavía inigualada en su pureza y razonabilidad, y que uno debe aprestarse a estudiar y meditar".
Tertuliano (160-220): una IPA (India Pale Ale). Las "terribles invectivas y salvajes polémicas" en las que se adentró el controvertido teólogo de tiempos patrísticos pueden compararse con el "estocazo amargo" que produce una buena pinta de esta marca de la India. "A ambos hay que aproximarse con cuidado", comenta nuestro experto, en alusión a que algunas posiciones de Tertuliano no son seguras doctrinalmente.
Encontrar una contraparte para Duns Scoto (12661308) no fue fácil, y requirió "bastantes minutos de intensa ponderación". Al final, la marca elegida es la irlandesa Smithwick´s. ¿Por qué? Porque con una que te bebas, por la plenitud de su sabor y lo mucho que llena, tienes para bastante tiempo. Como cuando te acercas a Scoto, "cuyos laberintos teológicos absurdamente complicados hacen casi imposible leerle durante más de una hora". Así es la Smithwicks´s: muy bien para de cuando en cuando, pero no para beber a menudo.
Para equiparar a Santa Hildegarda de Binguen (10981179), quien será declarada en breve Doctora de la Iglesia por Benedicto XVI, tenemos la Fraoch, una cerveza que se hace con brezo, peculiaridad que recuerda la sabiduría botánica de la monja alemana y evoca la "sutil dulzura y complejidad de sabores" de su teología. También se parecen ambos en profundidad y en sus respectivos toques místicos.
De la Edad Media pasamos a uno de los grandes teólogos del siglo XX: Réginald Garrigou-Lagrange (18771964). Para este gran tomista, una cerveza negra, la Oatmeal Stout (en diferentes marcas), "versión diferente de la ortodoxia de la Guinness, pero que conservando su fundamento ortodoxo, le añade un sabor más serio y riguroso, aunque sin la simplicidad de la Guinness". Toda una perfecta analogía de la obra de Garrigou-Lagrange en relación a la del Aquinatense. Aunque la teología del dominico francés no alcance la sabrosura ni las alturas del Doctor Angélico, resiste sin embargo en medio de oleadas "de imitadores y de teologías empobrecidas".
En cuanto a Sören Kierkegaard (18131855), un luterano atormentado, Liske le encuentra parecido con la Faxe Royal Strong, cerveza danesa como el filósofo y, como él, "penetrante, poderosa e inolvidablemente sugerente". Y que, como su filosofía... "puede golpearte el cráneo y dejártelo lleno de astillas".
Otro protestante, Karl Barth (18861968): para él, la Tucher Pilsener. Dice Liske que durante la luna de miel con su mujer, que pasaron en Alemania, frecuentaron esta marca: "No hemos olvidado su golpe amargo", dice, en toda una valoración teológica. Los aficionados a la Tucher, además, la beben por litros, como los aficionados a Barth, que tienen que sentarse ante los quince volúmenes de su Dogmática de la Iglesia.
Yendo hacia atrás, volvemos a las aguas calmas de San Bernardo de Claraval (10911153): "El Doctor Melifluo me recuerda a las cervezas trapenses de Chimay". La Chimay, en particular las de etiqueta azul, son como las obras de San Bernardo: increíblemente ricas y poderosas, "seguramente ásperas en ocasiones, pero que te satisfacen hasta el extremo".
"En bien de la caridad", dice nuestro experto, había decidido no incluir en la lista a Hans Küng (n. 1928), pero al final pensó que se le echaría de menos. El problema es que aquí quien sale perjudicada es la marca referenciada, porque "la teología de Küng es la Colt 45 del mundo teológico: barata, de baja calidad y áspera. Al principio parece un fruto prohibido para la masa disidiente, pero al final lo único que te deja es una resaca brutal".
En cuanto a C.S. Lewis (18981963), aquí a Liske se le nota de nuevo la querencia: "Es uno de los más queridos escritores cristianos en todo el mundo", de quien destaca la simplicidad de su sabiduría y la suavidad con la que entran en el "estómago" espiritual incluso las palabras amargas que se encuentran en alguno de sus libros. Encontrar un paralelismo para Lewis no fue fácil, pero se decanta por una cerveza de Singapur: la Tiger. Por eso, por la suavidad: "Entra como si fuese agua". Por esa textura, por su excelente sabor y por su facilidad para asimilarla, la Tiger se asemeja a las obras teológicas del gran escritor anglocatólico inglés.
El siguiente de la lista es un jesuita, Karl Rahner (19041984), otro teólogo difícil de comparar. "Sus escritos son más densos que concretos. Le da nuevos nombres a las cosas, pero, al hacerlo, les cambia el significado", dice Liske, quien desde luego une la perspicacia a la capacidad de síntesis. En ese sentido, "la de Rahner debe ser una cerveza que se etiquete a sí misma como lo que no es" (¿habrán dado alguna vez los críticos de Rahner un golpe tan contundente?), y que al mismo tiempo sea "impenetrablemente oscura, de sabor complejo, y decididamente rara una vez examinada". La elegida es la Hobgoblin. "¿Transignificación? No, gracias", concluye Liske, en alusión al término con el que Rahner pretendía sustituir al término "transustanciación" para designar la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.
Otro protestante, Jürgen Moltmann (n. 1926), similar esta vez a una cerveza "increíblemente sabrosa, suave y reconfortante", la Old Speckled Hen. Y, sin embargo, "como la teología de la Cruz de Moltmann, remata en una peculiar amargura": "Una bebida paradójica y un teólogo paradójico que uno puede disfrutar o detestar".
En cuanto al apologista cristiano Lactancio (245-325), la comparación es con una marca de Kenia, la Tusker Lager. ¿Por qué? Por su "exotismo" para los occidentales, en ambos casos: leer a Lactancio, viene a decir, es una excentricidad como comprarse una Tusker. Pero también porque la "fiereza" de la retórica de Lactancio evoca la fiereza del elefante que, en los años 20 del siglo pasado, mató al fundador de la empresa que creó la Tusker, George Hurst. Aunque hay algo más: cuando pasas de la retórica a la sustancia, Lactancio pierde brillantez, del mismo modo que su contraparte cervecera pierde un poco también tras su suave sabor inicial. A ambos "hay que acercarse con cuidado, pero sin embargo de ambos se disfruta".
Luego viene Teófano el Recluso (18151894), un eremita venerado como santo por los ortodoxos rusos. Nuestro experto le compara con una cerveza canadiense, la Hermannator, por dos razones. Primera, porque madura en frío, como la sabiduría monacal del starets de Vysha. Segundo, porque aunque hay que beberla "con más moderación de la habitual" por su alta graduación (9,5%), al igual que los escritos del monje, "cuando uno de esos sorbos con sabor a pasa y especias cruza el paladar... ¡oh, Dios mío...!"
Y la serie termina con Orígenes (185-254), un "genio de la Iglesia primitiva" que es "tan único" que exige "algo diferente". Así que Liske nos sorprende asociándole no a una cerveza, sino a una ginebra, la Hendrick´s, que pondera por encima de toda medida. Y aunque "algunos consideran la Hendrick´s una variedad herética de la ginebra", afirma -aludiendo a las desviaciones doctrinales del gran pensador cristiano-, "siempre hay que volver al lujurioso sabor de la Hendrick´s y a las melifluas palabras de Orígenes para aprender a profundizar en nuestro aprecio tanto a la ginebra como a la teología".
Un buen remate para unos posts que vale la pena leer en su integridad (en inglés).
Si los teólogos fuesen cervezas... (Primera parte).
Si los teólogos fuesen cervezas... (Segunda parte).