El sacerdote Peio Sánchez Rodríguez, profesor de teología y director del Departamento de Cine del Arzobispado de Barcelona, así como de la Semana del Cine Espiritual, es uno de los mayores expertos de la Iglesia sobre cine.
En su blog Cine espiritual para todos alojado en Periodista Digital, ha seleccionado las diez mejores películas de cine religioso que se han estrenado durante 2011. Peio Sánchez Rodríguez señala que "estamos ante la mejor cosecha del cine espiritual de los últimos años, lo que refleja el buen estado de salud espiritual de la producción cinematográfica". Esta es su privilegiada elección:
Estamos ante una obra maestra del cine espiritual. Formalmente innova de la narración fílmica de la fe cristiana ya que presenta una historia personal-familiar de pecado y de gracia con una perspectiva de universalidad que se despliega en abundantes símbolos y referencias musicales de la tradición religiosa.
La compleja elaboración formal supone tanto una profundización en la forma artística de la experiencia cristiana como apunta aspectos de novedad. Especialmente sugerente resulta la presencia intermitente del lenguaje orante dirigido a Dios que trasciende la pura narración horizontal.
La mayor dificultad estriba en la complejidad de un montaje. Actúa con diferentes registros que se acompañan de una profundidad teológica inusual dada la amplitud de temas que aborda tales como el sentido del sufrimiento inocente, el origen en la bondad de lo real, la densidad y diferentes registros del pecado así como su transmisión social, la trasparencia resistencia y victoria de la Gracia, la posibilidad de la conversión como giro hacia la esperanza, la ofrenda de alabanza como aceptación agradecida por el amor divino y el más allá como consumación personal y comunitaria en Dios.
Este recorrido globalizador por la antropología cristiana se realiza resguardando el misterio de Dios que únicamente aparece representado por la zarza ardiente del Génesis que acompaña la narración como llama de amor viva.
Película imprescindible, a partir de ahora, en el cine espiritual que deberá ser revisitada para descubrir nuevos significados y que propone la experiencia de Dios que se comunica en el arte.
Relato poderoso y significativo a la vez que realizado con una respetuosa distancia sobre la vida y muerte de los monjes trapenses del monasterio de Nuestra Señora del Atlas de Tibhirine que fueron secuestrados en 1996. Los hechos se desarrollaron en medio de una Argelia convulsa entre la amenaza de los grupos radicales islamistas y un régimen militar que dificulta la reconciliación.
Xavier Beauvois, el director, basa su narración en la motivación profunda de los monjes explicitada en el testamento de Christian de Chergé que se escucha al final. La aportación espiritual apunta en la reconciliación de las personas, los pueblos y las culturas desde el diálogo de las religiones fundado en el Dios que nos reconcilia en Cristo encarnado y crucificado. Para ello el guión se centra en el proceso de discernimiento personal y comunitario de la comunidad de monjes sobre la decisión de permanecer fieles y firmes en su monasterio a pesar de las amenazas que los rodean.
Magníficamente interpretada, los monjes se presentan en su vida ordinaria de oración, trabajo e inserción en aquella realidad concreta, a la vez que se muestra el proceso de cada uno con sus dudas y certezas. Todo ello nos permite comprender su decisión, para nada heroica, sino más bien como un signo lúcido y humilde de reconciliación en medio de la barbarie. El momento culminante de la última cena es una secuencia magistral donde se nos muestra toda la carga significativa de una mesa que se va convirtiendo de lugar de perdón y alegría a la vez que en altar de entrega y reconciliación. El final es significativo y esperanzado a través de una elipsis que apunta a la paz definitiva en Dios.
Film que acierta a presentar con una enorme sencillez formal- apenas dos actores que interpretan al padre Jacob y a Leila una exreclusa indultada después de una condena a cadena perpetua- una historia de gran fuerza dramática y un explícito contenido cristiano.
Esta película, que ha pasado casi desapercibida fuera del ámbito más especializado de los festivales, es una pequeña joya donde todos los elementos -una fotografía sombría, un piano entrecortado, las interpretaciones austeras y la cámara detallista- apuntan en la dirección de mostrar una historia que trasmite verdad y emoción.
