¿Usas Internet? Eso es como preguntar “¿usas electricidad?” Pero ¿usas demasiado Internet? Quizá es Internet la que te usa a ti y luego te deja tirado, quizá arrastrándote a la cama agotado a hora intempestivas, sin capacidad ni para tratar con su familia.
“Me desconecto, luego existo” (Editorial Encuentro) es un libro ágil, directo, de 127 páginas, que busca responder a nuestras preguntas sobre cuál debería ser el uso moderado, sano, adecuado de Internet, las pantallas y las redes sociales.
Isidro Catela, doctor en Ciencias de la Información, profesor de Comunicación en la Universidad Francisco de Vitoria y padre de 3 hijos, aborda el tema a partir del concepto de “obesos digitales”: igual que hay quien abusa de la comida, y le perjudica a la salud, también hay quien abusa de las pantallas. Como en otras adicciones, en las primeras fases podemos tender a negarlo, pero si interfiere en nuestra vida es motivo para preocuparnos. Hay 4 preguntas que sirven de termómetro para medir si estamos mal:
1) ¿Alguna vez experimentaste el impulso o urgencia de sacar el móvil mientras estabas hablando de un tema importante con otra persona?
2) ¿Alguna vez te ha dado la sensación de que algo (una fiesta, encuentro, cita) no te había sucedido de verdad hasta que conseguías colocarlo en las redes sociales?
3) ¿El parpadeo de la luz del móvil o las notificaciones del whatsapp han llegado a acelerar tus pulsaciones?
4) ¿Te has sorprendido pasando mucho tiempo en silencio con tus seres queridos mientras cada uno estaba inmerso en su universo digital?
Quien cumpla estos 4 criterios, probablemente ya puede considerarse un obeso digital y debería ponerse a régimen, cuidar su dieta.
"Estamos cortando relaciones humanas"
“Pensemos en nuestras conversaciones con nuestro cónyuge, en cuántos temas serios hemos ‘wasapeado’ pero sin llegar a hablarlos en persona, en profundidad. Tampoco llamamos ya a los amigos para felicitarlos, les mandamos un mensaje. Estamos cortando relaciones humanas”, señala Catela.
El síntoma del corazón que se acelera ante las notificaciones es na reacción psicofísica importante, un indicio que muestra el nivel al que puede afectarnos.
“Es paradójico que una herramienta maravillosa que nos acerca a los que están lejos nos esté también alejando de los que tenemos a nuestro lado”, advierte Catela. “Si estás con tu esposa o amigos y cada uno está inmerso en su pantalla estáis perdiendo conversación personal, profunda, cara a cara”.
Un primer paso que recomienda Catela es pararse y reconocer el nivel de dependencia que se tiene. Lo primero, contar las horas reales que se dedican a las pantallas, que no son de verdad necesarias y que nos hacen perder la posibilidad de hacer muchas otras cosas, desde pasear, a leer libros, a hablar con seres queridos. Hay un criterio clásico: cuando abandonas o desatiendes en serio tus obligaciones como estudiante, o padre de familia o profesional, por esas distracciones, cuando interfieren mal en tu vida, es adicción.
Isidro Catela anima a pararnos y replantearnos
si estamos usando bien nuestro tiempo con las pantallas
Para desintoxicarse: apagar, usar programas especiales
Después de tener el diagnóstico, es necesaria la desintoxicación. “Más que grandes terapias, en la mayoría de casos basta con cambiar nuestras rutinas diarias. Por ejemplo, estar un fin de semana sin pantallas. O apagarlas a ciertas horas. O establecer un par de momentos para atender el correo electrónico”. También hay aplicaciones y herramientas profesionales para mejorar el control, y el libro comenta algunas y las describe.
En el libro, Isidro Catela recoge algunos casos de “ermitaños” o “exiliados” digitales: aquellos que han decidido dejar por completo o casi por completo la conexión a Internet y redes sociales. Otros lo hacen para recordar como se vive “desconectado” y una vez desintoxicados vuelven a las redes con hábitos mucho más sanos y más autocontrol. Por eso, el libro se titula “Me desconecto, luego existo”.
“Tenemos que recuperar las experiencias reales: menos jugar a vídeojuegos de fútbol, y más jugar a fútbol de verdad, aunque sea con tus hijos”, recomienda a modo de ejemplo.
Ya casi nadie lo niega: hay adicción digital
Hace pocos años aún se negaba que existiesen adicciones digitales, a las pantallas y las redes. Hoy ya casi nadie lo niega: las evidencia son abundantes y el libro las repasa para refutar a escépticos.
