Hasta finales de mayo se encuentra abierto el plazo de inscripción de alumnos en la escolanía del Valle de los Caídos para el curso 2012-2013. Y el último fin de semana de junio tendrá lugar la prueba de canto, el momento clave: esa puerta que le abre a niños de enseñanza primaria y secundaria un mundo fascinante: el entorno natural de Cuelgamuros, el entorno artístico de la basílica de Juan de Ávalos, el entorno religioso de la abadía benedictina y, como seña de identidad, el entorno musical que les situará entre las voces blancas más célebres de España.
Para fray Santiago Cantera, prior de la comunidad y responsable académico de la escolanía, son días duros. Hay que empezar a tramitar las peticiones, atender las consultas de los padres de los futuros alumnos, toca desplazarse a colegios de toda España para la captación y un primer contacto con los aspirantes... y, por supuesto, todo ello sin descuidar las clases del curso, que se acerca a la recta final.
Añadida a ese cúmulo de actividades, le hemos pedido una tarea más: que nos permita conversar durante un rato con los actuales alumnos, a ver si conseguimos averiguar qué les trajo a la escolanía, qué es lo que más valoran de su peculiar colegio y con qué argumentos convencerían a alumnos de otros centros escolares para convertirse en sus compañeros el curso que viene.
Tienen entre 10 y 14 años y son 42 escolanes en total: siete en 4º de primaria, nueve en 5º y trece en 6º, y cinco en 1º de la ESO y ocho en 2º. Menos de nueve alumnos de media por aula, un auténtico privilegio. Tres no son españoles: un guineano, un ecuatoriano y un boliviano, el "obispillo" de este año, que en su día grande presidirá la procesión de la misa, se sentará en el lugar del abad y recibirá el besamanos, con sus emocionados padres en primer puesto de la fila.
"Es una tradición medieval que, además de ser simpática y fomentar la camaradería, envolvía también una lección para el obispo o el abad de verdad: recordarle la caducidad de su puesto", explica Fray Santiago.
"Lo veteranos votan y lo eligen", añade Adrián, alumno de 6º de primaria, que recuerda sus tiempos de aspirante: "Nos estábamos preparando para hacer la Primera Comunión, cuando vinieron al colegio a vernos para hacer la prueba de canto. Yo la pasé y decidimos ir un fin de semana de prueba. Luego mi madre me dijo que, si me gustara, que me quedase".
Las madres, las que más sufren siempre con cualquier separación de los hijos, son sin embargo las que parecen tener un peso decisivo en el camino que siguen, a juzgar por lo que nos comentan ellos. Todos las citan como responsables del impulso decisivo.
En algunos casos, por partida doble, como en el caso de José, de 5º de primaria, nacido bien cerquita, en Collado-Villalba, que tiene a un hermano en 2º de la ESO. Él ya cantaba en su parroquia "algunas veces", pero ahora ese talento se ve enriquecido con la variedad idiomática, uno de los elementos que enriquecen la enseñanza en la escolanía, al poner en contacto a los escolanes con diferentes lenguas: "Para la polifonía cantamos en español, francés e inglés, y a veces en alemán, y el gregoriano en latín", dice. Hasta 6º estudian inglés, y encuanto entran en la ESO, también francés.
Y, además, viajan. Esta Semana Santa ofrecieron conciertos en Salamanca, Medina del Campo y Ávila, pero hasta Bélgica se han ido también, aparte de otros compromisos internacionales.
Así que las madres, aunque les echan de menos, hacen de tripas corazón. El internado, en cualquier caso, es llevadero. Ven a los suyos todos los domingos y algún fin de semana completo, y pueden hablar con ellos por teléfono todos los días -aunque no tienen móvil en las habitaciones-.
También la calidad de la enseñanza es una motivación. Los padres de Juan, almeriense, de 12 años, no estaban satisfechos con el nivel académico del colegio en el que estaba, y les convenció la escolanía. "Aunque a mí al principio no me gustaba cantar", dice el chico, "ni tampoco los conciertos, pero luego te acostumbras a los nervios".
La mayor parte no habían estudiado solfeo, una disciplina de reconocido valor formativo a la que ahora dedican entre dos y tres horas a la semana. Y a un instrumento. Entre los alumnos que nos va presentando el padre Santiago vemos potenciales virtuosos del violín, la guitarra o el piano.
Como Mario, de Toledo, que hace 5º y alguna vez ha soñado con dedicarse a esto: "A veces pienso que puedo ser pianista". Aunque a él le han atraído también otras cosas: "Me hicieron la prueba y vi que era muy bonito el paisaje, y las clases muy buenas y que había mucha gente que me gustaba. Le dije a mi madre que me llevara, aunque se quedó un poco triste".
Por algo será, que casi todos citan a "los compañeros" como una de las razones por las que están felices en el Valle. Y citan una virtud: la "generosidad" que ven en ellos (salvo "alguna peleílla", dice Mario).
Algo tienen que ver en ese buen ambiente los monjes y profesores con sus enseñanzas, y el silencio y la calma con que transcurren las horas benedictinas.
"Nunca había tenido tanta paz, ¡el doble mejor que estar en mi antiguo colegio", apunta una voz a modo de resumen.
Página web de la abadía y escolanía (pinchar).
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"Fueron los años más felices de mi vida".