En la primera parte se nos va presentando la ira y el dolor inmenso de Leila que poco a poco va siendo domesticada por la humildad sobrecogedora de padre Jacob, que vive con la misión de mandar y recibir cartas de oración y consuelo para sus lejanos feligreses. En la segunda parte y desenlace asistimos a una resolución sorprendente, que nos descubre el camino del sacrificio de amor y la reconciliación que limpia el alma hacia la esperanza.
La rotunda fuerza espiritual reside en la medida en que el padre Jacob representa el amor misericordioso de Dios que apunta a Cristo tanto por las imágenes del crucifijo como por las citas bíblica elegidas de forma certera. Y también es sugerente la figura de Leila, metáfora de la humanidad que necesita ser salvada. En resumen, teología de la gracia y la justificación convertida en narración cinematográfica. Sin duda, una de esas películas que nos hace mejores.
Injustamente desapercibida ha pasado entre nosotros "Cartas a Dios" aplastada por el estreno coincidente del bodrio "Torrente 4: Lethal Crisis" que supuso el taquillazo del cine español de este año.
"Cartas a Dios" no vende porque trata de la historia de un niño con cáncer como también le ha pasado hace un año a "Vivir para siempre" (2010) de Gustavo Ron y este año a "Maktub"(2011) de Paco Arango. Sin embargo, creemos que el cine espiritual ha de seguir resistiendo para aportar sentido cuando la diversión chabacana y soez apaga sus artificios comerciales.
El dramaturgo francés Eric-Emmanuel Schmitt después de una experiencia personal de fe escribe sobre estos temas con éxito y desde el teatro los ha venido exportando al cine. Así se llevó a la pantalla "El señor Ibrahim y las flores del Corán" (2003) y luego la más floja "Odette: una comedia sobre la felicidad" (2007).
El pequeño Oscar tiene un cáncer terminal y será guiado por Mamie Rose, una voluntaria un tanto especial, que será un ejemplo del acompañamiento espiritual. Así desde la sinceridad vivirán intensamente una relación que ayudará al pequeño a asumir su momento para encontrase con Dios y a la cuidadora e renovar el sentido de su vida.
Una película, pues, muy recomendable y especialmente interesante para el cine familiar con adolescentes para introducir en el tema siempre relegado de la muerte. Y no olvidemos que el cine puede divertir afrontando la vida y no huyendo de ella.
Película compleja y no para todos los públicos. A pesar de su estreno entre nosotros con veinticinco años de retraso, la película de Alain Cavalier sobre la vida de Teresa del Niño Jesús ha sido bien acogida tanto por la crítica como por el público cinéfilo.
Montada como una serie de cuadros de estilo bastante teatral narra la vida de la santa de Lisieux y nos presenta en una gran sencillez formal, la sintonía con el caminito del amor humilde de esta carmelita maestra de espiritualidad. Interpretada con gran acierto por Catherine Mouchet, describe, con una estilo para nada hagiográfico sino más bien comedido y crítico, su llamada temprana e ingenua, los gozos y las dificultades de su vida religiosa, la llegada de la enfermedad y su paciente serenidad ante la muerte.
La narración nos a adentrando en la maduración de aquella joven que desde su candor adolescente, se ve obligada a una maduración rápida forjada en la cercanía de Dios y en la vida de comunidad. La primera se resalta a través de algunas oraciones y pequeños textos recogidos, la segunda se muestra con elocuencia en escenas como la profesión de la santa, la fiesta del día de Navidad o los encuentros con la hermana priora.
De visionado difícil, tanto desde el punto de vista formal como narrativo y simbólico, necesita el acompañamiento aún en público formado.
La película de los hermanos Dardenne está entre las mejores películas de este año en casi todas las listas.