“Este año, en 2018, se ha abierto por primera vez en Madrid un centro de terapias que habla directamente de tratar la adicción digital en adolescentes”, constata el autor. “Antes solo se hablaba de adicción a los vídeojuegos, pero las redes sociales pueden funcionar igual a nivel adictivo”.
Los más vulnerables son los niños y adolescentes, “aunque hoy parece que la adolescencia y su inmadurez se alarguen hasta los 40 años a veces”. Los universitarios han nacido ya con móvil, no conciben dejarlo. El móvil, siempre accesible en el bolsillo, puede ser puerta de entrada para otras adicciones, a las apuestas on line, a la pornografía, etc… Las apuestas on line, por ejemplo, que también son adictivas para muchas personas, te tientan en el móvil a cualquier hora pero además son potenciadas por la televisión, la prensa generalista, los clubes deportivos, etc… precisamente cuando el deporte es un ámbito de gran influencia en los jóvenes.
El libro habla del caso de los hikikomori, los jóvenes y adolescentes japoneses que se encierran en su cuarto y no salen ni se relacionan con el resto del mundo excepto por Internet. Sus padres (o empresas de comida a domicilio) les traen la comida. Se calcula que son unos 2 millones de personas en Japón. Se te considera hikikomori cuando cumples más de 6 meses de reclusión voluntaria. “Son como los prisioneros o esclavos de la caverna de Platón: no ven la vida, sino las sombras, las imágenes de la vida en las pantallas”.
“En España probablemente no lleguen ni a 2.000 las personas en una situación similar, pero existen y eso ya es muy preocupante”, advierte Catela.
Como los magnates de droga: no la dan a sus hijos
“Lo curioso es que los grandes empresarios y gurús de las empresas tecnológicas no dejan a sus hijos tener móvil, les regalan libros de papel, los llevan a bibliotecas todo el día, les hacen pasear, no les compran tablet. Si la mercancía es tan buena, ¿por qué no la venden a sus hijos? Recuerda a los grandes vendedores de droga, cuya primera norma para el negocio es nunca consumirla”.
Catela cree que hay que poder “integrar equilibradamente las grandes ventajas que nos aporta el mundo conectado, sin demonizar la tecnología, pero volviendo a poner en el centro a las personas”.
El efecto nocivo en los estudios y escuelas
“En el libro cuento cómo el más reciente estudio en Estados Unidos sobre el tema es pedía algo tan revolucionario como volver a coger los apuntes con bolígrafo y papel. Lo de exhibir un powerpoint o dejarlo colgado en Internet no es tan eficaz para enseñar”.
Parte del perjuicio a los estudios tiene que ver simplemente con dormir menos: hay tantas teleseries, tantas cosas interesantes, tantas notificaciones en redes a altas horas de la noche, que se duerme poco y luego en clase se rinde poco.
Niños de 9 años logran conectarse a juegos online con amigos durante largas horas nocturnas: eso no es bueno en absoluto. “Son auténticas luciérnagas, puedes ver que los compañeros de clase de tu hijo están conectados a las cuatro o cinco de la madrugada. Quizá lo hacen también sus papás, o quizá, simplemente, no hay ningún control en casa, y duermen con el móvil bajo la almohada”.
Como profesor universitario, le consta que hay gran cantidad de alumnos que estudian Humanidades o Periodismo y no han leído un libro entero en su vida. Han pasado su escasa vida "lectora" trabajando sólo con resúmenes o fragmentos bajados de Internet. “Se creen buscadores de información porque toman las tres primeras entradas que encuentren en Google, que son las promocionadas, no necesariamente las relevantes al tema. Después hacen corta y pega y les parece que eso ya es un trabajo".
“Si les pido un trabajo sobre, digamos, Cáritas, no irán a Cáritas ni hablarán con los trabajadores, o responsables ni el encargado de prensa: se limitarán a copiar lo que encuentren en su web y alguna más”, lamenta el profesor.
En una época en que deberíamos impulsar a los jóvenes a tener experiencias “fuera” de la pantalla, hay colegios que insisten en usar pantallas en clase, y en encargar deberes para casa que usan las pantallas… los arrojan, de nuevo, a ese ámbito único que todo lo absorbe.
“O volvemos pronto al equilibrio, como sociedad, familia y educadores, o las familias tendremos que organizarnos como sea, quizá en pequeñas islas de comunidades creativas para establecer un uso razonable de la tecnología en la educación y en la vida”.
"Me desconecto, luego existo" es ágil, interesante, muy actualizado y bien documentado: puede adquirirse en librerías o aquí en Ediciones Encuentro.