El 16 de abril, día en el que murió, se celebra precisamente la fiesta de Santa Bernadette Soubirous o Santa Bernardita, la joven francesa que recibió las apariciones de la Virgen María en la gruta de Massabielle, en Lourdes, entre febrero y julio de 1858.
Bernadette era en ese momento una niña de 14 años pobre y analfabeta, pero María se fijó precisamente en ella y en su sencillez de corazón para dejar un mensaje para todo el mundo. Allí, Nuestra Señora confirmó a esta futura santa que ella era la Inmaculada Concepción, confirmando de su propia boca lo que la Iglesia había declarado dogma apenas cuatro años antes.
Marcada por una vida de sufrimiento y enfermedad, Bernadette siempre intentó cumplir el mensaje de las apariciones. Hizo penitencia y rezó por los pecadores hasta el día de su muerte, que le llegó con apenas 35 años y tras numerosos dolores. Ya la Virgen se lo avisó en la tercera aparición: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”. La Iglesia la canonizó en la festividad de la Inmaculada Concepción de 1933 y su cuerpo se mantiene incorrupto. Hoy el santuario de Lourdes es uno de los centros marianos que más peregrinos atrae en el mundo, y lugar de numerosas e impresionantes milagros, con curaciones totalmente inexplicables.
Índice para conocer a Santa Bernadette
¿Cómo era Bernadette Soubirous antes de las apariciones en Lourdes?
¿Cómo fueron las apariciones de la Virgen a Santa Bernadette?
¿Qué fue de Santa Bernadette tras las apariciones?
La enfermedad y el sufrimiento en la vida de Santa Bernadette
Palabras de Santa Bernadette
Oración a Santa Bernadette
Cronología de la vida de Santa Bernadette
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¿Cómo era Bernadette Soubirous antes de las apariciones en Lourdes?
Bernadette era una jovencita sencilla que no aprendió a leer y a escribir hasta los 16 años. Era la simple hija de un molinero que vivía en los Pirineos franceses, y durante su infancia su familia pasó importantes carencias materiales.
La vidente de Lourdes nació el 7 de enero de 1844 en el molino de Boly, muy cerca del pueblo en cuyo territorio se le aparecería la Virgen años después. Su padre era el molinero y ella era la mayor de cuatro hermanos. Toda la familia vivía en el molino y recuerda ese tiempo como una etapa de felicidad. Su familia tenía una profunda vida de fe y de oración, a pesar de que las dificultades les sobrevino duramente.
Tal y como recoge José Manuel Díez Quintanilla en el libro Las apariciones de la Virgen María: Doctrina e Historia (Libros Libres), en 1854 el padre de Bernadette sufrió un accidente laboral que le dejó tuerto, lo que unido a las malas cosechas de trigo y la aparición de los molinos de vapor provocó la ruina de toda su familia. De este modo, en 1857 la familia fue desahuciada del molino y tuvo que instalarse en un antiguo calabozo. En una sola habitación vivía toda la familia, con todas las pertenencias prestadas por otras personas. La futura santa llegó a conocer bien lo que era el hambre. De hecho, un día ella y su hermana fueron descubiertas en la iglesia cogiendo cera de las ofrendas para intentar comérsela. A eso se une que enfermó de colera, y a partir de entonces la mala salud no le abandonaría hasta la muerte, que le llegó con apenas 35 años.
Durante un pequeño tiempo, Bernadette se trasladó a Bartes, un pueblo cercano a Lourdes donde ejerció como criada. Pero volvió a su pueblo el 18 de enero de 1858 con el objetivo de de comenzar las clases de Catecismo y así cumplir su ansiado sueño: poder recibir su Primera Comunión. Apenas unos días después de volver a Lourdes comenzaron las apariciones.
Santa Bernadette, en varios momentos de su vida.
¿Cómo fueron las apariciones de la Virgen a Santa Bernadette?
Entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858 la Virgen, en la advocación de la Inmaculada Concepción, se apareció en varias ocasiones en la gruta de Massabielle, al borde del río Gave, en la falda de los pirineos a Bernadette Soubirous. En este lugar María confirmó el dogma que apenas cuatro años antes proclamó la Iglesia sobre su Inmaculada Concepción. Un total de 18 apariciones tuvo esta joven analfabeta de tan sólo 14 años, las últimas ya congregando a miles de personas en el lugar.
