La historia de España es "una historia única". Así la define la historiadora italiana Angela Pellicciari, hasta el punto de dar título a su última obra publicada en español, Una historia única. De Zaragoza a Guadalupe , publicado por Bendita María. Ya la mera mención de ambos enclaves apunta a qué unicidad se refiere, marcada por la fe: las apariciones de la Virgen María, en carne mortal, al Apóstol Santiago, en los albores de la evangelización de España, y al indio Juan Diego en los albores de la evangelización de América.
Pero hay algo más que eso, porque la entrega de España a la fe se traduce en dos procesos prolongados en el tiempo y sin parangón en la Historia de la humanidad: la Reconquista y el Descubrimiento, auténticos protagonistas de esta obra que instruye al lector al tiempo que le enardece.
-España no es el único país con una historia católica. ¿Por qué entonces es "única"?
-Porque en el caso de España es evidente la importancia de la fe como motor de su historia. Gracias a la fe, y a la cultura heredada del mundo greco-latino (cultura de la cual España, al contrario que Francia, por ejemplo, siempre fue parte integrante, consciente y convencida), España es la única nación en el mundo que ha logrado reconquistar la libertad derrotando a la opresión islámica, que duró un total de ocho siglos (711-1492).
-Una lucha en nombre de la fe...
-El mundo moderno, construido en contraposición a la fe, ha difundido la convicción de que la fe no tiene relevancia pública. Quienes comparten esta opinión creen que la fe solo es buena para los espíritus simples y sus ritos supersticiosos.
-Y no es así...
-No es así. Si tuvierais fe, dice Jesús, “le diríais a aquel monte: 'Trasládate desde ahí hasta aquí', y se trasladaría. Nada os sería imposible” (Mt 17, 20). Todo el pueblo español, con sus reyes, sus obispos y sus religiosos a la cabeza, reconquistó la libertad gracias a la fe. Y gracias a la fe logró en un puñado de años evangelizar y romanizar un continente entero, lejanísimo y desconocido. Un auténtico milagro.
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»El cielo apoyó públicamente esta gesta de los españoles con signos prodigiosos, como las reiteradas apariciones marianas (de Zaragoza a Guadalupe es el subtítulo del libro) unidas a la constante intervención del Apóstol Santiago.
-¿Hay una continuidad intrínseca entre la Reconquista y el Descubrimiento, además de la meramente cronológica?
-La continuidad es objetiva. Concluida la Reconquista, los españoles, con el mismo espíritu, parten para otro tipo de conquista. Respetando a la letra la voluntad del Papa español Rodrigo Borgia [Borja] (Alejandro VI, Inter caetera, del 4 de mayo de 1993), la reina Isabel de Castilla, a quien compete la dirección de la colonización al haber sido ella quien financió la empresa de Colón, impone la evangelización como el principal objetivo de la presencia española en las Indias.
-¿Eran conscientes los contemporáneos de esa continuidad?
-Los españoles van a América preparados por siglos de batallas en defensa de su identidad religiosa y cultural y transfieren a América su fervor misionero. Es la clase dirigente católica al completo la que va a América por la fe, no solo para cubrirse de gloria y riquezas. Basta pensar en que, de los nueve hermanos de Teresa de Ávila, Teresa la Grande, siete van a las Indias. Basta pensar en que, concluida la guerra, algunos de los hombres que acompañan a Hernán Cortés en México entran en la orden franciscana y uno se hace dominico. No se entiende la Conquista sin la Reconquista, y otra razón es que en el gobierno de los nuevos asentamientos los españoles aplican los mismos modelos utilizados para repoblar, reconstruir y gobernar los territorios que se le iban arrebatando a los musulmanes: libertad y propiedad privada.
-La cultura de la "cancelación" presenta la cristianización de América como un genocidio cultural. ¿Cuál fue la realidad indígena que se encontraron los españoles?
-Para responder a esta pregunta hay que recordar algunos hechos.
»Desde el principio, desde la segunda expedición en 1493, las carabelas transportan, junto a los soldados, artesanos y campesinos, frailes y religiosos que desde el primer momento se consagran a aprender las lenguas y describir las costumbres, las creencias y las características de los pueblos que encuentran.
»El primero que lo hizo fue el jerónimo Ramón Pané, quien ya en 1494 comienza a trabajar en su Relación acerca de las antigüedades de los indios. Así describe Juan Pablo II esta amorosa atención de los misioneros a las poblaciones indígenas recién descubiertas: “No puede por menos de producir viva satisfacción examinar el contenido de las actas de los numerosos concilios y sínodos que se celebraron en la primera época, como también otros documentos de riquísimo contenido, como las Doctrinas o Catecismos, que fueron centenares y casi todos están escritos en las lenguas de las etnias y países donde los misioneros desarrollaban su misión”.
-¿Cuál era la realidad de aquellos pueblos?
