Tres reflexiones de los curas de Red de Redes para vivir la Navidad “como Dios manda”
Texto: ACdP
¡Feliz Navidad! Los sacerdotes Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio María Domenech no tienen pelos en la lengua, y cada semana protagonizan una nueva entrega de Red de Redes, un programa de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP). En el último capítulo, que arranca a ritmo de villancico, los tres curas influencers ofrecen su receta para vivir esta Navidad sin descuidar lo más importante.
Ésta es la síntesis de sus propuestas, en primera persona.
Jesús Silva contra el “espíritu de la Navidad”
Hay una cosa que no aguanto: lo de “el espíritu de la Navidad”. Es algo muy norteamericano, como si hubiera algo en estos días que provoque que la gente esté más feliz, más happy… ¡Qué falsedad! ¡Hay que estar así todo el año, no solo durante 15 días! En el fondo, es una especie de edulcoramiento de una época del año en la que muchos no saben muy bien qué celebran… pero en la que está todo el mundo diciendo “Ho ho ho” y tonterías de esas.
La mayoría de la gente que tiene vacaciones en Navidad no cree en lo que se celebra este día. Se ven como días para consumir, consumir y consumir… el consumismo, uno de los grandes males de la sociedad occidental. También nosotros caemos en eso. Ey, y no está mal tener un momento familiar, hacer una buena cena… pero si limitamos la Navidad a esto, nos perdemos lo esencial.
¿Cuál es la esencia de la Navidad? El misterio de Cristo que se encarna y nace por nosotros. Es verdad que este es un tiempo de alegría, de familia y de fiesta, y es verdad que es un momento para mirar por los más pobres… ¡pero no vale ser bueno dos semanas al año y andar el resto del tiempo con cara de perro aborrecido, sin mirar a la gente a los ojos! No vale darle un bocadillo a un pobre en Navidad y olvidarme el resto del año. Cristo se encarna cada día: ya decía Pascal que cuando un hombre sufre, Cristo sufre. Los cristianos hemos de tener en cuenta a la gente que sufre, en Navidad y todo el año.
Patxi Bronchalo, por una Navidad menos superficial
Una vez conocí a un chaval chino, que estaba acogido en España, y me decía que le impresionaba mucho la Navidad. Alucinaba con las luces, con los adornos… y yo le decía “¿Y sabes por qué las ponemos? Por Jesús”. Él no sabía quién era Jesús, pero es algo que también nos pasa aquí. Si nos quedamos en las luces, en el sentimiento de fraternidad o en ese espíritu navideño del que habla el padre Silva, la Navidad se cambia por otra cosa. Si lo hacemos así, nos quedamos en la superficie.
También podemos dejar de celebrar la Navidad cristianamente porque a nuestro alrededor no se celebra así. Pero… si tú habitualmente bendices la mesa, ¿por qué no vas a hacerlo también en la comida de Navidad? ¿Porque molestas? ¿O por qué vas a dejar de cantar villancicos con letra cristiana? ¿O leer algún pasaje del Evangelio en voz alta?
Decíamos que Navidad es una época para mirar por los más pobres, pero también nos quedamos en la superficie cuando no nos implicamos. ¿Por qué a veces nos es más sencillo ayudar al que está en Tailandia que al pobre que tenemos cerca? Porque con el de Tailandia no te manchas las manos. No implicas tu dinero, tu tiempo o tu vida.
Y también hay que estar atento a otras pobrezas: puedes ir a visitar a tu abuela, que puede estar sola estos días, o ayudar al chico en la parroquia que está solo y sin amigos.
Antonio María Domenech: “¡Cuidado con rechazar las luces!”
¡Mucho cuidado con quitar los regalos y las luces de nuestra Navidad! O el musgo, que es especie protegida, o el burro de los belenes, que está en peligro de extinción… Existe la tentación del consumismo, sí, pero también de lo contrario: ¡si quitamos todos estos elementos podemos caer en pretender lograr un milagro más difícil que la Eucaristía! Y es que, si en la Eucaristía se mantienen los accidentes y cambia la sustancia, aquí se pretendería mantener la sustancia, pero cambiando los accidentes. Sería querer que Jesucristo sea el centro de la Navidad, pero eliminando el camino habitual que nos conduce a Él: las reuniones en familia, el belén, los signos externos…
Y luego está el tema de la caridad cristiana, porque podemos caer en calmar nuestra conciencia con la Operación Kilo -dando un litro de leche y unas lentejas- y luego en la comida de Navidad echarle en cara a la familia todo lo que ha pasado durante el año. ¡No, perdona! La caridad cristiana empieza por los más cercanos, por los más próximos: la forma en que trates a tu familia es la forma en la que estás tratando a Jesús. No puede ser que estemos pendientes de qué pasa en China o en el sur de África -que está muy bien-, pero que nos olvidemos de qué está pasando en nuestra casa.
Celebremos la Navidad sin complejos, y si a alguien le molesta tiene dos opciones: unirse a la fiesta o marcharse. Hay que avergonzarse de lo malo, no de lo bueno: no es normal que el cristiano no celebre la Navidad a mucha honra, con mucho gozo ¡y con cuantos más, mejor!
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Como siempre, el episodio termina con tres recomendaciones. Jesús Silva nos recomienda conocer más sobre la figura de San Francisco de Asís, inventor del belén y el santo que más pendiente ha estado del misterio de la Encarnación. Antonio María Domenech los libros Un niño nos ha nacido, de Salvador Muñoz Iglesias, o La infancia de Jesús, del Papa Benedicto XVI. Por último Patxi Bronchalo propone ver en familia esta Navidad la serie The Chosen.