La primera de ellas se produjo el 11 de febrero. Acompañada de su hermana y de una amiga, la ahora santa se dirigió a la zona donde se encuentra la gruta de Lourdes a recoger leña y ramas secas. La joven oyó entonces un ruido y levantó la vista hacia la cueva. Sobre aquel primer encuentro declararía Bernardette: “Vi a una señora vestida de blanco: llevaba un vestido blanco, un velo también de color blanco, un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie”. Después hizo la señal de la cruz y rezó el rosario con María. Una vez terminó, la Virgen desapareció. Ese día su vida cambiaría para siempre.
En la tercera aparición la Virgen ya habló a la joven, a la que pidió “el regalo de venir aquí durante quince días”. Y además María dijo a Bernadette: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”. En la octava aparición, producida el 24 de febrero, la Virgen pronunció una palabra fundamental en estas apariciones: “Penitencia”. Además, le dijo otras dos cosas: “Rogad a Dios por la conversión de los pecadores”, así como “arrodíllate y besa el suelo como penitencia por pecadores”.
Un día después volvió a recibir palabras de Nuestra Señora, que dijo a la vidente: “Ve a beber a la fuente y lávate”. La joven Bernadette se quedó sorprendida pues no había ninguna fuente cercana. A la señal de la Virgen empezó a escarbar en la tierra y de ahí comenzó a fluir agua. Con aquel gesto inició sin saberlo lo que se convertiría en el gran manantial de las curaciones y de los milagros. Sin embargo, en esos momentos los vecinos pensaron que se había vuelto loca.
En la decimotercera aparición, aquella señora a la que definía como “aquero” recibió un mensaje para los sacerdotes, el cual trasladó al párroco: “Ve a decir a los sacerdotes que aquí, en este lugar, debe levantarse una capilla y que a él debe venirse en procesión”. Pero el sacerdote exigió a la niña que pidiera pruebas a la Virgen un milagro para que así la creyeran todos.
Al fin, el 25 de marzo, en la decimosexta aparición la Virgen se presentó con un nombre, algo que la vidente le había pedido en varias ocasiones. “Que soy era la Inmaculada Councepciou”, un dogma aprobado pocos años antes por la Iglesia y que la propia Virgen confirmó en estas apariciones.
Durante la penúltima aparición, que se produjo el 7 de abril, Bernadette sostuvo en la mano un gran cirio encendido, y durante varios minutos momento la llama rodeo su mano sin quemarla. Este hecho fue inmediatamente constatado por el médico, el doctor Douzous. Y de ahí, la importancia en este santuario de la procesión de las antorchas.
Durante este proceso, Bernadette no vivió un camino de rosas. Miles de curiosos, unos devotos y otros que buscaban el morbo, llegaron al lugar. Un juez llegó a amenazar a la joven con llevarla a la cárcel por el supuesto escándalo que estaba generando. Ella siempre se mostró humilde y dócil con la Virgen, queriendo cumplir su voluntad. La realidad es que Lourdes se llenó durante esos días de fervor, de numerosas conversiones e incluso de los primeros milagros acreditados realizados por la Virgen María.
¿Qué fue de Santa Bernadette tras las apariciones?
Bernadette no cambió tras las apariciones de la Virgen, más allá de que era conocida por muchas más personas. Siguió siendo esa joven sencilla, religiosa y también enfermiza. Curiosos, periodistas y personas de todo pelaje se acercaban a ella. También tuvo que comparecer ante distintas comisiones que investigaban las apariciones.
Nunca quiso aceptar regalos. “Quiero seguir pobre”, decía. Tampoco bendijo los rosarios que le presentaban y les decía a tantas personas: “No llevo estola”. Lo mismo a los que querían comprarle medallas: “No soy comerciante”. En estas condiciones la vida para Bernadette en su casa se volvió imposible. De este modo, el párroco Peyramale y el alcalde Lacadé acordaron que Bernadette fuera admitida como “enferma indigente” en el Hospicio de las Hermanas de Nevers, al que llegó el 15 de julio de 1860. Allí, tras tres años sintió la vocación a la vida religiosa. Y en 1866 fue trasladada al convento de las Hermanas en Nevers. Dejó Lourdes para no volver nunca más. Bernadette lo tenía claro: “Mi misión en Lourdes ya ha terminado”.
