El pintor Rodolfo Papa acaba de publicar en la editorial italiana Cantagalli sus Discorsi sull´arte sacra [Discursos sobre el arte sagrado] con un prólogo de gran relevancia del cardenal Antonio Cañizares.
Quien apunta así al libro un valor que va más allá del elogio al autor y a su obra escrita y plástica. Convierte al texto en estandarte de la resurrección de un arte católico libre de las contaminaciones estéticas de la filosofía moderna: "Esperábamos esta obra porque teníamos necesidad de ella", afirma el prefecto de la Congregación para el Culto Divino.
Rodolfo Papa "estudia con profundidad el arte sagrado y su más íntima esencia e identidad", afirma el cardenal Cañizares, una "verdad del arte" en la cual "fe y belleza se abrazan en perfecta reciprocidad, que es una unidad inescindible entre ellas, algo similar a lo que sucede entre fe y razón".
Cañizares evoca en su prólogo el discurso del Papa en noviembre de 2010 con ocasión de la consagración del templo de la Sagrada Familia en Barcelona y sus reflexiones sobre el arte y la trascendencia: "Esta obra de Rodolfo Papa constituye una profundización, una explicación y un comentario fiel del pensamiento de Benedicto XVI, padra quien el binomio fe-arte, la belleza del arte sacro, la unidad fundamental entre el arte y la liturgia, son temas muy importantes de su pontificado".
La relevancia de este respaldo del purpurado español a la obra de Rodolfo Papa es que éste, profesor de Arte y de Estética en la Pontificia Universidad Urbaniana además de pintor, es un apasionado defensor del arte figurativo como esencial a la tradición cristiana, y un enérgico crítico de la que denomina "iconofobia", esto es, el rechazo a plasmar en imágenes las verdades de la fe y los personajes sagrados para que sean sometidos a la veneración de los fieles.
Como sostiene Papa en estos ensayos, que recogen veinte años de reflexión teórica (sazonados con una abundante producción artística, como la decoración de las catedrales de Sulmona o Bojano o de la basílica de San Crisógono del Trastévere, en Roma), es "sorprendente" que esa "iconofobia contemporánea" haya podido introducirse en el arte cristiano: "La iconofobia significa el olvido, e incluso el desprecio, del cuerpo", y en última instancia un rechazo a Cristo, el Verbo encarnado.
En un artículo publicado en la agencia Zenit el 27 de junio de 2011, Rodolfo Papa era muy claro al respecto: "La iconofobia que ha infectado el arte sacro lo ha hecho enfermar de incorporeidad. Y resulta sorprendente, en mi opinión, que incluso los católicos se hayan dejado arrancar la importancia de la imagen del cuerpo, la importancia del cuerpo dibujado. ¿Por qué ha tenido lugar ese olvido? La cuestión se nos plantea no sólo en el ámbito sociológico y cultural, sino sobre todo en el ámbito teológico, litúrgico, espiritual. La pregunta es entonces comprometedora, y exige una respuesta global que recorra más ámbitos disciplinares: ¿Por qué la iconofobia se ha podido convertir en el no-lenguaje contemporáneo del arte cristiano, siendo incapaz de plasmar el centro, la esencia, el origen y el fin de todo discurso cristiano -no sólo el artístico-, y que no es sino el cuerpo de Cristo?".
De ahí que el respaldo explícito del cardenal Cañizares, en cuanto prefecto de la Congregación para el Culto Divino, tiene un valor que va más allá del pensamiento de un pintor y un filósofo de la estética. Se convierte en directriz pastoral para que, también en expresión que Rodolfo Papa toma de Hans Belting, "el culto de las imágenes propio del mundo católico" no sea sustituido por "el culto de la palabra, expresión de la reflexión teológica protestante".