Muchos lectores y simpatizantes del Gen Verde, ya han presenciado el musical “María, Flor de la Humanidad”. Perteneciente al Movimiento de los Focolares y fundado por Chiara Lubich en 1966, es una ocasión única para disfrutar de la belleza de la fe y el amor mutuo, hecha música, danza, coreografías…
El éxito internacional cosechado por el musical "María" ha logrado ser condecorado por voluntad de Benedicto XVI, con la medalla del Pontificado 2010, con ocasión de la XV Sesión Pública de las Academias Pontificias, en el marco del Consejo Pontificio de la Cultura. Un calificado reconocimiento "por su compromiso artístico fuertemente impregnado de valores evangélicos y abierto al diálogo entre pueblos y culturas", según dijo el Papa en su mensaje de saludo.
Hoy en día el Gen Verde international performing group, está compuesto por 21 integrantes de 13 naciones y esto da a la producción artística la sonoridad de los distintos países, la originalidad y vivacidad de las diferentes culturas.
La sede del Gen Verde se encuentra en Loppiano, ciudadela internacional del Movimiento de los Focolares a 20 Km. de Florencia, donde nace oficialmente el grupo. En 1966 un grupo de chicas recibe como regalo, de parte de Chiara Lubich, una batería verde. Uniendo en el nombre el color verde de la batería con el acrónimo gen – generación nueva –, el grupo quiere contribuir, a través del ámbito artístico, a la realización de la unidad entre las personas y los pueblos.
Un proyecto de fraternidad universal que el Gen Verde trata de poner en práctica en su modo de trabajar, de crear, de componer, traduciéndolo en músicas, coreografías y fragmentos de piezas teatrales. Un arte que, teniendo como mira la belleza, como camino
para recuperar la verdad y el bien, se pone en diálogo con personas de todas las edades, pueblos, religiones y culturas.
para recuperar la verdad y el bien, se pone en diálogo con personas de todas las edades, pueblos, religiones y culturas.
El éxito internacional cosechado por el musical "María" ha logrado ser condecorado por voluntad de Benedicto XVI, con la medalla del Pontificado 2010, con ocasión de la XV Sesión Pública de las Academias Pontificias, en el marco del Consejo Pontificio de la Cultura. Un calificado reconocimiento "por su compromiso artístico fuertemente impregnado de valores evangélicos y abierto al diálogo entre pueblos y culturas", según dijo el Papa en su mensaje de saludo.