Su vida en Nevers no fue tampoco fácil. En muchas ocasiones no fue comprendida y además sufrió multitud de enfermedades que fueron mermando su salud hasta su muerte con apenas 35 años. En estos años padeció asma crónica, tuberculosis, vómitos de sangre, gastritis, tumores en los huesos y hasta abscesos en los oídos que le provocaron sordera. Nunca pidió su curación, ni siquiera consolación. Únicamente pedía fortaleza y paciencia.
A su llegada a Nevers, Bernadette dijo -según recoge el Santuario: “He venido aquí para ocultarme”. En Lourdes era Bernadette, la vidente; en Nevers se convirtió en la hermana Marie-Bernard, la santa, donde sufrió mucha severidad por parte de sus superioras y sus hermanas.
Bernadette relató las apariciones a la comunidad, reunida al día siguiente de su llegada; luego ya no les pudo hablar de ellas. La dejaron en la casa madre, aunque le hubiera gustado cuidar enfermos en otro lugar. El día de su profesión, no tuvo ninguna ocupación prevista para ella. Entonces el obispo, inspirado, le encomendó “el trabajo de orar”. “Reza por los pecadores”, le había dicho la Virgen. Y lo cumplió. De hecho, en una carta al Papa le dijo: “Mis armas son la oración y el sacrificio”.
Después de ser ayudante de enfermería, entró poco a poco en la condición de enferma y aceptó con amor todas las cruces por los pecadores. En las largas noches de insomnio debido al dolor, uniéndose a las misas que se celebran en todo el mundo, se ofreció como una “crucificada viviente” en el enorme combate entre las tinieblas y la luz, asociada con María al misterio de la Redención y con los ojos fijos en el Crucifijo, de donde confesaba que sacaba sus fuerzas.
Finalmente, murió en Nevers el 16 de abril de 1879 a los 35 años. La Iglesia la beatificó en 1925 y el Papa Pío XI la canonizó el 8 de diciembre de 1933, coincidiendo con la fiesta de la Inmaculada Concepción, la forma en la que la Virgen se le presentó en las apariciones.
La enfermedad y el sufrimiento en la vida de Santa Bernadette
Vittorio Messori es uno de los grandes expertos sobre Lourdes y autor del libro Bernadette no nos engañó. Una investigación histórica sobre la verdad de Lourdes (Libros Libres). En una entrevista, el escritor italiano hablaba sobre el papel de la enfermedad y el dolor en la vida de la santa. Pese a que en Lourdes se han producido numerosas curaciones físicas, Bernadette a pesar de estar enferma nunca pidió a la Virgen un milagro.
El cuerpo de Santa Bernadette está expuesto en un relicario de cristal en el monasterio de Saint–Gilard de Nevers.
“Bernadette pasó su vida en el dolor físico. Murió con 35 años, entre grandes sufrimientos, pero nunca se quejó. Nunca buscó el dolor, desde luego no era masoquista, pero siempre lo aceptó y acogió. En una ocasión, en los últimos momentos de su vida, en los que le costaba tanto respirar, se le escapó decir: ‘Me gustaría que alguien me abriera el pecho para poder respirar mejor’. Se arrepintió inmediatamente porque pensó que se había quejado. Otro día, que transcurrió por enésima vez en la enfermería, Bernadette dijo: ‘Mi oficio es estar enferma’. Bernadette vivió en la fe verdadera, es decir, aceptó siempre y voluntariamente todo lo que el Cielo le pedía, sin pedir nunca ni más ni menos”, explicaba Messori. De hecho, recalcaba que “Bernadette no pidió nunca la curación física, sino que pedía sin cesar la de su alma”.
Por otro lado, el autor italiano recordaba que “cuando murió en 1879, a los 35 años de edad, parecía que tenía más de 70 de lo consumido que estaba su cuerpo a causa de los males que lo habían destrozado. Pues bien, no sólo la muerte no consiguió nunca corromper su cuerpo, sino que lo transformó, haciendo que fuera bellísima. Las monjas ancianas que habían vivido con ella y asistieron a la exhumación de su cuerpo, se quedaron asombradas porque vieron con sus ojos que la muerte la había transfigurado. Dos de ellas se desmayaron por la emoción”.