Los autores de grandes obras como "La promesa" (1996), "Rosetta" (1999), "El hijo" (2002), "El niño" (2005) y "El silencio de Lorna" (2008) siguen con la opción de presentar la verdadera altura humana en personales marginales que en medio de dificultades se abren camino hacia una difícil bondad. En este caso nuevamente con una historia simple: un niño es abandonado por su padre, que se siente incapaz de cargar con esta responsabilidad, encuentra a una joven peluquera que le acoge, pero su búsqueda de un padre le lleva a una peripecia de la que saldrá madurado.
Como en la tragedia griegas los personajes funcionan como arquetipos. El niño es figura de una generación que ha de crecer sin padres o buscándoselos. La peluquera es la imagen luminosa de la humanidad generosa, auténticamente enraizada en la verdad de la vida. El padre infantil e inmaduro refleja a un tipo adultos que adolescentes crónicos y que en este caso representa a los padres ausentes y dimisionarios. El traficante es la tentación de un mundo de sobrevive destruyendo a su paso. La sencillez de la historia da para mucho: el pequeño luchador que al final descubre el amor del que se puede fiar, la madre arquetipo que es generadora en adopción de la filiación y que trasparenta el amor fundante más elegido que biológico, el joven agredido que termina de agresor y le permite al pequeño contratar su propia elección.
Llena de humanismo "El niño de la bicicleta" es un relato para una época que necesita recuperar la maternidad/paternidad y la filiación. Ser madre y padre no es un asunto biológico es un asunto de amor que ha de fundarse en él. Por eso Samantha es una verdadera madre. Y el pequeño Cyril en su peripecia nos descubre como el ser humano necesita encontrar un padre/madre vivir en la bondad. Y aquí no basta la bicicleta como única posesión. Este mundo necesita a Samanthas para que puedan crecer los pequeños Cyris. Por otra parte, el misterio de la paternidad y la filiación siempre ha tenido que ver con Dios, aunque no se diga.
Del chileno exiliado en Francia Raúl Ruiz, se considera, de forma bastante unánime, como una de las obras más significativas del cine reciente. Partiendo del folletín romántico de Camilo Castelo Branco, prolífico literato del siglo XIX portugués, la historia se adentra en una compleja red de motivaciones y relaciones, bajo influencia de Balzac, que se van desvelando como una espiral dramática que en la distancia descubre una profunda reflexión sobre la naturaleza humana. La excepcional realización de Raúl Ruiz parte de la forma del serial televisivo, para realizar una metamorfosis radical donde el relato adquiere una nueva dignidad y donde los personajes muestra unas constantes que operan en el espectador la conciencia de contemplar algo de los pliegues de su propia alma.
Solamente la figura del padre Dinis permite poner un poco de sentido. Primero por su búsqueda detectivesca de la verdad para después reconocer su intervención benéfica en la historia, que poco a poco vamos descubriendo multifacética y omnipresente. Película pues imprescindible para el espectador formado en el gusto estético de la narración y en la investigación antropológica de los personajes. El relato termina por perder su condición trágica, para hacer de lo romántico una puerta hacia el drama con sentido y la vida con esperanza. Pero una espera que supone paciencia y esfuerzo en el observador que termina por implicarse.
Aki Kaurismäki es uno de los grandes humanistas del cine europeo. Esta película viene a las carteleras justo al final del año, aunque ya se ha presentado en distintos festivales. Como todas las historias de este director se narra bajo la influencia de los grandes del cine mudo, con un sentido del humor socarrón y sibilino, colores puros -especialmente azul y rojo-, así como con silencios y elipsis que animan al espectador completar la historia.
En este caso un limpiabotas, Marcel Max, salido de las películas de Chaplin se enfrenta a la grave enfermedad de Arletty, su abnegada esposa, y al cuidado de Idrissa, un niño negro que ha llegado como polizón y al que persigue Monet, un policía que parece que antes trabajó para el final de "Casablanca". Nuevamente una historia de solidaridad de los pequeños, de los que están en los márgenes. Mientras Max lucha por esconder y encontrar a la familia del pequeño africano, su esposa silenciosa y prácticamente sola se enfrenta una enfermedad terminal. Pero a pesar de todo y de todas las dificultades no están solos hay una cadena de generosidad que se va tejiendo y que sorpresa tras sorpresa conduce hacia un final inesperado y feliz.
