Entre el 1 y el 3 de julio de 1863 tuvo lugar cerca de Gettysburg (Pennsylvania), la principal batalla de la Guerra de Secesión norteamericana. La victoria de la Unión sobre la Confederación en ese escenario significó un punto de inflexión de la contienda, el principio del fin de los ejércitos del general Robert E. Lee, y el anticipo de la derrota sudista total, que aún se produciría dos años más tarde.
Hoy, casi siglo y medio después, el campo de batalla está plagado de monumentos conmemorativos y de homenaje a las personalidades y regimientos más relevantes de aquellas cuarenta y ocho horas históricas. Y entre ellas destaca la estatua de un sacerdote católico, el único capellán a quien se ha reservado ese honor.
Se trata del padre William Corby, de la congregación de la Santa Cruz, quien se hizo célebre el 2 de julio impartiendo la absolución colectiva a la Brigada Irlandesa del Ejército del Potomac, que militaba en las filas nordistas.
Al combate en paz con Dios. |
El momento fue recordado por los soldados presentes por su intensa emotividad. De los tres mil hombres que formaban la unidad, ya sólo quedaban 530. En un momento dado se les requirió para que acudiesen a sostener uno de los flancos unionistas, que amenazaba con colapsar, y ante lo arriesgado de la maniobra, todos los soldados, católicos y protestantes, se arrodillaron para recibir el perdón de los pecados y la bendición del sacerdote. Nunca se había celebrado una ceremonia así en Estados Unidos. El padre Corby les recordó su deber de resistir hasta el final y mantener enhiesta la bandera.
La Brigada Irlandesa consiguió su objetivo, aunque con un tercio de bajas (entre ellas, 198 muertos), y ganó suficiente tiempo para que las fuerzas del norte se recompusiesen.
Corby tenía treinta años cuando protagonizó ese momento dramático. Había nacido en 1833 en Detroit, hijo de canadiense y e irlandés. Su padre, prominente hombre de negocios, apoyaba todas las obras de caridad que podía y sufragó la construcción de varias parroquias. Y aunque su hijo William, terminados los estudios, se le unió en la empresa familiar, al cabo de unos años descubrió la vocación y se unión a la Congregación de la Santa Cruz, congregación fundada en Le Mans (Francia) por el Beato Basile Moreau para servir a los más necesitados de las zonas campesinas.
Una vez ordenado sacerdote, cuando estalló la guerra en 1861 se unió como capellán al Ejército del Potomac, donde destacó, según el editor de sus memorias, L.F. Kohl, por "su heroísmo tranquilo al llevar ayuda espiritual y material a los soldados en pleno fragor del combate, moviéndose de herido en herido bajo el fuego enemigo". Al terminar la guerra volvió al lugar donde se había formado, la Universidad de Notre Dame en South Bend (Indiana). Estuvo los años siguientes en otros destinos, pero fundamentalmente allí, hasta ser provincial general de su congregación en Estados Unidos, y asistente del superior a nivel mundial.
En 1888, al reunirse con los veteranos de la batalla de Gettysburg en el 25º aniversario de la batalla, sus compañeros empezaron una campaña para que recibiese la Medalla de Honor del Congreso "por su destacada intervención predicando un sermón patriótico y administrando la absolución colectiva a los combatientes".
En 1893 publicó sus memorias para que no se olvidase el papel que habían jugado en la guerra miles de católicos, que seguían siendo mal vistos por buena parte de la sociedad nortamericana. Murió en 1897 y en 1910 se erigió la imagen que le inmortaliza en el lugar en que cumplimentó el gesto, a la vez sacerdotal y patriótico, que le hizo entrar en la historia de los Estados Unidos.