Palabras de Santa Bernadette
Hasta los 16 años, la santa francesa no aprendió a leer y escribir, aunque de su etapa como hermana de la Caridad de Nevers se conserva un cuaderno con “notas íntimas”, además de algunas notas esparcidas y correspondencia con su familia. El santuario de Lourdes y también el de Nevers, donde vivió como religiosa, recogen algunas de las palabras que pronunció la joven Bernadette y que muestran una fe sencilla, pero inmensamente profunda.
Con respecto a sus encuentros con la Virgen, Bernadette dijo:
-“Me miraba como una persona que habla a otra persona”
-“No estoy encargada de hacéroslo creer, estoy encargada de decíroslo”
Sobre su vida como religiosa, la santa dejó frases como estas:
-“No viviré un instante de mi vida sin amar”
-“Tendré siempre la suficiente salud pero nunca el suficiente amor”
-“El primer movimiento no nos pertenece, pero el segundo sí que nos pertenece”.
También, estos santuarios recogen algunas citas suyas sobre su vida interior:
-“Sólo Jesús por maestro, Sólo Jesús por riqueza, Sólo Jesús por amigo”
-“Dios habla al corazón sin ningún ruido de palabras”
-“Oh Jesús dadme, os ruego, el pan de la humildad…el pan de la Caridad…”
Pocos días antes de su muerte dejaba esta declaración de amor: “Oh, Jesús mío, ¡cuánto os quiero!”. Y otra que mostraba su sufrimiento: “estoy molida como un grano de trigo”.
Oración a Santa Bernadette
¡Oh bienaventurada Bernardita!
Acuérdate que la Virgen
te dijo en la Gruta:
"Ruega por los pecadores",
para que se conviertan
y hagan penitencia.
Ruega por mí, pecador,
para que Dios perdone mis pecados.
Ruega por mí a María Inmaculada,
pues confío en que te concederá
cuanto la pidas,
porque fuiste su confidente
en la Gruta de Lourdes.
Así como Ella te prometió
"hacerte feliz en el otro mundo",
te concederá que hagas felices
a los que devotamente acudan a ti.
A ti, pues, acudo humildemente,
suplicándote no me dejes
ni me abandones
hasta verme contigo en el cielo.
Amén.
Cronología de la vida de Santa Bernadette
1843 – 9 de enero: Matrimonio de François Soubirous y Louise Castérot.
1844 – 7 de enero: nacimiento de Bernadette en el Moulin de Boly.
1844 – 9 de enero: bautismo de Bernadette.
1846 – Nacimiento de su hermana Toinette.
1851 – Nacimiento de su hermano Jean-Marie.
1855 – Nacimiento de su hermano Justin, y Bernadette se ve afectada por la epidemia de cólera que azota Lourdes y sus alrededores.
1857 – La familia Soubirous se instala en el Calabozo. Bernadette es empleada como pastora en Bartrès y a veces en el bar de su tía en Lourdes, donde ayuda en el servicio.
1858 – 17 de enero: Bernadette deja Bartrès.
1858 – 11 de febrero: primera aparición en la Gruta de Massabielle.
1858 – 3 de junio: Bernadette hace la Primera Comunión.
1858 – 16 de julio: última de las 18 apariciones.
1858 – 17 de julio: Bernadette se entrevista por primera vez con un obispo (de Montpellier).
1860 – 5 de febrero: Bernardette se confirma y se encuentra por primera vez con Mons. Laurence, obispo de Tarbes.
1861 – Primeras sesiones fotográficas de Bernardette.
1862 – La salud de Bernardette empeora y recibe la extremaunción.
1863 – Encuentro con el escultor Joseph Fabisch para la realización de la imagen de Nuestra Señora de Lourdes.
1864 – Bernardette expresa su deseo de entrar en el convento de las hermanas en Nevers.
1866 – Bernardette está presente entre la multitud para la inauguración de la Cripta y sale de Lourdes el 4 de julio.
1867 – Bernardette hace su profesión religiosa con las Hermanas de Nevers, donde recibe «el empleo de la oración».
1875 – A partir de este año, Bernardette se pone cada vez más enferma.
1878 – Bernardette está casi permanentemente postrada en su habitación de Nevers.
1879 – 16 de abril: fallecimiento de Bernadette.
1925 – 14 de junio: Beatificación de Bernadette.
1933 – 8 de diciembre: canonización de santa Bernadette.
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