-¿Con qué panorama religioso y de culto se topan los españoles? Bernal Díaz del Castillo, compañero de armas de Cortés, en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1517-1521), cuenta el horror y la consternación de los soldados ante las prácticas de los sacrificios humanos y el canibalismo: “Hallamos dos casas... bien labradas, y en cada casa unas gradas, por donde subían a unos como altares, y en aquellos altares tenían unos ídolos de malas figuras, que eran sus dioses. Y allí hallamos sacrificados, de aquella noche, cinco indios, y estaban abiertos por los pechos y cortados los brazos y los muslos, y las paredes de las casas llenas de sangre”. Los soldados hallaron “sacrificados en unos cúes hombres y muchachos, y las paredes y altares de sus ídolos con sangre, y los corazones presentados a los ídolos; y también hallaron las piedras sobre que los sacrificaban y los cuchillazos de pedernal con que los abrían por los pechos para les sacar los corazones”; todos aquellos cuerpos estaban “sin brazos y piernas” porque los indios “los habían llevado para comer, de lo cual nuestros soldados se admiraron mucho de tan grandes crueldades. Y dejemos de hablar de tanto sacrificio, pues dende allí adelante en cada pueblo no hallábamos otra cosa”.
La historiadora Angela Pellicciari ha publicado obras sobre el Risorgimento italiano, sobre Lutero, sobre la historia de la Iglesia, sobre la masonería y los Papas...
»Del testimonio de un soldado, al de un erudito franciscano, Bernardino de Sahagún, quien en su Historia general de las cosas de Nueva España en doce volúmenes recuerda que los sacrificios humanos tenían lugar con modalidades diferentes según los meses del año: el primer mes “buscaban muchos niños de pecho”, en el segundo “mataban todos los cautivos”, en el tercero “escondían en alguna cueva los cueros de los cautivos que habían desollado en la fiesta pasada, porque ya estaban hartos de traerlos vestidos” (libro II, caps. XX, XXI y XXII, respectivamente). Obviamos lo que sigue.
»Casi anticipando las sofistacadas justificaciones que intentan en nuestros días disculpar tanto horror, el franciscano Toribio de Benavente, llamado por los indios Motolinia (literalmente, “el pobrecito”) subraya: "Nadie piense que ninguno de los que sacrificaban matándoles y sacándoles el corazón, o cualquiera otra muerte, que no era de su propia voluntad, sino por fuerza, y sintiendo muy sentida la muerte y su espantoso dolor".
-Tuvo que ser para ellos un giro asombroso escuchar la Buena Nueva que les traían aquellos frailes...
-A esos pueblos aterrorizados por tanto horror, que recurren a prácticas diabólicas para intentar escapar a la muerte, los españoles les anuncian el amor de Dios. Ese Dios que, para vencer a la muerte, permite la muerte en la cruz de Su Hijo Jesús. El 12 de octubre de 1992, en el quinto centenario del Descubrimiento, Juan Pablo II tributó este homenaje a la Iglesia española: “Damos, pues, gracias a Dios por la pléyade de evangelizadores que dejaron su patria y dieron su vida para sembrar en el Nuevo Mundo la vida nueva de la fe, la esperanza y el amor. No los movía la leyenda de El Dorado, o intereses personales, sino el urgente llamado a evangelizar unos hermanos que aún no conocían a Jesucristo. Ellos anunciaron 'la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres' (Tit 3, 4) a unas gentes que ofrecían a sus dioses incluso sacrificios humanos".
-¿Qué más llevaron, aparte de la fe?
-Aunque de pasada ahora, no se puede dejar de subrayar que, dado que no hay auténtica fe sin cultura, los españoles fundaron en seguida en todas partes centros urbanos, conventos e iglesias, escuelas y universidades.
-¿Cuál es el origen de la Leyenda Negra?
-El primero que falsificó la historia de la Iglesia romana y de Occidente de modo sistemático fue Lutero, quien lo hizo, por decirlo así, de manera científica, metódica. Lutero quería que Alemania, con Wittenberg, se convirtiese en la nueva Roma, y para conseguir ese resultado tenía que difundir desprecio y odio hacia Roma; tenía que reescribir la historia. Lo hizo sin escrúpulos no solo escribiendo libros que a duras penas pueden definirse como cristianos (basta pensar en el texto que escribió contra los judíos), sino también recurriendo de forma eficaz a la difusión de horribles xilografías, una especie de panfletos diseñados con la ayuda de Lucas Cranach el Viejo, que con una obscenidad extrema pretenden describir lo satánica y perversa que es la Iglesia romana.
-Está claro que consiguieron su objetivo...
-Como es sabido, unas imágenes bien hechas son mucho más eficaces que los libros, sobre todo porque impactan a las personas más sencillas, que no tienen instrumentos para defenderse de la mentira: el “pobre pueblo ignorante”, por usar la expresión de Lutero. Las xilografías antirromanas hicieron escuela y un émulo de Lutero aprendió la lección para contar la gesta española en América.
-¿Quién fue ese émulo?
-Creo que los numerosos grabados del belga Theodore De Bry (1528-1598), quien jamás puso un pie en América, reimpresos continuamente, tuvieron un peso no despreciable en la formación y difusión de la “leyenda negra”. Leyenda de la que se beneficiaron todas las potencias protestantes y masónicas interesadas en destruir el enorme poderío de España para ocupar su puesto.
