Si hubiera trabajado en una empresa habría sido catalogado como un brillante "cazatalentos", sin embargo, su labor no era exactamente detectar las capacidades humanas de la gente, sino las espirituales. O, mejor dicho, las dos a la vez. Kurt Peter Gumpel había nacido en Alemania y murió en Roma hace unos días a la edad de 99 años. Fue uno de los encargados, durante décadas, de postular la causa de numerosos santos en el Vaticano.
Residente en la Ciudad Eterna durante prácticamente toda su vida, Gumpel era miembro de la Congregación para la Causa de los Santos y llegó a estudiar a más de 150 candidatos a subir a los altares, especialmente, de la Compañía de Jesús, orden a la que pertenecía.
America The Jesuit Review ha contado la historia de este defensor de Pío XII, que tuvo que huir de Alemania por la persecución nazi, y que tenía un apellido realmente importante.
Cientos de santos por sus manos
Hasta hace apenas unos días, la residencia para sacerdotes jubilados de la Curia Jesuita en Roma acogía a uno de esos personajes singulares que, a pesar de su linaje, no buscan nunca el protagonismo.
Gumpel hablaba siete idiomas y tenía un impresionante dominio de la historia, así como de los procedimientos de canonización. Durante años trabajó en el Vaticano junto a su viejo amigo, Paul Molinari, el postulador general de los jesuitas.
Pero la labor como postulador de Gumpel no se ciñó a los jesuitas. Jacinta y Francisco Marto, dos de los tres niños que vieron a la Virgen María en Fátima, o Santa Kateri Tekakwitha, la primera santa nativa americana, fueron solo algunos de las causas que pasaron por sus manos. Miles de documentos y manuscrito almacenados en su despacho le permitían acercarse un poco más a la santidad de muchos católicos.
Sin embargo, si hay un nombre que quedó sin marcar en la lista particular de Gumpel, y que sintió especialmente, ese fue el de Pío XII. Firme defensor del Papa al que le tocó vivir el nazismo, el sacerdote jesuita tenía un vasto conocimiento de la historia alemana moderna, y, sobre todo, un acceso total a las cartas y documentos del Pontífice. Aún así, como funcionario a cargo de la causa, aceptó la decisión del Vaticano de detener el proceso.
Consejo de un sacerdote importante
No extrañaría que la biografía de Gumpel apareciera algún día reflejada en una película. El sacerdote guardó durante su larga vida un secreto que solo reveló a unos pocos. Entre ellos se encontraba Pablo VI y el padre Arrupe, de quien fue estrecho colaborador.
El secreto consistía, nada más y nada menos, en que Gumpel no era realmente Gumpel, se trataba de un seudónimo. En realidad, se apellidaba Hohenzollern, la dinastía reinante de Alemania desde 1871 a 1918.
Fue durante el Concilio Vaticano II, donde el Padre Gumpel sirvió como consultor, cuando Pablo VI le pidió que escribiera la historia de su vida. Él aceptó en obediencia. "Tan pronto como te la entregue, por favor, destrúyela", le dijo al Pontífice. Kurt Peter Hohenzollern, el que era su nombre "doblemente" real, era hijo único y su familia esperaba que se casara y ampliara así el ilustre linaje.
Peter, sin embargo, deseaba convertirse en jesuita. Cuando era casi un niño pidió consejo a un sacerdote italiano que se había hecho amigo de la familia. "Sigue tu corazón, me dijo", recordaba el jesuita. Aquel sacerdote era el cardenal Eugenio Pacelli, nuncio en Alemania en el momento del ascenso al poder de Hitler, que pronto sería elegido Papa Pío XII.
Exilio en Francia y Países Bajos
Aunque no llegó a confesarlo nunca, es probable que el padre Gumpel cambiara su nombre para proteger a su familia. Bajo Hitler hubiera sido difícil tener un Hohenzollern en la Compañía de Jesús, o, también, puede que fuera la única forma, para un Hohenzollern, de escapar de la Alemania nazi.
En un reciente comunicado del Vaticano sobre su muerte se apuntó que había nacido en Hanover y había estado exiliado, primero en Francia y luego en los Países Bajos.
Peter Gumpel ingresó como novicio en los jesuitas de Nimega (Holanda) y permaneció como miembro de la provincia holandesa de la orden el resto de su vida. El sacerdote jesuita nunca quiso confesar sus orígenes reales, en una entrevista a EWTN alcanzó a decir: "Vengo de una familia muy rica y muy influyente. Mi apellido ha cambiado por completo y si digo el nombre de mi abuelo, mi nombre también se sabrá", señaló.
Lo que realmente Gumpel no quería era que su historia personal fuera una carga para la Compañía de Jesús, y para la causa de Pío XII.
El sacerdote Kurt Peter Gumpel, un ilustre Hohenzollern, fue enterrado hace unos días en el cementerio alemán del Vaticano, en lugar de en el castillo donde descansan los miembros de su dinastía. Como él siempre reconoció, la Iglesia era su familia, los jesuitas eran sus compañeros y los santos su única realeza.