Ya en "El hombre sin pasado" (2002) Kaurismäki hizo algunos guiños espirituales; señalando que el mundo que está en los márgenes cuenta con una ayuda que desde fuera se convierte en salvación. El hecho de que en "Le Havre" los giros de guión apunten al milagro reabre esta veta sobrenatural a la que tiende el cine social del director finlandés. Increíble pero cierto, el cine secular cine europeo cuanto apunta más al ser humano más parece encontrarse con Dios en su objetivo. Toda una lección.
El Oscar a la mejor película de habla no inglesa fue para este film dirigido por Susanne Bier, que es una de las más promocionadas representantes del extinto movimiento dogma 95. Se trata en este caso de una propuesta que indaga sobre el origen de la violencia y las posibilidades del perdón.
Narrada en base a paralelismos, define por un lado la violencia en una campo de refugiados en un lugar de África y el acoso escolar en Dinamarca. Y coloca también en paralelo el mundo de los adultos y el mundo de los chicos que se abren a la vida. En este cruce de realidades se ubica el drama. Elías sufre el acoso escolar de sus compañeros a la vez que sobrelleva la que parece inevitable separación de sus progenitores. Antón su padre, como médico en África, se enfrenta a la violencia de un grupo armado y su líder despiadado. Cristian será el amigo que ayude-tiente a Elías con su dolor no sanado por la muerte de su madre. La tragedia se teje cuando la violencia engendra violencia y solo una decisión por la reconciliación permitirá que se rompa la cadena del desastre.
La película presenta al mal como consustancial al ser humano, sea en Europa o en África, sea entre niños o entre adultos. El mal esclaviza con sus cadenas interiores desde dentro y desde fuera, atrapando y haciendo víctimas y verdugos que terminan reproduciendo la misma espiral. Solo el perdón que procede del cielo azul puede romper el maleficio. Antón representa la fuerza de la bondad que no hace el idiota sino que perdona. Aparecerá, pues, una gracia que vence a la tragedia y que permite que los procesos de reconciliación se culminen. Parece que, de alguna manera, el cielo ha cuidado de todos.
Película está muy recomendable para público joven a pesar de su dureza es clarificadora, les gusta y les implica.
Relato conmovedor del testamento espiritual de Tiziano Terzani, famoso corresponsal de guerra que vivió grandes acontecimientos de la historia reciente. La película, basada en libro que escribió con su hijo Folco, narra con sencillez y fuerza expresiva su itinerario personal, centrándose en la experiencia espiritual que marcará sus últimos años a partir de iniciar la lucha con un cáncer.
La trayectoria como periodista de Terzani y sus simpatías ideológicas por el comunismo son puestas a prueba en medio de grandes acontecimientos sociales y políticos del siglo XX como la guerra fría, la China maoísta, la guerra de Vietnam o el apartheid sudafricano. El ocaso de las ideologías marcará un giro en su vida hacia la dimensión espiritual. El mundo sólo puede cambiar si cambia cada ser humano, afirmará.
Cuando en el 2004 le diagnostican un cáncer al protagonista, se acentúa su llamada a cerrar el círculo de su vida afrontando su muerte. Tras un retiro de tres años junto a un sabio en el Himalaya se aparta junto con su esposa Angela a una casa en la Toscana. Allí en los últimos días invita a su hijo a escribir esta especie de testamento espiritual.
El testimonio se va centrando en ofrecer una mirada distinta a la muerte. Que no sea exclusivamente trágica sino confiada, alegre y en esperanzada. La debilidad del cuerpo se contrasta con un crecimiento del espíritu que se va progresivamente identificando con el Ser Supremo al que se va incorporando. Este proceso de disolución supone un contraste con la perspectiva cristiana de la resurrección. Pero el contraste es enormemente sugerente y el carácter testimonial lo sitúa en una especial validez.