EN 1962 salió a la luz uno de los discos más importantes en la historia de la música. Se titulaba Bob Dylan y si tiene un lugar privilegiado en la discoteca de coleccionistas y aficionados, no es por la calidad de sus canciones, sino por ser el primero de la carrera del genio de Minnessota.
Muy pocos hubiesen apostado a que el genial Dylan llegase a cantar alguna vez ante un Papa. Pero la historia de Dylan se escribe así, como la de un ‘canto rodado’ y a golpes de inspiración, en ocasiones, como en el caso de su conversión al cristianismo, parece que inspiración divina.
Tras sufrir la separación de su mujer, con la que tuvo cuatro hijos, un Dylan cuarentón sufre una crisis existencial que le lleva a descubrir el valor de la Cruz y la redención.
Fue una época dura para el cantante, pero tremendamente fructífera para su discografía. Así, en 1979, 1980 y 1981, publica tres discos seguidos que son conocidos por sus biógrafos como los ‘discos cristianos’: Slow train coming (El tren que viene despacio), Saved (Salvado) y Shot of love (Impacto de amor).
En ellos se escuchan, mezclados con acordes desgarrados y tensos punteos, letras de canciones tan explícitas como When He returns (Cuando Él regrese):
“Entrega tu corona sobre esta tierra manchada de sangre; quítate la máscara;
Él ve tus actos;
Él sabe tus necesidades antes de que tú le pidas; ¿Cuánto tiempo puedes falsear y negar cuál es la Verdad?”.
Y sigue:
“De cada plan terrenal que el hombre hace para servirse, Él no se preocupa;
Él tiene planes para instalar Su trono;
cuando Él regrese”.
1997 fue otro año oscuro para Dylan, que llegó a temer por su vida al ser internado de urgencia por una afección cardiaca.
Ese mismo año, Juan Pablo II le dio una sonrisa al invitarle a tocar ante 300.000 jóvenes durante la celebración del Congreso Eucarístico de Bolonia. La invitación supuso un desacuerdo entre el Papa y el entonces cardenal Ratzinger, que no veía conveniente la actuación, en el marco del Congreso, de “ese tipo de profetas”.
Pero el viejo Papa polaco era capaz entonces de ver más allá de las apariencias, sirviéndose de la letra más conocida del poeta, justo después de que la cantara, para evangelizar.
La primera estrofa de Blowin’ in the wind pregunta: “¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre antes de convertirse en hombre?”, a lo que Juan Pablo II lanzó su respuesta al viento, para que perdurase en el tiempo tanto como la canción: “¿Cuántos caminos? Hay uno sólo: ¡Cristo es el camino que el hombre tiene que recorrer antes de ser llamado hombre!”.
Sólo dos de los temas de aquella presentación fueron compuestos por el propio Dylan. Sin embargo, al año siguiente y dentro del álbum The Freewheelin’ Bob Dylan, el mundo escuchó un himno que desde entonces ha traspasado fronteras, derribado muros y unido generaciones como si una brisa de viento interminable lo llevara flotando allá donde se necesita.
Con el tema Blowin’ in the wind (‘Flotando en el viento’) nació el profeta de la revolución juvenil, el autor por excelencia de la canción protesta, que ampliará su fama y su peso en el panorama internacional un año después, en 1964, con su tercer álbum: The times they are a-changin’ (‘Los tiempos están cambiando’).
Con el tema Blowin’ in the wind (‘Flotando en el viento’) nació el profeta de la revolución juvenil, el autor por excelencia de la canción protesta, que ampliará su fama y su peso en el panorama internacional un año después, en 1964, con su tercer álbum: The times they are a-changin’ (‘Los tiempos están cambiando’).
Lo cierto es que Bob Dylan ni se llama Bob ni se apellida Dylan. Su verdadera identidad es Robert Allen Zimmerman. Pero Bob quiso dejar atrás a Robert y sepultó el apellido judío de su familia en honor del poeta británico Dylan Thomas, para pasar a la historia como Bob Dylan, nacido el 24 de mayo de 1941, en Duluth, Minnessota.
Conversión
Los cambios de dirección en el rumbo vital de Dylan no acabaron en su identidad. A sus fans les costó digerir que dejara la guitarra acústica y el folk para enchufarse a la eléctrica y el rock unos cuantos discos más tarde. Eso ocurrió en 1965, con el álbum Highway 61 Revisited, sexto de su carrera.
Pero las protestas por el cambio de registro sucumbieron ante la arrebatadora canción Like a rolling stone.
Pero las protestas por el cambio de registro sucumbieron ante la arrebatadora canción Like a rolling stone.
Tras sufrir la separación de su mujer, con la que tuvo cuatro hijos, un Dylan cuarentón sufre una crisis existencial que le lleva a descubrir el valor de la Cruz y la redención.
Fue una época dura para el cantante, pero tremendamente fructífera para su discografía. Así, en 1979, 1980 y 1981, publica tres discos seguidos que son conocidos por sus biógrafos como los ‘discos cristianos’: Slow train coming (El tren que viene despacio), Saved (Salvado) y Shot of love (Impacto de amor).
En ellos se escuchan, mezclados con acordes desgarrados y tensos punteos, letras de canciones tan explícitas como When He returns (Cuando Él regrese):
“Entrega tu corona sobre esta tierra manchada de sangre; quítate la máscara;
Él ve tus actos;
Él sabe tus necesidades antes de que tú le pidas; ¿Cuánto tiempo puedes falsear y negar cuál es la Verdad?”.
Y sigue:
“De cada plan terrenal que el hombre hace para servirse, Él no se preocupa;
Él tiene planes para instalar Su trono;
cuando Él regrese”.
1997 fue otro año oscuro para Dylan, que llegó a temer por su vida al ser internado de urgencia por una afección cardiaca.
Ese mismo año, Juan Pablo II le dio una sonrisa al invitarle a tocar ante 300.000 jóvenes durante la celebración del Congreso Eucarístico de Bolonia.
Un solo camino
Pero el viejo Papa polaco era capaz entonces de ver más allá de las apariencias, sirviéndose de la letra más conocida del poeta, justo después de que la cantara, para evangelizar.
La primera estrofa de Blowin’ in the wind pregunta: “¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre antes de convertirse en hombre?”, a lo que Juan Pablo II lanzó su respuesta al viento, para que perdurase en el tiempo tanto como la canción: “¿Cuántos caminos? Hay uno sólo: ¡Cristo es el camino que el hombre tiene que recorrer antes de ser llamado hombre!”.
Bob Dylan tiene 71 años, de los que ha dedicado 50 a la música, y 58 discos a sus espaldas, de los que ha vendido más de 90 millones de copias.
Sus giras musicales han dado varias veces la vuelta al mundo. Es una leyenda viva, atrevida, cansada pero siempre en marcha. Es un peregrino del rock que vive su vida dispuesto a rectificar, pero manteniendo algo inamovible: su fe.
“Soy alguien que cree -manifestó tras cantar ante el Papa-. Lo vivo así y lo he manifestado en mis canciones.
Una vez escribí que Dios no es un ‘fetiche’ para las necesidades del hombre, y sigo pensándolo. Sinceramente, no ha cambiado nada, no tengo nada nuevo que añadir. Yo soy creyente”.