A la izquierda, grabado de Lucas Cranach el viejo que representa una diablesa pariendo analmente a Papas y cardenales. A la derecha, grabado de Theodore De Bry, quien jamás pisó América, imaginando barbaridades de los españoles contra los indios.
-Usted, como historiadora, ¿se formó en esa leyenda negra? Si es así, ¿cómo y cuándo descubrió la verdad de los hechos?
-Mi atención hacia vuestra nación se remontan a varias décadas atrás, cuando Carmen Hernández, mi catequista (formo parte del Camino Neocatecumenal desde 1971) llegó a una convivencia blandiendo un librito de Jean Dumont sobre la evangelización de América. Un libro serio, bien documentado, que desmontaba punto por punto la historiografía que yo conocía. En cierto sentido, aquel libro cambio mi vida, porque desde entonces comencé a ocuparme seriamente de la Historia.
-Un mismo personaje cierra un proceso de los que se ocupa Una historia única, la Reconquista, y abre el otro, el Descubrimiento: Isabel la Católica. Ambos procesos, decisivos para la fe en Europa y América. Pero nunca termina de sustanciarse su proceso de beatificación...
-En efecto, es curioso que Isabel, la única reina a la que un Papa ha conferido oficialmente el título de “Católica” cuando aún vivía (Alejandro VI, Si convenit, 14 de enero de 1496), aún no haya sido proclamada santa.
-Usted la califica en el libro como "una mujer que cambió la historia". ¿Por qué?
-¿Qué decir? Un personaje extraordinario. Una mujer de fe, de cultura y de gran inteligencia política. Intentaré esbozar las principales características de su acción de gobierno, comenzando por el aspecto religioso, crucial en la nación que, precisamente gracias a la fe, estuvo dispuesta a reconquistar la libertad. En la segunda mitad del siglo XV la Iglesia tiene una necesidad absoluta de reforma e Isabel la impone anticipándose más de sesenta años al Concilio de Trento. La reina consigue que se nombren obispos y sacerdotes cultos y moralmente irrepochables y obliga a los religiosos a respetar la regla de sus respectivas órdenes. La refoma de la Iglesia que ella promovió convirtió la España del siglo XVI en una tierra de santos, y de grandes santos.
»En cuanto al papel de la cultura, fundamental para la formación de una clase dirigente digna de tal nombre, Isabel favorece el nacimiento de una red de instituciones de enseñanza de gran excelencia, que compiten unas con otras, formando una generación de “letrados” provenientes de la clase media que, tras reducir los privilegios nobiliarios, administran de forma moderna y eficiente el Estado que se preparaba para convertirse en el más poderoso del mundo.
-Pocos gobernantes pueden presentar este bagaje...
-Indudablemente, son grandes méritos. Sin embargo, el aspecto que convierte realmente en única, única en la historia de todos los tiempos, la experiencia de gobierno de Isabel es la administración de las Indias, asumida por ella en primera persona en 1501.
»Cuando a Europa llegan las noticias de las costumbres religiosas de los indios, los intelectuales, escandalizados, se preguntan si los habitantes de aquellas tierras tienen alma y si se les puede aplicar la doctrina aristotélica de la esclavitud por naturaleza. Isabel no tiene la más mínima duda al respecto: ella es católica y sabe que Dios ha creado a todos los hombres a Su imagen y semejanza. Poco antes de morir, el 23 de noviembre de 1504, la reina de Castilla redacta un testamento en el que ordena a sus herederos “que no consientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de las Indias y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, antes al contrario que sean bien y justamente tratados, y si han recibido algún agravio que lo remedien”. La Iglesia romana, con Pablo III Farnese/Farnesio, prohibirá la esclavitud de los indios en 1537 (Pastorale officium), con 34 años de retraso.
-¿Les protegió en otros ámbitos?
-Isabel no es solo un maravilloso ejemplo de gobernante católica, es también una convencida representante de la tradición “civil” del Occidente greco-latino, esa tradición centrada sobre la vida bella y ordenada en los centros urbanos. En una extraordinaria ordenanza de 1503 [reproducida íntegramente en los apéndices del libro], consciente de las ventajas cualitativas de la cultura a la que pertenece, Isabel ordena textualmente que se le ofrezca a los indios la posibilidad de vivir como cualquier otro súbdito de sus reinos, esto es, "en pueblos en que vivan juntamente, y que los unos no estén ni anden apartados de los otros por los montes": en ciudades bien construidas y dotadas de iglesias, escuelas y hospitales, habitando su propia casa y trabajando sus propios campos, de manera que "cada uno conozca lo que es suyo, porque tenga más cuidado de lo labrar y reparar", y vistiéndose y comportándose de forma razonable.
-No aparece, entonces, el racismo que denuncia la cultura "woke"...
-Una ausencia total de racismo: el mestizaje que se encuentra en todas partes en Hispanoamérica es fruto del deseo de Isabel de que "algunos cristianos se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas con algunos indios, porque los unos y los otros se comuniquen para ser doctrinados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica".
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